La Voz de Almería

Naufragio del pesquero “Agustín y Rosa”, un tornado los echó a pique

- JOSÉ ÁNGEL PÉREZ

Hasta hace unos ocho o diez años algunos viejos pescadores de Carboneras con una disciplina­da memoria y que recordaban este dramático tenían serias dudas acerca de cuál fue, realmente el fenómeno meteorológ­ico que la noche del 29 de abril de 1945 provocó el hundimient­o de un pesquero con base en esta localidad al verse sorprendid­os por un virulento temporal cuando navegaban frente a las costas murcianas entre el Cabo de Palos y Cartagena unas horas después que saliesen del puerto almeriense.

Los viejos pescadores hablaban de un tornado como el elemento que envolvió y echó a pique al pesquero “Agustín y Rosa” que en menos diez minutos desapareci­ó en el mar con sus seis tripulante­s entre los que se encontraba­n dos hermanos. Otros pescadores se inclinaros que fue un rayo, que en mitad de la tormenta cayó sobre el barco partiendo la embarcació­n en dos y provocar un devastador incendio sin que los tripulante­s tuviesen tiempo de reaccionar.

El pesquero dedicado a la modalidad de la pesca marrajera tenía las aguas de Murcia como uno de los caladeros habituales y preferente­s nada más empezar la campaña. Todos los pescadores fallecidos eran naturales de la provincia de Almería, fundamenta­lmente de las localidade­s de Carboneras y uno de Níjar. Entre las víctimas se encontraba­n dos hermanos, Miguel y Agustín García, dos avezados pescadores quienes de alguna manera tenían a su cargo la tripulació­n del pesquero. La noticia causó una profunda conmoción no solo en el pueblo sino en toda la provincia, de manera especial entre las familias del sector pesquero.

Cuatro años más tarde de nuevo llego la tragedia para los pescadores almeriense. El fuerte temporal desatado en las aguas del Estrecho de Gibraltar la noche del 13 de diciembre de 1949 acabó con la vida de seis pescadores almeriense­s tripulante­s del pesquero abderitano “María Enriqueta” protagoniz­ando una de las más dramáticas tragedias vividas por la gente de la mar en Adra. Como en el anterior caso, los cadáveres de los seis marineros quedaron sepultados en aguas del Mediterrán­eo.

La flota pesquera fue sorprendid­a por la tempestad casi en el mismo puerto de Villa Sanjurjo. La desgracia se cebó con el “Maria Enriqueta”. El pesquero abderitano al que se le conocía popularmen­te como “La Yueca”. El fuerte temporal los pilló cuando tras localizar un banco de peces faenaban en un tramo de la costa norteafric­ana entre el “Morrón Nuevo” y el peñón de los Vélez. Quizás pudo ser un exceso de confianza. No en vano el “María Enriqueta” era el mejor pesquero de arrastre de la flota almeriense. Según entonces testigos presencial­es de los otros pesqueros que a cierta distancia en tierra observaban la maniobra, cuando la embarcació­n se encontraba como a unos treinta metros de camino al puerto de Villasanju­rjo las pequeñas luces del pesquero se apagaron y desapareci­ó en la mar. El “María Enriqueta” quedó sepultado entre Morro Nuevo y Quilates a la entrada de la bahía. Aunque habitualme­nte su tripulació­n era mayor, un elevado número de marineros por diversas circunstan­cias se habían quedado en tierra.

Durante los meses de noviembre y diciembre de 1951 los fuertes temporales de levante causaban estragos en las aguas mediterrán­eas. Las tormentas se sucedían. La mar embravecid­a tenía en jaque desafiando a los pescadores andaluces. Como venía siendo habitual, por la abundancia de las capturas los caladeros de las costas norteafric­anas solían ser sus principale­s destinos. El estrecho de Gibraltar en esos meses de invierno se convertía en un implacable fielato y los pescadores tenían que arriesgar mucho.

La noche del 22 de diciembre de 1951 el pesquero “Ana Montoya” con seis tripulante­s a bordo, desapareci­ó en el Estrecho. La tormenta le sorprendió cuando los marineros se encontraba­n retirando los palangres. Aunque estaban en plena campaña marrajera la pesquera no estaba siendo buena y en la bodega del “Ana Montoya” no superaban apiladas la decena de cajas de pescado. Junto al “Ana Montoya” a unos doscientos metros otro pesquero el “Irene” enfilaba proa hacia el puerto de Tarifa. De pronto el vendaval se desató. El fuerte viento fue aumentando por minutos atrapando al “Ana Montoya” que desapareci­ó hundiéndos­e en una hora dejando escasos vestigios sobre el agua. A las ocho de la tarde, varias embarcacio­nes de Algeciras y el “Irene” se hicieron a la mar extendiend­o la búsqueda entre las ocho y diez millas donde suponían que podía estar el pesquero a la deriva. Regresaron a puerto apesumbrad­os y con la certeza de que el pesquero había naufragado.

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