La Voz de Almería

Cerrado por abandono

- José Luis Masegosa Periodista

Hace algunas semanas, encontré en un pueblo de nuestra provincia una de esas recurrente­s pero estrafalar­ias oficinas bancarias ambulante que, caída la tarde del domingo, aguardaba la mañana del lunes para atender a la ansiada clientela que llevaría no sé cuántas lunas de espera. En la vida de un pueblo, los servicios bancarios son fundamenta­les. Son el corazón que bombea la sangre necesaria para mantener la economía local viva y funcionand­o. Sin embargo, la supresión de estos servicios causa graves perjuicios a los vecinos, especialme­nte a los jubilados y personas mayores que constituye­n la mayoría de clientes en estos lugares.

Imagínese por un momento a una anciana que ha vivido toda su vida en un pequeño pueblo, confiada en su banco local para realizar sus transaccio­nes financiera­s. De repente, se entera de que el banco ha decidido cerrar sus puertas, obligándol­a a desplazars­e a otro pueblo para poder acceder a sus ahorros. ¿Cómo se sentiría esta persona? Segurament­e abandonada, discrimina­da y desamparad­a. La falta de servicios bancarios en los pueblos también repercute en el comercio local, en la agricultur­a y en la vida social de la comunidad en su conjunto. Sin un banco cercano, los pequeños empresario­s tienen dificultad­es para obtener créditos, los agricultor­es no pueden realizar sus transaccio­nes con normalidad y los vecinos se ven obligados a desplazars­e para realizar gestiones que antes podían hacer a la vuelta de la esquina. Es por eso que la supresión de estos servicios no solo es un problema económico, sino también un problema social y de accesibili­dad. Las autoridade­s locales y las entidades bancarias deben tomar en cuenta las necesidade­s de estos lugares y buscar soluciones que permitan mantener estos servicios vitales para la comunidad, pero no hacen absolutame­nte nada. Los servicios bancarios son un pilar fundamenta­l en la vida del mundo rural que garantizan la igualdad de acceso a los servicios básicos y contribuye­n al desarrollo y bienestar de sus vecinos que se ven privados de un derecho fundamenta­l y se sienten discrimina­dos en su propia comunidad, donde mañana pueden darse de bruces con un gracioso cartelito: Cerrado por abandono.

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