No es por maldad. Por Pilar Eyre
Jesús Aguirre decía que Cayetano era muy guapo.
Princesas y niñas
¡La pasarela Quirón! ¡La monarquía a pie de calle! ¿Se han democratizado? No solo los Reyes y compañía, sino los propios periodistas. ¡Qué tiempos aquellos en los que te advertían: “El tratamiento es señor y señora”, “no den la mano fuerte” y “no se dirijan a ellos, ¡a menos que les pregunten!”. Los compañeros apostados a la puerta de la clínica donde habían operado al rey emérito inquirían con desenfado: “¿Cuándo vendrán las niñas?”. Y Letizia contestaba: “Mañana”. El Rey corregía: “Ejem… las princesas…”. A Felipe y a sus hermanas se les empezó empezó a tratar de alteza y con reverencias a los diez años. De ser criaturas normales, vieron como adultos y niños se inclinaban ante ellos: “La merienda de vuestra alteza”. Primero, reían. Pero los reconvinieron y terminaron por aceptarlo. Dos anécdotas. Doña Sofía iba en avión y una azafata le preguntó: “¿Cómo están las niñas?”. Y ella respondió secamente: “Las niñas, no sé. Pero las infantas, muy bien”. Y otra. Mientras Juan Carlos hacía la mili en Zaragoza, sus compañeros lo trataban con igualitaria camaradería. Cuando su preceptor, el severo duque de la Torre, fue a visitarlo y advirtió este compadreo y que los soldados permanecían sentados cuando su pupilo entraba en la cantina, enrojeció de rabia: “¡Caballeros cadetes, levántense y póngase firmes! ¡Cómo se atreven a tratar de tú a una persona a la que yo, que soy teniente general y anciano, doy el tratamiento de alteza real!”. Ni que decir tiene que, a partir de entonces, don Juanito se quedó más solo que la una.
De alta y con amigos
¡Don Juan Carlos! Ya recluido en Zarzuela, falta lo más duro. Una rehabilitación dolorosa y complicada. Lo único bueno es que, a raíz de las informaciones sobre la soledad
del rey que hemos ido aportando, va recomponiéndose su viejo grupo de amistades. Amigos de la infancia de Estoril, de Zaragoza, compañeros de cacerías, alguno de la época del Valle de Arán… Nobles catalanes que nunca han dejado de apoyarlo. Y también amigas, María Gabriela de Saboya, Marta Gayá y otras damas no conocidas… ¡Ha habido tantas! Me llaman de medios extranjeros asombrados por el interés que despierta aún el emérito: “Pero ¿tan buen rey
ha sido?”. Yo me quedo con la socarrona respuesta que dio su amigo, el doctor Puigvert, en una entrevista que le hizo José Luis de Villalonga: “¿Juan Carlos? Mire, usted, yo prefiero un gobernante como Luis XVI, amante de las mujeres, del buen comer y del mejor beber, beber, satisfecho con la vida y tolerante con los defectos de los demás, que un gobernante austero como Franco o Hitler, porque estos suelen ser crueles y deshumanizados, con una tendencia alarmante a aplicar la pena de muerte”.
¡Es tan guapo!
Cayetano Martínez de Irujo se ha convertido en el hombre de la semana por su autobiografía ‘De Cayetana a Cayetano’. No sé si contará en el libro la tremenda fascinación que ejercía sobre Jesús Aguirre, el segundo marido de su madre. Cuando Jesús me hablaba de los hijos de Cayetana, a cada uno le atribuía una cualidad: “Carlos será un gran duque; Jacobo, un gran intelectual…”. Y yo preguntaba: “¿Y Cayetano?”. Nunca se me olvidará la expresión del excura, arrobada, los labios muy rojos y brillantes, los ojos en blanco, sin palabras para expresarse, él, que no callaba nunca: “¡Cayetano es… es… tan…”. Y estábamos ahí Cayetana y yo apretando los puños para que se lanzase: “Es… es…”. Y acababa: “¡Tan guapo! ¡Es tan guapo!”.