MODA DE FERRETERÍA
Los candados se convierten en fuente de inspiración de las firmas más destacadas de la moda. Analizamos esta pasión por un diseño que nos lleva acompañando toda la vida.
El candado, seña de identidad de icónicos accesorios de lujo.
AFedericoAFederico Moccia, además de una de las sagas literarias más exitosas de los últimos tiempos, le debemos una costumbre –mala o buena, eso ya depende de cada uno– que ha modificado el paisaje de las ciudades. Los candados en las barandillas de los puentes, el terror de los ayuntamientos y de los protectores del patrimonio público, se convirtió en algo bastante común allá por 2008, cuando esta moda arrasó en todo el mundo que vio como el Ponte Vecchio de Florencia, el Pont des Arts de París o el Puente de Carlos de Praga se iban poblando, día tras días, de promesas de enamorados en forma de candado. La base de esta tradición la podemos encontrar, además de en los libros de Moccia y en sus correspondientes versiones cinematográficas –auténticos blockbusters–, en una leyenda serbia que habla de una malograda promesa de amor realizada al inicio de la Primera Guerra Mundial. Nada, una maestra de escuela enamorada de Relja, un oficial serbio, se quedó compuesta y sin novio cuando este último acabó casándose con una chica de Corfú. Desolada y triste, la protagonista de la historia con el tiempo murió de amor. El resto de chicas del pueblo, siguiendo ese refrán de “cuando veas las barbas de tu vecino cortar pon las tuyas a remojar”, optaron por escribir el nombre de sus novios en unos candados que colgaban en el puente donde Nada y Relja solían verse.
Lo cierto es que tampoco necesitamos muchas leyendas para sentir cierta fascinación por estos objetos que nos llevan acompañando miles de años. De hecho, algunas de las primeras referencias escritas sobre los candados los podemos encontrar en el Antiguo Testamento. Incluso hay discusiones de si la famosa Arca de la Alianza estaba cerrada o no con candados. La belleza también ha sido una cuestión de la que se han preocupado los cerrajeros. De hecho, son muy apreciados los candados realizados al final del gótico y el primer Renacimiento, e, incluso, los reyes han caído fascinados por ellos. Se cuenta que Catalina la Grande perdonó la condena a un cerrajero que le hizo una pieza que fue de su agrado, y otro gallo le hubiera cantado a Luis XVI si hubiera dedicado tanta atención a su país como le dedicaba a los candados y a las cerraduras, un tema que cautivó al monarca galo.
Nuestra aproximación seguramente sea más mundana. La primera, posiblemente, venga de elementos como el diario en el que anotábamos los hechos más destacados que nos sucedían o del candado de la bicicleta, al que confiábamos la seguridad de uno de nuestros más preciados tesoros. Los modelos más evolucionados contaban con una clave numérica que nos permitía una de las primeras personalizaciones de nuestra vida. ¿Acaso no resultaba fascinante decidir qué números iban a ser los escogidos? Aquello eran claves y no lo que nos piden ahora en internet. Y algo similar sucedía con las taquillas de los institutos, aunque cierto es que luego llegaba la gran decepción al darnos cuenta que aquello era más propio de los ‘high school’ americanos que los colegios de nuestra querida España.
La moda también se ha sentido seducida por los candados desde hace mucho tiempo. En 1931, Elsa Schiaparelli, la diseñadora surrealista por antonomasia, ya presentaba sus primeros bolsos adornados con estos elementos que ahora Daniel Roseberry, su actual director creativo, quiere recuperar como uno de los iconos de la firma. Y los presenta no solo en los accesorios, sino también como decoración de sus chaquetas, un camino que también está recorriendo la firma Givenchy, desde que estrenara director creativo el año pasado.
Matthew Williams reconoce que la inspiración le viene por los ‘candados de amor’. El diseñador se enfrenta a una casa carente de una iconografía propia y que ha pasado tres años, en los que Clare Waight Keller ha estado al frente, donde ha dejado de ser la referencia que fue durante la etapa de Riccardo Tisci. El estadounidense quiere recoger ese legado y actualizarlo. Para ello parece que se va a servir de los candados que aparecen en sus diseños a modo de accesorio para la cintura, como vemos en sus diseños de esta temporada; de cierre de bolsos –basta fijarse en el modelo Antígona, donde el candado lo es todo–, o en los abrigos –como el que lució Lady Gaga en el ensayo de su actuación en la toma de posesión de Joe Biden–. Además, este elemento de ferretería fue el protagonista absoluto de su primera campaña de publicidad en la que prescindió de ropa para concentrarse en el candado, fotografiado por Nick Knight. Una declaración de intenciones para hacerse con el monopolio de este diseño. Pero no lo va a tener tan fácil ya que esta guerra no es una batalla de dos.
Louis Vuitton también quiere entrar en esta batalla y convierte al candado, con el que tiene una relación muy íntima desde hace años (los pueden realizar incluso personalizados), en una de las claves de su colección. Nicolas Ghesquière, su director creativo, busca una colección donde no existan los géneros y para ello se sirve de esta pieza de ferretería que nos trae de cabeza esta temporada y los presente como los cierres perfectos de sus bolsos.
Para Tiffany & Co. el candado con forma de corazón es una de sus colecciones más icónicas, la popular Tiffany Keys. En su universo es símbolo de una vida plena, de independencia, poder, optimismo y un futuro brillante. Son llaves que abren la puerta a un mundo repleto de posibilidades y los candados representan precisamente esa puerta, aseguran en la joyería norteamericana.
Hermès juega con el imaginario del bolso Kelly creando unas propuestas donde la llave y el candado forman un tándem inseparable. Los accesorios de la casa del caballo también se dejan seducir por esta idea y el cierre del bolso se puede ver en muchos complementos. Por su parte, Gucci directamente firma uno de sus bolsos como Padlock, en el que destaca sobre todo su cerradura, y la firma italiana Palm Angels hace lo mismo con un diseño que tiene la forma de un candado.
La guerra por tanto para hacerse con el predominio de este símbolo que tanto nos ha fascinado desde pequeños está abierta y cada firma de moda busca posicionarse de una manera destacada en la guerra. Quizás esto ayude a olvidar los candados de amor y en lugar de dejarlos en los puentes (donde duran poco) optemos por lucirlos como joyas, que suelen durar siempre.
En 1931, Elsa Schiaparelli, la diseñadora surrealista por antonomasia, ya presentaba sus primeros bolsos adornados con candados.