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La ruta cumple 30 años transforma­ndo el rural de Lugo

En el 93 fue reconocida como Patrimonio Mundial y los concellos empezaron a ganar infraestru­cturas, servicios y más vecinos

- UXÍA CARRERA

El 2023 fue un año para echar la vista atrás y ver cómo ha cambiado la provincia de Lugo gracias al Camino de Santiago. La ruta jacobea cumplió 30 años como Patrimonio Mundial de la UNESCO, lo que supuso un punto de inflexión con el Xacobeo de 1993.

Entonces, solo había 13 albergues públicos con 330 plazas en el Camino Francés, la primera ruta que se popularizó y que sigue siendo la más transitada. Actualment­e, los albergues turísticos ya suponen más de 5.400 plazas. En aquellos años era impensable reservar una cama, así que los caminantes se apelotonab­an a media mañana a las puertas de los centros públicos para tener algún sitio donde pasar la noche. Los vecinos de las aldeas por las que pasaba el Camino les dejaban dormir en sus casas o mismo en sus palleiras. Los alcaldes tuvieron que luchar por convencer a los vecinos de invertir en un alojamient­o privado. A partir del año 2004, la apuesta de los vecinos llegó y se multiplica­ron los alojamient­os privados. Empezó así una nueva forma de vida para los que mayoritari­amente se dedicaban al sector primario.

Para muchos concellos de Lugo, el Camino de Santiago se convirtió en el motor económico principal. Los caminos están acondicion­ados y los vecinos, acompañado­s y con negocios: «Danos moitísima vida, senón non pasaría ninguén», confiesan desde Barbadelo, en Sarria. El mejor ejemplo en O Cebreiro de cómo el Camino pudo dar una nueva vida a una aldea, convirtién­dose en un museo etnográfic­o en vivo. Este resurgir se deja ver también

en Fonfría, Fillobal, Biduedo, Gonzar, Ligonde o San Xulián do Camiño. Su cambio no solo fue obra de la administra­ción pública sino que los vecinos se preocuparo­n por tener una buena imagen que dar. La mayoría de los negocios pertenecen a habitantes locales.

Más habitantes

El Camino en estos 30 años no solo permitió que los lucenses se pudiesen quedar

en las aldeas, sino que atrajo a gente de fuera. No ha evitado que los concellos por donde pasa pierdan población, aunque sí que se ralentice. Si no fuera por la ruta, difícilmen­te vivirían en el interior de Lugo personas de Madrid, Cataluña, Alemania o Australia. Todos los que han dejado su vida atrás para mudarse coinciden al relatar su experienci­a en que «el Camino te transforma». Por eso, en su mayoría, decidieron dedicarse a negocios para peregrinos.

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FOTO ó. CELA Vecinos de Barbadelo, una aldea llena de servicios gracias al Camino.

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