No es por maldad. Por Pilar Eyre
Juan Carlos pidió a su hijo que se divorciara de Letizia.
Se había corrido el rumor de que alguien estaba sometiendo a la princesa de Asturias a chantaje, una situación muy delicada que invalidaba su camino hacia la Corona. El principal obstáculo para que Felipe reinase no era su falta de preparación, sino su mujer
FueFue el 19 de junio de 2014. ¡Los treinta minutos más duros e importantes de la vida de Letizia Ortiz! Debajo de su impecable vestido de Felipe Varela, con el rostro cuidadosamente maquillado, aunque parecía que se hubiera peinado ella misma, seguramente nunca ha estado más guapa. En apariencia serena, las tormentas más terribles sacudían su alma. Habían sido unos años espantosos para llegar a esto, una travesía del desierto que hubiera acabado con el equilibrio de la más fuerte de las mujeres. Unos años insostenibles para la Corona española, pero también para el corazón sensible de aquella muchacha plebeya que se había casado con su príncipe azul con todo el amor del mundo. “Con el ejemplo impagable de la reina Sofía quiero llegar a hacerlo bien”, había confesado con ingenuidad el día de su pedida de mano.
Letizia, a punto de tirar la toalla
Unas palabras de las que se había arrepentido muchas veces. ¡El ejemplo impagable de Sofía! ¿Cuál era? ¿Aguantar los desprecios y humillaciones de su marido con una sonrisa imperturbable para que nadie lo notara, para seguir siendo reina? No, ella no lo soportaría nunca. De hecho, había estado a punto de tirar la toalla varias veces. No por las infidelidades de Felipe, incapaz de la más mínima deslealtad, sino por la campaña que se había desatado en su contra. Se la acusaba de todo: de ser una frívola interesada solo en los modelitos y en las operaciones de estética, de tratar mal
a su suegra, de llevarse mal con las cuñadas, de tener problemas de anorexia, de no educar bien a sus hijas... ¡Por no hablar de su familia! Cuanto más penosas eran las apariciones públicas de don Juan Carlos, más arreciaban las críticas a Letizia.
Chantaje a Letizia
El Rey actuaba impunemente, viajaba a países árabes de forma privada, pero con acompañamiento oficial de su Corinna del alma, con la que se exhibía tranquilamente... El Rey balbuceaba en un discurso importante y le temblaban las manos porque la noche anterior había estado de fiesta, el Rey trataba mal a su mujer en público, ¿y el dinero? ¿De dónde salía? Pero los periodistas cortesanos continuaban defendiéndolo en un ejercicio sonrojante, digno del culto al líder de la peor época soviética. El objetivo era Letizia y hacia ella se dirigían todos los dardos. Ella lo sabía y no tenía ningún arma para defenderse. La última estocada había tenido lugar hacía pocos meses. Se había corrido el rumor de que alguien estaba sometiendo a la princesa de Asturias a chantaje, una situación muy delicada que invalidaba su camino hacia la Corona. En esas condiciones era impensable que el Rey abdicara. El principal obstáculo para que Felipe reinase no era su falta de preparación, ya que todo el mundo sabía de sus cualidades, sino que era su mujer. ¡Y Juan Carlos le pidió que se divorciara! Y añadió que él a su vez se divorciaría de Sofía y se casaría con Corinna, que tendría no un estatus de reina, pero sí de alteza real a la manera de la duquesa de Cornualles, y podrían celebrar juntos, en 2015, el 40 aniversario de su reinado con una gran fiesta a la que estarían invitados todos los monarcas del planeta, oficializando así la nueva pareja real, Juan Carlos y Corinna.
Juan Carlos emitió un comunicado
Y después sí, abdicación, pero ya moviéndose los dos con el lujo, el glamour y la influencia de unos reyes. ¿Fue un propósito auténtico y formal? ¿O solo una conversación banal en una fiesta en Inglaterra? ¿Hubo planes serios? Pero alguien con la sensatez suficiente dijo
hasta aquí hemos llegado y, después de una llamada de Felipe González en la que no sabemos qué dijo, Juan Carlos decidió emitir un comunicado que cogió por sorpresa a su propia familia: tanto Sofía como Felipe estaban en el extranjero y Letizia en casa de su padre.
“Cuanto más penosas eran las apariciones públicas de don Juan Carlos, más arreciaban las críticas a Letizia”
Las niñas estaban cansadas
En el palacio de la carrera de San Jerónimo, en esos treinta minutos en los que su marido dijo, en el primer y quizás único discurso escrito por él mismo: “Juan Carlos... Un rey excepcional pasa hoy a formar parte de la historia con un legado político extraordinario... La reina Sofía, un reinado impecable al servicio de los españoles...”. Letizia escuchó atentamente, pensando que una nueva vida se abría frente a ella. Felipe dijo por primera vez la fórmula que luego repetiría tantas veces: “La reina y yo”, y terminó con una cita del ‘Quijote’: “No es un hombre más que otro si no hace más que otro”. Después salieron a saludar al balcón del Palacio Real, donde se les vio sin saber muy bien qué hacer, faltos de las tablas que tiene la familia real inglesa: las niñas estaban cansadas y contestaban con gestos malhumorados a las carantoñas de sus abuelos (denotaban no saber quiénes eran); a Letizia se la veía delgadísima y, a la cruda luz madrileña, se advertía una fina retícula de arrugas en su terso rostro; Felipe trataba de agradar a todos; Juan Carlos, acostumbrado a ser el centro, se movía como un elefante en una cacharrería; y la única que estaba a sus anchas era Sofía, que tuvo el audaz gesto de coger a su marido por el cogote, y Juan Carlos no tuvo más remedio que dejarse besuquear, pero con una expresión hostil preludio de uno de sus famosos enfados reales. Y así pasó aquel día de hace ahora siete años.