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El paraíso entre dos mares

Entre el batido Atlántico y la sosegada ría de Arousa, O Grove emerge como una península verde en la que todos los milagros son posibles

- ROSA ESTÉVEZ

Hay lugares que tienen un efecto balsámico sobre el espíritu. Puntos en los que el horizonte se abre, inmenso, y nos permite disfrutar de esos rayos de sol que se filtran entre las nubes e iluminan, como un foco, un pedazo de mar. La imagen nos la brinda, generosa, la playa de A Lanzada: dos kilómetros de arena y de Atlántico. De aguas frías y vigorizant­es; de dunas en las que anida, protegida por el empeño humano, la píllara, una especie de ave en peligro de extinción. La playa, destino soñado durante el largo invierno por miles de bañistas, es un símbolo de O Grove. Esa tierra fértil que emerge entre el batido mar del océano Atlántico y el sosiego reparador de la ría de Arousa lleva más de cien años recibiendo viajeros necesitado­s de recomponer su cuerpo y también su alma. Cualquiera diría que aquí los milagros pueden ocurrir.

O Grove nació como destino turístico gracias a la isla de A Toxa y a sus aguas termales. Los manantiale­s siguen siendo un reclamo atractivo, enriquecid­o por el paso del tiempo por la historia del lugar, por monumentos singulares como el puente construido a principios del siglo XX con el entonces innovador hormigón; o la capilla de San Caralampio, la única cubierta de conchas por todas las esquinas. En los últimos años, la isla ha ganado un nuevo atractivo: el Monte Central. Un gran parque público en el que, entre los imponentes árboles que le dan textura, se esconde una pequeña aldea mágica, la de los Grobbits: un sueño para as familias con niños pequeños y adultos con imaginació­n.

Los caminos que cruzan el Monte Central de A Toxa insinúan otro de los placeres de los que se puede disfrutar en O Grove: largos paseos por los montes de la localidad. Algunos senderos se pierden en la espesura de A Siradella. Otros discurren junto al mar, permitiénd­onos olvidarnos del mundanal ruido de lo cotidiano y regodearno­s en el ir y venir de las olas que baten contra las rocas. Relajante y hermoso es, por ejemplo, el tránsito entre la zona de Moreiras —donde está el acuario, el Museo de la Salazón o un conjunto escultóric­o de figuras relacionad­as con el mundo del mar— hasta la punta de O Carreiro, donde junto a una espectacul­ar playa se encuentra el yacimiento arqueológi­co de Adro Vello. Puestos a caminar, también lo podemos hacer sobre madera, siguiendo los caminos de Pedras Negras o el que acompaña la arena de A Lanzada. Si lo que queremos es dar un paseo histórico, la Ruta del Padre Sarmiento se extiende a lo largo de 29 kilómetros en O Grove. Aunque si lo que buscamos son recorridos reconocido­s por la Federación Galega de Montañismo, tenemos la ruta de Adro Vello y la de Con Negro.

Desde lo alto

Caminando también podemos disfrutar de otras maravillas de esta península: espacios naturales de una riqueza tan incuestion­able que gozan de protección ambiental (Zona ZEPA y Ramsar). Paisajes sorprenden­tes como el de la Lagoa Bodeira, o el de la ensenada de O Grove, dos auténticos manantiale­s de vida que en invierno son habitados por miles de aves migratoria­s.

Intentemos disfrutar de O Grove como lo hacen estos pájaros: desde lo alto. Desde la cumbre de A Siradella, o desde el mirador de Con da Hedra podemos disfrutar de fabulosas panorámica­s sobre las tierras y los mares. Desde allí arriba, además, podremos gozar en las noches claras del firmamento, de las estrellas, del infinito. Y es que O Grove es eso, una puerta abierta al universo.

O Grove es un pueblo de mar. Marisqueo, pesca y el cultivo del mejillón son tres de los ejes sobre los que se vertebra la economía de esta localidad arousana. La transforma­ción de esos productos es otra de las especialid­ades de un pueblo con un tejido hostelero que durante la temporada alta genera empleo y prosperida­d. En O Grove no solo presumen de tener los mejores productos, sino que también pueden sacar pecho de la excelencia de quienes los cocinan. Las opciones para disfrutar de unas tapas sabrosas se multiplica­n en el callejero local. Y quienes busquen otro tipo de excelencia culinaria la encontrará­n en el lugar de Reboredo. En ese rincón de la parroquia de San Vicente se halla el único restaurant­e de Galicia cuya calidad ha sido reconocida con dos estrellas Michelin. Hablamos del Culler de Pau, el lugar en el que Javi Olleros regenta un establecim­iento que ha recogido la mejor tradición culinaria, la devoción por los productos locales y los ha sabido aderezar con innovación.

Rodeada de mar, la península de O Grove está ceñida por diez kilómetros de playas. Y aquí, la variedad es enorme. Los amantes de los grandes arenales y el mar abierto tienen un sinfín de posibilida­des —Lanzada, Raeiros, Area da Cruz, As Pipas, Reboredo, Area Grande...—. Igual que los que prefieren disfrutar del recogimien­to de las calas —Barreiro, Barreiriño­s, A Barrosa, Burato da Londra, Porto dos Padroneses...—. Sea cual sea el arenal que elijamos, gozaremos de los beneficios de la naturaleza, de la riqueza de las algas, de la salitre y la arena.

Tras una jornada de sol, nada como una parada en los chiringuit­os y beach clubs que jalonan la costa de O Grove. Estos establecim­ientos no solo ofrecen la posibilida­d de alimentar el cuerpo, sino que en muchas ocasiones nutren también el espíritu con conciertos y música en directo. Siguen la estela de un local que se ha convertido en un templo musical: El Náutico de San Vicente.

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La península de O Grove está trufada de rutas y caminos que discurren entre el monte y el mar.
FOTO NOMBRE AGENCIA Pie La península de O Grove está trufada de rutas y caminos que discurren entre el monte y el mar.
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Colores, texturas... La naturaleza eclosiona en lugares como Moreiras.

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