La Voz de Almería

Aquellos años con la ciudad patas arriba (1)

En febrero de 1961 se aprobó en Madrid el ansiado proyecto de alcantaril­lado de Almería Los años de la guerra civil y la posguerra habían acentuado el atraso de la ciudad

- Eduardo de Vicente epino@lavozdealm­eria.com

El saneamient­o por alcantaril­lado fue una vieja aspiración de Almería desde que el ingeniero Francisco Javier Cervantes confeccion­ara un ambicioso proyecto que no llegó a realizarse, allá por el año de 1899.

La transforma­ción de Almería en una villa moderna pasaba en las primeras décadas del siglo veinte por afrontar esa necesaria y urgente obra pública que a través de conductos subterráne­os condujera las aguas residuales hacia el mar. Había que acabar de una vez con esas calles que olían a pozo negro y que condenaban a sus habi-* tantes y a toda la ciudad al pelotón de cola en el que se encontraba­n los pueblos más atrasados de aquella época. El pozo negro formaba parte de las viviendas. Era el agujero donde iban a parar las aguas menores y mayores que se recogían en el váter. En Almería la mayoría de las viviendas tenía su pozo negro en el patio, cubierto por una tapadera. Cuando el pozo se llenaba y la inmundicia amenazaba con hacer saltar la cubierta, había que limpiarlo con urgencia, casi siempre llamando al basurero que solía ser un especialis­ta en esos trabajos.

Si queríamos tener una Almería de progreso había que empezar con el alcantaril­lado, como quedaba reflejado una y otra vez, año tras año, en los plenos municipale­s donde el problema estaba siempre en la orden del día.

Las buenas intencione­s se quedaban en nada cuando llegaba el momento de hablar de dinero. Las obras suponían un gran coste económico y se iban atrasando década tras década.

Fue en los años de la República cuando los almeriense­s asistieron a los primeros trabajos serios del alcantaril­lado. En la primavera de 1936 se empezó a excavar el suelo en dos calles principale­s: en la Puerta de Purchena, que entonces se llamaba de Ramón y Cajal, y en la calle de la Rambla Obispo Orberá, que se había dedicado a la figura del escritor Blasco Ibáñez. Aquellos primeros trabajos estuvieron marcados por la lentitud debido al escaso número de obreros empleados y a los pocos recursos materiales disponible­s, pero al menos era el comienzo de un proyecto que la ciudad no podía seguir retrasando.

El estallido de la guerra civil fue el golpe definitivo para que nuestra ansiada red de alcantaril­lado se quedara una vez más en un anhelo. Después llegaron los años de la posguerra, con una Almería que había acabado la contienda como una de las grandes derrotadas y con graves daños urbanístic­os a consecuenc­ia de los bombardeos que había sufrido. En abril de 1939, recién terminada la guerra, la ciudad no estaba en condicione­s ni de soñar con retomar las obras del alcantaril­lado, por lo que esta aspiración pasó a formar parte de los temas secundario­s, acorralada por una realidad que hablaba de hambre y de miles de almeriense­s que no tenían una vivienda decente donde sacar adelante a sus familias.

Los pozos negros siguieron reinando en la posguerra, aunque de vez en cuando, en el ayuntamien­to, se dejaba caer la necesidad de afrontar de nuevo la idea del alcantaril­lado. Pero pasaban los años y los almeriense­s seguíamos recurriend­o a nuestro basurero de cabecera que cuando el pozo del patio se ponía para reventar llegaba con el carro, con las espuertas de goma y las cuñas y nos sacaba de debajo del suelo toda la mierda que se había ido acumulando a nuestros pies. El día que tocaba limpiar el pozo los habitantes de la casa tenían que ausentarse durante varias horas y abrir bien puertas y ventanas para que el hedor nos hiciera posible respirar.

Llegamos a la década de los años sesenta con un ojo puesto en ese Rey Midas que iba a ser el turismo y el otro en esa triste realidad de calles de tierra y pozos negros. Por fin, en uno de los viajes a Madrid del entonces Gobernador civil, Ramón Castilla, se produjo la gran noticia. El miércoles 15 de febrero de 1961, el señor gobernador envió un telegrama al ayuntamien­to dando cuenta de la aprobación técnica del proyecto de alcantaril­lado de la capital por un valor de 149 millones de pesetas. Ese mismo día, el Ministro de Obras Públicas, Jorge Vigón, firmó el acuerdo en presencia de don Ramón Castilla y de don Antonio Cuesta Moyano, alcalde de la ciudad. Fue el último trabajo que el Gobernador civil hizo por Almería. Unas semanas después fue relevado en el cargo por Luis Gutiérrez Egea.

Era la gran noticia que necesitaba Almería para dar un salto adelante. Con el alcantaril­lado vendrían otras mejoras que acabarían con ese aspecto descuidado de ciudad atrasada que tanto dañaba nuestra imagen. Con el alcantaril­lado se podrían acometer después las obras de pavimentac­ión y de reformas viales que eran necesarias para remozar Almería.

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Las obras del alcantaril­lado dejaron las calles ‘patas arriba’ durante meses e incluso años. En la foto, unos niños en la calle Molino Cepero, aún con el suelo de tierra.
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