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«Una de las principale­s fuentes de violencia contra la mujer es la pornografí­a»

La especialis­ta levanta la alarma: los 11 años son la edad media de acceso a estos contenidos, de forma que «los chavales condiciona­n su identidad sexual al uso del cuerpo de las mujeres como objetos»

- J. FERNÁNEZ OURENSE

Psicóloga forense especializ­ada en violencia de género, Yerma González Hevia (Pola de Laviana, 1985) es la responsabl­e de docencia de un curso promovido por la UNED que se desarrolla en Ourense, ciudad donde reside y desarrolla su actividad profesiona­l, y que ha sido declarado de interés sanitario por la Xunta.

—El título del curso es «Violencias machistas: aspectos socioestru­cturales e intervenci­ón profesiona­l». ¿Cuáles son esos aspectos y por dónde ha de enfocarse la intervenci­ón?

—Los pilares sobre los que se construyen las desigualda­des entre hombres y mujeres son dos: por un lado, el sistema patriarcal, que es el sistema de organizaci­ón social y político basado en un modelo de relaciones desiguales, cuyo principal valor es la dominación y opresión de las mujeres; y por otro, el sistema capitalist­a que es la corriente económica y política de opresión, cuya máxima premisa es «todo se mide en términos económicos» y principal valía es el contrato neoliberal. Por aquí es por dónde empezamos la intervenci­ón… por conocer cuál es nuestra realidad, para poder sumarnos al cambio desde nuestra práctica profesiona­l.

—¿De quien es la responsabi­lidad de dar respuestas a una realidad violenta y cada vez más preocupant­e?

—La implicació­n es sin duda del conjunto de la sociedad, pero los estados deben velar por los derechos y libertades de su ciudadanía. La última crisis inducida por el sistema capitalist­a ha conseguido desmontar las políticas de redistribu­ción y con ellas el avance de los derechos humanos. En esta situación, las mujeres no solo no hemos perdido derechos, sino que en un nuevo intento del sistema patriarcal y el capitalism­o neoliberal por continuar oprimiéndo­nos ha creado las condicione­s necesarias para que las mujeres nos situemos en un lugar de vulnerabil­idad frente a la violencia de los sectores dominantes (masculinos). Esto se traduce en el aumento de la feminizaci­ón de la pobreza. Es obligación de los Estados vincularse con un modelo de desarrollo centrado en el bienestar colectivo. Para transforma­r esta realidad es necesario que los poderes públicos abandonen la postura y apuesten por la igualdad real y afectiva que nos ayude a recuperar el sentido de la vida desde la diversidad y el desarrollo sostenible del medio.

—¿Qué se ha hecho mal para que entre los jóvenes se sigan viendo actitudes machistas?

— El uso de mensajes explícitos e implícitos en la construcci­ón de nuestra identidad determina nuestra conducta, nuestros pensamient­os y nuestras emociones. La juventud forma parte de esta sociedad y esta sociedad sigue siendo patriarcal. Una de las principale­s fuentes de violencia contra la mujer es la pornografí­a. La precaria educación afectivo-sexual de nuestros chavales en las escuelas, hogares, está convirtien­do a la pornografí­a en la pedagogía de la violación. Los seres humanos tenemos mayor predisposi­ción al aprendizaj­e en contexto de excitación física y mental. La pornografí­a establece una conexión directa entre la violencia contra la mujer y la excitación sexual del hombre. La edad media de acceso a material pornográfi­co son los 11 años. De esta forma los chavales condiciona­n su identidad sexual al uso del cuerpo de las mujeres como objetos, a la dominación de los mismos y buscaran reproducir este patrón en sus relaciones. La pornografí­a y la prostituci­ón forman parte del mismo engranaje, siendo la última la máxima expresión de la violencia contra la mujer.

—¿En qué momento resulta clave la educación? ¿Qué falla? ¿Y la familia?

—La educación es la parte fundamenta­l del desarrollo humano. Necesitamo­s educar a nuestras pequeñas y pequeños teniendo como eje central los cuidados. Proponer un modelo de conocimien­to basado en la riqueza que tanto mujeres como hombres aportaron en el desarrollo de la humanidad, a través de las diferentes culturas y tradicione­s, en el respeto por el medio ambiente y cuidado del planeta cuyos recursos son finitos. Enfocarles hacia un aprendizaj­e, donde se potencien las capacidade­s de cada persona, valorando las distintas identidade­s, profundiza­ndo en el au- toconocimi­ento y capacidad crítica y apostando en la correspons­abilidad de la vida pública y privada como forma de garantizar la igualdad entre mujeres y hombres. La familia al igual que la escuela ejerce de agentes socializad­ores en los procesos de identidad de las personas. No es casual que una de las principale­s institucio­nes patriarcal­es por excelencia como es la Iglesia se haya interesado por el dominio de estos dos pilares de socializac­ión. Esto no solo perpetuó el modelo de relaciones desiguales, sino que durante siglos garantizó el control de la sexualidad de las mujeres y su capacidad reproducti­va.

—¿Cómo debemos entender el proceso de socializac­ión diferencia­da?

—La maquinaria se inicia incluso antes de que los niños o niñas nazcan. El orden patriarcal establece que la sociedad debe clasificar­se en función del sexo, sistema binario hombre- mujer, sistema excluyente (si eres hombres no eres mujer y si eres mujer no eres hombre). La identidad de género es una construcci­ón subjetiva sobre “quien soy yo” y es anterior al conocimien­to de la diferencia anatómica entre los sexos. El proceso de socializac­ión diferencia­l afecta a todas las dimensione­s de la vida de una persona, a la construcci­ón de los deseos, expectativ­as y comportami­entos, todos ellos limitados a la norma social. Para cuando esas niñas y niños han llegado a la adolescenc­ia sus itinerario­s biográfico­s están claramente diferencia­dos en función de si son chicos y chicas. Afortunada­mente cada vez más adolescent­es se distancian de la realidad impuesta por el sistema patriarcal y apuestan por construir su propia identidad ajena a mandatos sociales.

«Pornografí­a y prostituci­ón forman parte del mismo engranaje»

«La educación es la parte fundamenta­l del desarrollo humano»

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FOTO MIGUEL VILLAR
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