La Voz de Almería

La calle que costearon los fruteros

● La Asociación Frutera pagó el adoquinado entre la Puerta de Purchena y el Mercado Central ● Fue Rambla de los Hileros, Paseo de Pescadores, calle de Calderón y del Obispo Orberá

- Eduardo de Vicente epino@lavozdealm­eria.com

Cuando la gran riada del once de septiembre de 1891, la actual calle del Obispo Orberá, que entonces era más rambla que calle, sufrió grandes desperfect­os debido a la violencia con que las aguas bajaron desde las pendientes del Quemadero a través de las calles de Regocijos y Alfareros. Los vecinos tuvieron que refugiarse en los ‘terraos’ más altos viendo que el torrente se llevaba a su paso carros y todo tipo de enseres envueltos en piedras y barro.

Desde entonces se hizo más necesario aún poner en marcha el viejo proyecto del encauzamie­nto de la Rambla y de la modernizac­ión de las avenidas principale­s que como la calle del Obispo Orberá estaba tan expuestas a las inundacion­es.

La del Obispo fue una de las grandes avenidas que se gestaron en la ciudad a partir del derribo de las murallas y la expansión hacia levante en la segundad mitad del siglo XIX. En el año 1872 el Ayuntamien­to de Almería aprobó la línea y rasante de lo que entonces se llamaba Rambla de Hileros, bautizada unos años después con el nombre de calle de Calderón. Aquel escenario también llegó a ser conocido con el nombre de ‘Paseo de los Pescadores’, ya que antes de que allí se empezara a construir el nuevo Mercado de Abastos, fue el lugar elegido por los vendedores de pesca-* do para instalar sus puestos ambulantes. La vieja calle de Calderón nacía en la Puerta de Purchena y se prolongaba en descenso hasta la desembocad­ura de la Rambla de Belén.

Fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando empezaron a construirs­e grandes viviendas y cuando sus propietari­os comenzaron a exigirle al ayuntamien­to que invirtiera para que la calle dejara de ser un muladar y para que la rambla que por ella atravesaba dejara de ser una amenaza continua. La conocida entonces como Rambla de los Hileros había servido de escenario a las ferias de ganado y de mercado ambulante a los vendedores de pescado que allí se instalaban. En 1879, ya sin ferias y sin pescadores, el lugar seguía presentand­o grandes carencias como así quedó reflejado en una coplilla que se puso de moda en aquel tiempo en la ciudad, dirigida al acalde, que decía: “La Rambla de los Hileros, llena de quejidos y roña, eleva hasta don Juan Oña sus quejidos lastimeros. ¿No tiene usted dinero? El remedio es natural: por prestación personal mande limpiar esa vía, y así merecerá usía alabanza universal”.

Lentamente, la calle fue ganando el prestigio que le dieron algunos edificios importante­s que en ella se instalaron, como fue el del gran teatro Apolo, que desde 1882 ocupó el solar dejado por el antiguo teatro de Calderón, contribuye­ndo al realce de la avenida. En aquellos tiempos la calle estaba dividida en dos andenes y en medio el viejo cauce. Existía un puente rústico construido con maderas frente a la misma puerta del teatro que comunicaba las dos aceras.

Desde finales de 1886 la calle de Calderón llevó el nombre del Obispo José María Orberá y Carrión, que había fallecido ese mismo mes, y al que la ciudad quiso reconocer públicamen­te, por las muchas obras dejadas durante su mandato, entre ellas la del edificio del colegio monasterio de la Compañía de María, una obra promovida por el propio pelado, que puso la primera piedra en 1882. Dos años después del comienzo de las obras del colegio religioso se iniciaron los trabajos para levantar los muros de defensa de los malecones y proteger la calle de los terribles efectos de las riadas.

Desde 1892 la calle se revitalizó con la puesta en funcionami­ento del nuevo Mercado Central, que cambiaría el alma de la avenida. Desde entonces, la presencia de mercaderes fue una constante en la calle, provocando en muchas ocasiones las frecuentes quejas de los vecinos.

A finales de 1908 la opinión pública pedía una gran reforma para adaptarla la calle a los nuevos tiempos. En 1910 se iniciaron los trabajos con la rectificac­ión de rasantes, una obra que fue necesario llevar a cabo para suavizar la pronunciad­a pendiente de la calle. Esa profunda remodelaci­ón de la calle del Obispo pasaba por el adoquinado completo, desde la Puerta de Purchena hasta la desembocad­ura en la Rambla. Como las arcas municipale­s no podían costear una obra de tanta envergadur­a, fueron los miembros de la llamada Asociación Frutera, que tenían sus negocios en la Plaza de Abastos, los que reunieron el dinero para adoquinar el primer tramo, desde la Puerta de Purchena hasta el Mercado Central.

Los problemas económicos del ayuntamien­to llegaban a tal punto que se le pidió a los vecinos de la calle que construyer­an ellos por su cuenta las aceras, mientras se completaba el adoquinado. Los vecinos se negaron a poner su dinero en una obra municipal lo que creó un serio conflicto entre las partes. Ante la negativa de los propietari­os de las viviendas, el ayuntamien­to se plantó diciendo que si ellos no colaboraba­n no continuarí­an adelante los trabajos para adoquinar el segundo tramo de la calle. El 13 de mayo de 1910 se reunieron en la Casa Consistori­al los propietari­os de la calle del Obispo con el alcalde, Moreno Gallego para llegar a un acuerdo amistoso y permitir que las obras pudieran llegar a su fin.

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La calle Obispo Orberá fue adoquinada entre 1910 y 1911 con dinero público y privado.
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