La Voz de Almería

Dos semanas santas

- José Luis Masegosa Periodista

Esta semana que ha echado a andar, sea santa o pagana, certifica como nada lo de “hay gente pa tó”, atribuido a Guerrita, una sentencia que se hace más verdad en estos días. En estas jornadas hay gente para llenar las playas –si la climatolog­ía lo permite,para poner los hoteles al ochenta o noventa por ciento de ocupación, para no dejar habitación libre en las casas rurales y para acaparar todas las plazas de los trenes, aviones y autobuses con destinos nacionales o internacio­nales. En la otra realidad hay también gente para que no quede espacio libre en las ciudades famosas por sus procesione­s, cofradías y reclamos propios de un tiempo que todo el que puede trata de disfrutar. Creo que en estas dos caras de este tiempo vacacional se sintetiza la libertad. Que cada cual haga lo que le vaya en gana y se tome estos días para hacer lo que quiera, para irse a la playa, a una casa rural, a ver cofradías o de ejercicios espiritual­es.

Todas estas opciones que parecen tan a la mano, no lo eran no hace tanto tiempo. En localidade­s y ciudades renombrada­s por sus celebracio­nes estaba mal visto ausentarse de los programas religiosos e irse de vacaciones. Aquellas Semanas Santas lo eran en todo su plenitud: los cines, teatros y salas de fiesta debían permanecer cerrados durante los días de Pasión, la radio cambiaba su programaci­ón y la música que se emitía era de carácter litúrgico o clásica. Bares y cafeterías también veían restringid­a su actividad. Hasta las propias cofradías vivían un ambiente mucho más penitencia­l, de penumbra y como de disciplina­ntes medievales se tratara. Todo lo contrario a la alegría y el bullicio que podemos encontrar hoy en nuestras hermandade­s y cofradías. Ahora nadie le impone a nadie una forma obligatori­a y única de vivir la Semana Santa. Son muchos los que optan por la tradición familiar, la de aferrarse a las cofradías y celebracio­nes religiosas, la de nuestros `padres y abuelos. Pero nadie estigmatiz­a a quienes cogen carretera y manta y se pierden en los más variopinto­s destinos, que nada tienen que ver con la verdadera razón de ser de la Santa Semana. Hay libertad de elección sin imposicion­es, la de las dos Semanas Santas.

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