MI OASIS IMAGINARIO

meme levanto desvencijada como si hubiera bailado en un after clandestino. Caí en brazos de Morfeo a las diez, con la batamanta y sin narcóticos. La pura vida. Me ha despertado el gato, tiene un trauma y cree que mi almohada es su madre, clava las patas y chupa. Agradezco que su tara no sea sexual. Pongo a Bowie, Life on Mars?, qué bueno. Mi hijo berrea “no hay cereales de esos que llevan Peta zetas guays”. Sugiero las galletas clásicas. Es rotundo con su respuesta: “Son de barro”. Marido mata el silencio con su violín, fingiendo que todo sigue igual en los escenarios. No es así, ya veremos que nos depara; de momento él y Paganini construyen ilusiones. No sé si ponerme los parches de cafeína en las bolsas de los ojos o directamente lamerlos. He retenido líquidos, le juro a Santa Agnès Varda que no volveré a cenar calsots con romescu, aunque sea temporada. Mi vecina de clase alta se fuma un trujas bajo sus magnolios al puro Corleone style. Me alivia. Si sigue ahí otra mañana, ningún meteorito ha detonado contra la superficie. La nieve rompió la mimosa y la enfermedad avanza, y yo necesito regar mi frivolidad más punk para quitarle hierro a los días y descomprimir.

Me imagino, como quien busca agua en el desierto, en una boutique de Tokio, en Shibuya, planta cuatrocientos de un loft acristalado con vistas al Fuji. Me atiende Michael Fassbender (debería ser japo, lo sé, pero me pone él y en mis fantasías me dejo fluir), bailamos descalzos sobre una chaise longue marfil más sedosa que un cachorro humano. Lo tengo claro. Voy a hacerme un Pretty Woman en toda regla, compraré TODO y que lo manden pa Madrid. En la noche charlo de Nothomb, que me atravesó en Berlín mientras sonaba Gainsbourg, y entre risas casi mudas me pilla el amanecer con un rayo cósmico que rebota en mis manolos. Vuelvo del oasis, mi perra se mea, voy en zuecos a Alcampo y la única bolsa la pillaré en el pipican. Bowie se pregunta desde el tocadiscos si hay “vida en Marte” y rezo para que así sea, y que vengan pronto y les podamos contar chistes de Eugenio y secretos humanos. Repaso mi vida, dulce y a veces amarga como todas las vidas, y entiendo que con los tiempos que corren estar aquí ya es una bendición. Corro a la cocina y le dejo a mi hijo los dos únicos consejos que quizá le deje: que las galletas de barro con chocolate tienen un pase y que nunca deje de gozar. Hoy no sé si será un gran día, lo que sí sé es que será, y eso debería bastarme.

Hoy no sé si será un buen día. Lo que sí sé es que será, y eso debería bastarme.