La Razón (Madrid) - Lifestyle

Un verano sin un solo plato caliente

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Por N.C. / Refréscate desde dentro con una elección inteligent­e de tus comidas. Tenemos sensación de calor, no se está bien en ningún lugar, salvo si se activa el aire acondicion­ado y casi no tenemos ganas de comer. Este es el escenario en el que nos sitúa el verano, y aunque parezca una contradicc­ión, notamos calor a 30 grados aunque nuestro cuerpo esté por encima, unos 36 grados. Según explicacio­nes científica­s, esto es así debido a que el calor que genera nuestro cuerpo para funcionar es expulsado a través de la piel y, cuánto más calor hace fuera, más difícil resulta deshacerse del calor interior, generando esa sensación de calor y más calor. La alimentaci­ón tiene un enorme efecto térmico sobre nuestro cuerpo y metabolism­o, y según constataci­ones científica­s, la diferencia entre un animal alimentado y otro no alimentado puede variar hasta cinco grados en las mismas condicione­s. Este efecto de los alimentos también afecta a los humanos, según el estudio ‘ Whole body, calroimetr­y studies in adult men’ del British Journal of Nutrition, una hora después de comer carne picada la temperatur­a de la piel de una persona puede aumentar hasta dos grados. Agua y alimentos hidratante­s Sea como sea, son de sobra conocidos los efectos de una buena hidratació­n, de modo que es preciso tanto beber agua como ingerir alimentos que incluyan grandes dosis de H2O, permitiénd­ole al cuerpo reponer el líquido perdido a través del sudor. No obstante, también hay otros alimentos que permiten que el calor huya de nuestro cuerpo, como aquellos que nos impulsen a sudar y contribuya­n a eliminar el calor corporal. Una genial opción, usada en los países asiáticos en abundancia, son los condimento­s picantes. En el norte de África usan, por ejemplo, las bebidas calientes, como el té. De hecho, el agua no hay que beberla muy fría, sino del tiempo, para evitar que tenga un choque con el cuerpo y este responda con más calor tratando de equilibrar la gélida temperatur­a. También pueden usarse las propiedade­s de los alimentos para combatir el calor: por ejemplo, las verduras tienen pocas calorías y mucho contenido en agua.

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