Cerrado por abandono
Hace algunas semanas, encontré en un pueblo de nuestra provincia una de esas recurrentes pero estrafalarias oficinas bancarias ambulante que, caída la tarde del domingo, aguardaba la mañana del lunes para atender a la ansiada clientela que llevaría no sé cuántas lunas de espera. En la vida de un pueblo, los servicios bancarios son fundamentales. Son el corazón que bombea la sangre necesaria para mantener la economía local viva y funcionando. Sin embargo, la supresión de estos servicios causa graves perjuicios a los vecinos, especialmente a los jubilados y personas mayores que constituyen la mayoría de clientes en estos lugares.
Imagínese por un momento a una anciana que ha vivido toda su vida en un pequeño pueblo, confiada en su banco local para realizar sus transacciones financieras. De repente, se entera de que el banco ha decidido cerrar sus puertas, obligándola a desplazarse a otro pueblo para poder acceder a sus ahorros. ¿Cómo se sentiría esta persona? Seguramente abandonada, discriminada y desamparada. La falta de servicios bancarios en los pueblos también repercute en el comercio local, en la agricultura y en la vida social de la comunidad en su conjunto. Sin un banco cercano, los pequeños empresarios tienen dificultades para obtener créditos, los agricultores no pueden realizar sus transacciones con normalidad y los vecinos se ven obligados a desplazarse para realizar gestiones que antes podían hacer a la vuelta de la esquina. Es por eso que la supresión de estos servicios no solo es un problema económico, sino también un problema social y de accesibilidad. Las autoridades locales y las entidades bancarias deben tomar en cuenta las necesidades de estos lugares y buscar soluciones que permitan mantener estos servicios vitales para la comunidad, pero no hacen absolutamente nada. Los servicios bancarios son un pilar fundamental en la vida del mundo rural que garantizan la igualdad de acceso a los servicios básicos y contribuyen al desarrollo y bienestar de sus vecinos que se ven privados de un derecho fundamental y se sienten discriminados en su propia comunidad, donde mañana pueden darse de bruces con un gracioso cartelito: Cerrado por abandono.