Soponcio para el culimundismo
A estas alturas de la vida llevo bajo las alas contramedidas y cautelas de espoleta rápida contra los señuelos de la demoscopia, los estudios pagados y los relatos interesados. Por eso he recibido con una descarga de indiferencia el informe que acaba de hacer público una comercializadora tecnológica española especializada en la venta de segundas residencias -“Spain Happy Index”- que señala que Almería es la ciudad con el mayor índice de felicidad de toda España. La noticia ha tenido un eco informativo más bien discreto entre la precipitación de procesiones y ventarrones de esta Semana Santa, pero no les quepa duda de que si el estudio hubiera señalado lo contrario, aquí habrían pasado cositas. Seamos serios: un trabajo diciendo que Almería es un buen sitio para vivir es algo que no interesa a casi nadie, pero… ¿se imaginan un estudio que dijera que Almería es la peor ciudad de España? Bueno, bueno, bueno. Eso habría hecho las delicias de toda esa escolanía de apesadumbrados que a diario exponen en las redes sociales que Almería está en un estado pésimo y mortecino, que están a la que salta para oponerse a cualquier iniciativa al tiempo que se quejan por la ausencia de propuestas y que, en definitiva, sitúan a Almería como epicentro global del culimundismo. Pero no serían los únicos en gozarlo.
Ese informe negativo habría tenido una rápida traducción tipográfica en una prensa que habitualmente concede más espacio a la proyección de la pesadumbre que a la construcción de un relato de futuro ilusionante. ¿Y qué decir ya de una oposición municipal que se pasa el día rebuscando en el Facebook nichos de malestar vecinal para intentar abanderarlos? Por eso digo que la inteligencia cronológica que otorga el paso del tiempo indica que, del mismo modo que no hay que creerse demasiado a los que proclaman que vivimos en el paraíso, tampoco hay que hacer puñetero caso a los que a diario exhiben su pesadumbre por lo mal que a su juicio está siempre todo en Almería.