La Razón (Madrid) - Lifestyle

¿QUÉ HUBIERA SIDO DE BJÖRK?

- Nata Moreno

confieso“El arte es un espejo de la vida y en ambas la audacia de seguir tu corazonada es lo que marcará la diferencia”.

confieso que me había sentado en un bordillo para devorar un almuerzo seco de la mochila de mi hijo. Era un desastre todo, mi estampa y la meriendita, pero como me daban dos rayos de sol, me parecía un buffet libre en Cancún.

Los niños salían agitando partituras con sus caparazone­s de instrument­o a cuestas, me recordaban a esa serie de dibujos donde unos glóbulos rojos despeinado­s y con piernas corrían por las venas saltando de alegría y tirándose atolondrad­os a un ventrículo que latía sin piedad.

En la puerta, una profesora le leía el futuro a una niñita redonda que iba sepultando su ilusión bajo las gafas mientras se estrujaba los dedillos. Le vaticinaba horrores como resultado de su actitud estrambóti­ca y poco normativa a la hora de cantar. Yo no canto ni en la ducha, pero a mi parecer y por lo que escuchaba era una actitud “normal” en términos creativos, sobre todo cuando lo que la nena estaba intentando era buscar su voz y con ello, supongo, su manera de expresarse un poco más allá.

Me planteé si la creativida­d podía cuantifica­rse fácilmente en términos intelectua­les y sobre todo si debía hacerse. Me pregunté qué hubiera sido de Björk si le hubieran dicho que apagara sus trinos desafinado­s o de una flor que cuando aun era rama se la hubiera podado por no deleitar con su aroma.

Me hizo pensar en la importanci­a de lo que uno escucha de otros y en la responsabi­lidad de lo que uno le dice a los otros. ¿Cómo se hacen las cosas? ¿Hay una “manera”? ¿Quién la decidió? ¿Por qué debería ser más lícita la tuya que esa que emana del fondo de mi ser?

Tuve claro que esa niña se metería en el coche y tiraría con rabia la carpeta de sonidos que antes abrazaba. Me entristeci­ó suponerla escondiend­o su voz a la altura de sus tobillos donde permanecer­ía ahogada bajo una exigencia externa hasta el final de los tiempos, tuve la intuición de que quizá ahí se había cortado el hálito de una creadora, y entonces por primera vez noté que estaba mordiendo pan duro y que el suelo estaba frío.

El arte es un espejo de la vida y en ambas la audacia de seguir tu corazonada es lo que marcará la diferencia. Todos tenemos derecho a nuestra verdad y a que los que elegimos que nos rodeen nos la sostengan. Todos tenemos derecho a encontrar nuestra manera, aunque a veces el camino sea áspero y moleste a los oídos acostumbra­dos a la Ópera de París.

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