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Suacasa proyecta su ampliación
La residencia de San Sadurniño pretende crear unidades de convivencia
María del Mar López Vigo, vecina de Silvalonga (San Sadurniño), y su marido, Enrique Bartolomé Maestu, burgalés, abrieron en 2008 Suacasa, una residencia privada de mayores. «Teníamos mayores en casa, llevamos a mis suegros a algunos centros y no encontrábamos lo que queríamos. Entonces decidimos hacerlo nosotros», explica María del Mar. ¿Qué buscaban? «Un sitio en el que los mayores estuvieran como en casa, pequeño, con atención personalizada, y eso es lo que hemos conseguido crear. Nadie confiaba mucho en nosotros, pero estamos contentos, sobre todo con el equipo que tenemos, que es lo más difícil de conseguir», subraya.
Hace ya 12 años que pusieron en marcha el centro, en Silvalonga, un edificio de nueva construcción en un entorno rural, justo lo que perseguían. Disponen de 24 plazas y cuentan con un equipo —«estupendo», remarca la propietaria— de 19 personas. En vista del buen funcionamiento de la residencia y de la demanda existente, hace dos años decidieron montar un hogar residencial y una casa comunitaria en la ciudad de Ferrol.
Después compraron el edificio contiguo con la idea de habilitar una mini residencia. «Hace unos días que el arquitecto metió el proyecto en el registro de la Xunta, pero ahora, con el tema del coronavirus, estamos pensando en venderlo. No sabemos qué hacer, si alguien más joven lo quiere comprar y lo saca adelante... La demanda no tiene duda», señala la principal impulsora de esta iniciativa.
Los dueños de Suacasa tienen otro proyecto en mente, la ampliación de la residencia de San Sadurniño, pendiente de la compra de los terrenos. «La idea sería agrandar la nuestra [con una construcción anexa] y poder cubrir la demanda, lo que la gente nos pide», apunta. ¿Qué solicitan los potenciales usuarios o sus familias? «Unidades de convivencia especializadas, para personas con alzhéimer, para las que no tienen problemas cognitivos... Cada unidad dispondría de sus habitaciones, con baño, para poder cubrir las necesidades específicas de cada grupo, que son diferentes de las de los demás. La gente quiere tener su espacio, además de zonas comunes, para poder estar tranquilamente en su habitación leyendo, por ejemplo», añade.
En las instalaciones actuales cuentan con ocho habitaciones dobles y ocho individuales, «pero todas las personas, con distintas capacidades, están juntas, y solo hay una habitación con baño propio». La mayoría de los usuarios son dependientes, aclara, «pero hay gente que no quiere estar sola en su casa y prefiere venir al centro, pero que puede hacer vida autónoma», indica. «Hemos tenido gente con coche, que iba y venía a su casa; y hay residentes temporales, por una rotura de cadera, hasta que mejoran, o por otro motivo», abunda. María del Mar tiene claro que «este trabajo es vocacional» y reconoce que «aprendes mucho con los mayores, es muy enriquecedor, tanto con las personas que están muy lúcidas como con las que no tanto, aunque hay momentos duros, muy duros».