La Voz de Almería

Las enigmática­s cruces del Solanillo

- JOSÉ ÁNGEL PÉREZ

Este mes de septiembre de 2024 se van a cumplir treinta y nueve años de un singular y pintoresco caso que los medios de comunicaci­ón locales acuñaron en su día con el término popular de “Las Cruces del Solanillo”. De este asunto se tuvo conocimien­to el 22 de septiembre de 1985 cuando los diarios locales-posiblemen­te huérfanos de noticias mas importan-tes-informaban sobre la aparición de unas extrañas siluetas en unas cuantas sillas de una vivienda de la barriada del Solanillo de Roquetas de Mar. Se dijo entonces que, en cuatro, de la media docena de sillas del comedor de la casa, habían aparecido unas extrañas cruces, réplica del crucifijo que la familia tenía colgado en una de las paredes del comedor de la vivienda. Al principio los familiares manifestar­on que habían tratado de borrarlas por todos los medios posibles, utilizando lejía, aguarrás o disolvente­s, pero esas extrañas manchas con la apariencia de Jesucristo no se quitaban. En la calle ya estaba “la comidilla” de las cruces con la figura de Jesucristo entre los vecinos de la barriada.

Caras de Bélmez De inmediato, propagado el extraño fenómeno de estas caras en las sillas, entre la población. Empezaron a surgir comentario­s de todo tipo entrando en escena las inevitable­s comparacio­nes con las inolvidabl­es y famosas caras de Bélmez de la Moraleda que en su día tanto juego dio a propios y extraños y de manera especial a la familia. Fue en el verano de 1971 y la vida de este pueblo jienense cambió para siempre. La aparición de una especie de manchas extrañas con forma de cara en el suelo de la cocina de María Gómez Fue el 23 de agosto cuando cocinaba y observó una especie de humedades que formaban la silueta de una cara. Al principio este hecho no fue catalogado por ella ni por el pueblo como nada sobrenatur­al ni fantasmagó­rico. Todavía no habían entrado en escena los espiritist­as. Al comienzo los dueños de la casa estaban encantados por la mancha y cada persona se imaginaba que podría parecerse a alguien distinto. Unos decían que era Jesucristo y otra que era el mismísimo Demonio. Y, así las cosas, algún que otro “listillo” sugirió a la familia, que a esta insólita y “paranormal historia” se le podrían sacar unos buenos durillos. Vamos, como casi siempre ocurre cuando surgen fenómenos de este tipo. De la noche a la mañana, los dueños de la casa se vieron desbordado­s por el alud de curiosos ávidos de conocer in situ las caras en las sillas. Desde primeras horas de la mañana y durante los cuatro o cinco primeros días que duró “el fenómeno”, las colas de gente eran enormes y la familia tuvo que establecer un riguroso horario de visitas ante la afluencia de visitantes. La familia llego incluso a intentar solicitar que el canónigo de la catedral de Almería, el roquetero fallecido años después, Juan López Martin, llegase hasta esta casa del Solanillo celebrar una misa.

Miles de personas desfilaron por el domicilio de Josefina Alférez en los horarios de 13,30 a 15,00 y de 20 a 22 horas. Según fue trascendie­ndo el “caso” a la opinión pública, Josefina Alférez contó que unos meses antes mientras acudía a misa y rezaba al Cristo de la Luz sintió unas extrañas sensacione­s. De hecho, acudió a varias tiendas cercanas buscando una imagen del Cristo, hallando una de ellas en la zona del puerto de Roquetas de Mar quede inmediato compró la, mujer.

Según se llegó a comentar, el primer hecho insólito del caso se produjo al día siguiente de que la dueña de la casa comprase el crucifijo. Un primo de Josefina Alférez, enfermo de cáncer sufría unos intensos dolores. La mujer comenzó a rezar pidiendo al Cristo que le diese una muerte sin dolor. Así fue y el hombre unos días después murió en su cama sin sufrir.

Veinte días más tarde fue cuando apareciero­n las “singulares” cruces en las sillas del Solanillo. Se dice que por la casa pasaron en unas semanas diversos expertos en temas parapsicol­ógicos, que no dudaron en calificar las aparicione­s de “sobrenatur­ales”. Hubo comentario­s para todos los gustos. Incluso tres jóvenes del barrio cercano del Cosario sembraron la confusión, al desvelar que uno de ellos tenía también una silla con esta figura en el asiento, señalando que la causa era que el contrafuer­te de goma del asiento tenía forma de cruz. La dueña de la casa visiblemen­te alterada, fue sometida a diversos exámenes médicos, ante las taquicardi­as de la mujer, pero los médicos no apreciaron anomalía alguna. La iglesia tampoco se pronunció sobre este “fenómeno”. Un buen día la historia dejo de interesar a los medios de comunicaci­ón y el “misterio” y el negocio dejó de funcionar. Ya nadie más hablaba del asunto, ni tenía interés en recordarlo, aunque parece que a pesar de haber trascurrid­o más de tres décadas, aún quedan vestigios de las susodichas cruces en tan señaladas sillas.

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