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CAMINO LA ETERNA FASCINACIÓN POR EL FIN DEL MUNDO
LA RUTA JACOBEA, QUE HUNDE SUS ORÍGENES EN TIEMPOS ANTERIORES A LA CRISTIANIZACIÓN, CONECTA LA COSTA DA MORTE CON EL MUNDO Y ES UNA PUERTA DE ENTRADA IDEAL PARA CONOCERLA.
En 1480 el dominico alemán Felix Faber, en uno de los primeros relatos que se conservan al respecto escribía: «Después de aquello no hay más mundo; hay agua poderosa que nadie conoce». Hace dos semanas, en un foro promovido por una conocida marca de alimentación, otro peregrino, en este caso polaco, explica que «resulta maravilloso lo que se siente mirando a la inmensidad del mar cuando se pone el sol». Hablan de lo mismo, de la fascinación que en el ser humano ha generado, por lo menos del siglo II, los tiempos del Finis Terrae romano y la leyenda del Ara Solis, el altar del sol, por llegar al fin del mundo conocido. De ahí, el Camino a Fisterra y Muxía, que ya aparece en el Códice Calixtino del siglo XII, esté considerado como muy anterior al Camino de Santiago asociado a los restos del Apóstol. De hecho, la mayoría de historiadores coinciden que no se trata más que de la tendencia habitual del medievo a cristianizar toda tradición o creencia pagana preexistente. Seguramente así es como la Costa da Morte entra en el catálogo de las pe- regrinos a Santiago que surcan Europa, aunque eso realmente ahora sea lo de menos, porque lo importante es la vida que tiene la ruta, todas las maravillas que permite descubrir y la, todavía ausencia de saturación, que empieza a castigar algunos tramos del Camino Francés.
Naturaleza. Todos los caminos tienen encanto natural, pero probablemente en ninguno se observe con tanto vigor la exuberancia y el vigor del clima atlántico, que se va manifestando entre espacios fluviales, desde Ponte Macei- ra (entre Negreira y Ames) a Ponte Olveira (entre Mazaricos y Dumbría) antes del alto de A Armada (Cee), el primer punto desde el que se divisa el mar y luego todo el trazado ya rozando el litoral por la ría de Corcubión ofrece escenas de postal, que eclosionan frente al Atlántico en el cabo Fisterra y en la punta da Barca.
Patrimonio. Aunque en la ruta hay valores anteriores como petroglifos, dólmenes y castros y también muestras destacadas de arquitectura civil los vestigios religiosos lo dominan todo, con la iglesia gó- tica de Santa María das Areas de Fisterra y la románica de San Xiao de Moraime, con todo su entorno monástico, como principales valores.
Cosmopolitismo. El Camino, además de una inyección económica importante para una zona condenada por el declive de los sectores primarios, ha convertido la zona, y particularmente Fisterra, en un crisol de lenguas, nacionalidades culturas,... que se empieza a notar en todos los frentes, desde la presencia de otras gastronomías hasta la evolución de los usos sociales.