ADRIANA UGARTE
Todo el magnetismo de la actriz, en su nueva serie.
La actriz madrileña está de estreno en televisión. En la serie Parot interpreta a una policía que debe proteger al hombre que la agredió años atrás. Un personaje complejo al que ella ha querido acercarse con un enfoque psicológico y que se podrá ver a partir de esta misma semana.
EdurísimaEdurísima tarea que acometer: “Defender a la persona que la violó con 16 o 17 años”. Ahí es nada. Y todo porque hay un personaje enmascarado “con una careta de mono, que está ejerciendo de justiciero y aplicando los mismos castigos que cada uno de esos encarcelados llevó a cabo con sus víctimas”. Cojamos aire, porque el asunto es peliagudo. A más de un espectador Parot le va a dar para pensar largo y tendido. “La serie plantea, sobre todo, un dilema moral y una conversación profunda interesantísima sobre si lo legal siempre es lo legítimo y al revés, si lo legítimo es lo legal. Sobre donde acaba la legalidad, donde empiezan los límites de la ética y si son compatibles”.
Reconoce que para ella es “muy interesante”, más aún porque su personaje vive todo lo que le ha pasado con una disociación brutal. “No quiere plantearse, si es o no es legítimo. Tiene algo de ceguera, de no plantearse si es realmente lo que tiene que hacer. Está tan dolida, tan bloqueada y tan dañada que no es algo que pueda gestionar. Por eso se mueve en el terreno de lo mental. Porque el de lo emocional es un espacio que la bloquea y la asusta”. La primacía de lo mental sobre lo emocional le servirá de anestésico, pero ese mecanismo se verá truncado cuando su violador sale a la calle y ella “comienza a experimentar más profundamente los ataques de ansiedad de los que venía siendo víctima desde muy jovencita”.
Es complejo prepararse para entender las motivaciones de alguien que ha pasado por una experiencia tan traumática. “A un personaje así te acercas a partir de una observación muy cuidadosa, de muchos testimonios de mujeres acosadas y violadas, de menores que han pasado por eso y también de personas que sufren ataques de ansiedad. Ves cómo se relacionan con el medio, cómo abordan su vida…”. El trabajo de campo ha tenido que resultar un aprendizaje profundo, pero también complicado de gestionar. “Supongo que en mayor o menor medida todos tenemos traumas. Solo que generalmente son mucho más light”, reflexiona Adriana. “Pero todos tenemos cosas atrapadas. Algunas veces intentamos de alguna manera eludirlas a través de otras actividades que son frenéticas, que son obsesivas, que normalmente nos suelen hacer daño a la salud. El estudio de esa dinámica me ayudó muchísimo para construir el personaje”.
Preguntamos si la propia Adriana tiene alguna manía que se atreva a confesar. Se ríe. “Pues mira, ya no me atrevo a hablar de manías confesables porque cuando en El Hormiguero dije en broma lo de quitar pelotillas, se hicieron eco con un ‘Adriana se está tratando el TOC’”. Por eso, aunque ahora se ría por la reacción, reconoce que se toma el asunto muy en serio. “El trastorno obsesivo compulsivo es una cosa superdelicada, y que si lo padeciera se lo diría a mi terapeuta y a mis amigas, pero no en abierto. Y si lo hiciera, lo haría en un programa que no fuera de entretenimiento”.
Pero últimamente, con eso de los titulares está curada de espanto. Hace no mucho se encontró con uno, ciertamente desafortunado, que, con motivo de su 36 cumpleaños, señalaba su éxito en el trabajo pero destacaba que no tenía pareja. O más bien que parecía no tenerla, porque ella de esos temas, prefiere no hacer demasiada exposición pública. Entonces se lo tomó bien, tanto que reconoce que “hubo bastantes risas en casa”. “Supongo que forma parte de hacer este trabajo que tanto me gusta. ¿Qué te voy a decir? está en el pack y me compensa”. Además, hasta saca una parte positiva del asunto. “Lo que me encantó fue la respuesta de un montón de compañeros y compañeras que hablaban de si se cifraba la felicidad en tener una pareja, cuando muchos días en pareja te quieres morir y muchos días estás feliz, igual que sucede cuando estás soltera. Porque la vida es eso: es estar unos días mejor y otros días peor”, comenta. “Pero vamos, que depositar tanta responsabilidad en la pobre pareja me parece un infierno”, dice no sin cierta sorna. “Nadie es responsable de nuestra felicidad, no es tan fácil”, sentencia.
Su felicidad viene, entre otras cosas, de seguir haciendo lo que le gusta. De hecho, hay un momento en el que, echando la vista atrás, asegura que solo puede “sentir gratitud” porque quizá, como en todo, para triunfar hace falta mucho trabajo duro pero también que, de vez en cuando, se alineen los astros y aparezca el proyecto adecuado. Y uno de esos proyectos mágicos en su carrera fue, sin duda, dar vida a Sira Quiroga, la protagonista de El tiempo entre costuras, uno de los mayores best sellers literarios de los últimos tiempos. María Dueñas, la autora, ha decidido, 12 años después de sacar el libro a la venta, publicar la segunda parte. Aún no hay visos de que también vaya a haber continuación televisiva, pero Adriana reconoce que se siente “comprometida con ese personaje”. Por eso, si algún día se lo pidieran, estaría dispuesta a volver a encarnarla.
De momento, prefiere dejar de pensar en futuribles y centrarse en lo tangible. Estos días estrena Parot en televisión y, en noviembre, la película Lobo Feroz con Javier Gutiérrez, nuestro querido Rubén Ochandiano y Juana Acosta en los cines. Además, en breve podrá cumplir un sueño e irse a rodar el documental Foca monje: un camino de regreso. El proyecto se ha financiado con una campaña de crowdfunding que ha sido un éxito y llevará a la actriz a contar junto a los expertos cómo vive ahora un animal que formó parte del paisaje costero español hasta hace tan solo tres décadas. De momento habrá que esperar para verla en plena naturaleza y en su versión más ecologista. Pero, por suerte, desde esta semana la tenemos en Parot, pistola en mano, luchando contra otras injusticias. Como para perdérsela.
“La serie plantea, sobre todo, un dilema moral y una conversación profunda interesantísima sobre si lo legal siempre es lo legítimo y al revés, si lo legítimo es lo legal”