La Razón (Madrid) - Lifestyle

DESPERTAR DE PRIMAVERA

- Rubén Ochandiano

nuestrosnu­estros corazones y nuestros cuerpos se nos dan solo una vez y, antes de que te des cuenta, tu corazón está agotado y tu cuerpo llega a un punto en el que nadie lo mira, y mucho menos se acerca a él. Ahora mismo hay pena y dolor. No trates de reprimirlo o perderás la alegría que sentiste.” Así le habla su padre a Elio en Call me by your name –la adaptación del libro de Aciman que llevó al cine Guadagnino hace pocos años– al ver en los ojos de su hijo que está roto de amor. De desamor. La cantidad de terapia, culpa y vergüenza que me habría ahorrado yo si mi padre me hubiera dicho algo parecido la primera vez que no me quisieron. ¿Cuántos de ustedes conservan la capacidad de sentir?

Un poco, siquiera. Tengo cuarenta años, llevo solo más de un lustro y no recuerdo la última vez que me enamoré. Mi cuerpo, para sobrevivir, hace rato que dejó de atreverse.

Permítanme que personalic­e el asunto: a menudo he percibido que ser homosexual es como salir a comprar calcetines y no encontrar nunca de tu talla. Los que te gustan te están grandes, o pequeños. No son para ti. Entonces, te mandan a rebuscar en un cajoncito donde hay unos cuantos calcetines sueltos, y ahí tienes que hallar alguno que te sirva.

Aunque no te guste mucho. Disculpen el símil, pero lo encuentro preciso. Imaginen, si no, los señores heterosexu­ales que todas las féminas con las que se relacionan fueran lesbianas, y al revés: que exclusivam­ente las mujeres lesbianas que conocen fuesen las potencialm­ente receptivas. Bienvenido­s a mi mundo.

El deseo no se puede programar. Sucede; libre milagro.

Actualment­e coincido, por razones profesiona­les, con un ser que me despierta lo mismo que se le despertaba a Elio en su historia: la primavera. Y todas mis alarmas se disparan para evitarme atravesar una vez más la frustració­n que conlleva saberse no deseado. Quisiera ser capaz de entregarme al éxtasis que me provoca su presencia, sin esperar nada. Pero espero. Y me castro. Ojalá no dejarse erosionar, mantener la piel permeable. Ojalá seguir siendo Elio y vivir a corazón abierto.

Me propongo, pues, volver al principio del cuento. Dejar margen a la sorpresa. Ser libre, libre de mí; recuperar la emoción de nacer de nuevo. Y, ahí, inasequibl­e al desaliento, alcanzar la gloria sin concesione­s: enloquecer de amor y que sea recíproco. Espero (de esperanza) que la vida me regale una pasión que me arrastre.

“Espero (de esperanza) que la vida me regale una pasión que me arrastre”.

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