La utilidad de la vida
Si hay una etapa difícil de comprender y aceptar es la vejez. Mientras eres joven el ruido de la fiesta del vivir te distrae, hasta que la finitud de la experiencia humana se manifiesta. El cine nos muestra con rotundidad la aventura de hacernos mayor. Películas como “Una historia verdadera”, “Arrugas”, “Cocoon”, “Cuentos de Tokio” o la última etapa del maestro Clint Eastwood, nos lo recuerdan.
Pero en esta aventura no todos los ancianos son iguales: algunos mantienen el humor y otros parecen eternos niños malcriados e incluso algunos abrazan con agradecimiento el don de poder existir. Pensemos en Alvin de la película “Una historia verdadera” y cómo ante la muerte inminente de su hermano, decide hacer las paces tras años de distanciamiento. Alvin hace un camino interior con su cortadora de césped, viajando a ver a su hermano. Igual que nuestra piel envejece, nuestro interior acumula también arrugas invisibles; atascos mentales y emocionales que nos enfadan con la realidad. Como dice la cantante Rozalén en “Girasoles”, todo lo que no se atiende tarde o temprano reaparece.
Desde hace unas décadas, existe un abismo entre “hacer” y “ser”; no somos lo que hacemos, somos mucho más. Hay un virus ideológico que confunde el valor de la vida con lo que somos capaces de hacer; ¿mientras sea útil, mi vida tiene sentido? Sin embargo, la presencia de una abuela o abuelo en un hogar, incluso en su última etapa, aporta a la familia una perspectiva única. Mirar a un anciano, te recuerda la finitud de tu propia vida. No hay herencia más valiosa que aquella que te enseña a saborear cada etapa de la vida. ¿Se puede disfrutar de ser anciano?
El papa Juan Pablo II, aquel que mostró su vejez en directo, dijo que a pesar de las limitaciones que le habían sobrevenido con la edad, conservaba el gusto de la vida. Pienso en la anciana Rose de “Titanic” y en cómo arrojaba el collar millonario al profundo y oscuro océano. Como si hubiese encontrado un sentido a la vida más profundo. Cada persona mayor que veamos hoy a nuestro lado (mírenla), tiene un valor inmenso por el mero hecho de ser y estar; su presencia es su profunda y necesaria utilidad.