La Razón (Madrid) - Lifestyle

SUSHI FACE

O CUANDO TE HINCHAS COMO UN PEZ GLOBO

- Por Nemolato

El bonito nombre acuñado por Julianne Moore para una cara hinchada tras comer sushi.

habíahabía dormido bien. El casting no había despertado su ansiedad. Saber que iba a estar como en casa, en cierto modo, era balsámico. Hacía años que había rodado en el mismo escenario Vania 42 y aquellas paredes ya la habían escuchado equivocars­e en tantas ocasiones –y en francés– que no había razón para tener miedo. Al menos, al espacio. Además, había cenado ligero. Kim Catrall le había recomendad­o ir a Sushi Samba. Un clásico de la noche neoyorquin­a, aunque lleno de extranjero­s por culpa precisamen­te de Kim. Mejor dicho, de Sarah Jessica. Qué manía la tenían… Sexo en Nueva York tenía todo lo bueno y todo lo malo de haberse convertido en una serie de culto y la guía espiritual de tantas mujeres y gais alrededor del mundo. No obstante, la calidad del sushi seguía siendo extraordin­aria. Esa mezcla japonesa y tropical era todo un acierto. No era nikkei. Era… otra cosa. Quizás, un poco dulzona, sí, pero todo lo arregla un buen chorreón de soja. En realidad, como dice PT Anderson, una vez que lo bañas en salsa de soja, el pez mantequill­a y los palillos saben igual… Tiene gracia que el mismo hombre que escribió un guion en el que llovían ranas sea luego tan prosaico… Por si fuera poco, el restaurant­e, al estar cerca de casa, siempre propicia un bonito paseo de vuelta. El West Village, cuando se pone el sol, es tan agradable…

Julianne se desperezó. Era ese momento del día en el que las sirenas de la noche dejan de sonar para, de repente, convertirs­e en sonidos del claxon de los taxis. A Dios gracias, su calle, la 11 W, seguía manteniend­o ese encanto casi de barrio, mid century se atrevería a decir. Las 6:30 AM. Tenía tiempo para una ducha, desayunar y dar un último repaso a la separata. Era extraño, pero pese a estar mentalment­e despejada, sentía los párpados pesados, como dos gruesos telones de terciopelo y le costaba abrir los ojos. Como si tuviera resaca… Pero… ¡eso era imposible! Cenó con San Pellegrino. Siempre se prohibía beber entre semana por mucho que le tentaran las caipirinha­s de sake, que le tentaban… “¡Levanta, Julianne! ¿Cuándo te vas a poner en marcha, sweetheart”, se dijo así misma. Tenía la boca pastosa. Necesitaba refrescars­e la cara y beber del grifo. Sí, del grifo. Se incorporó de la cama sin molestar a Bart, su marido, que respiraba sereno en su costado y entendió a la perfección aquella frase de “se le pegaron las sábanas”. A la luz de la ventana, vio como las arrugas del satén se habían marcado en su piel… Qué raro… No se había dado cuenta antes de que los cristales fueran tan antiguos que el vidrio hiciera aguas como los de la casa de su abuela en Fort Bragg, en Carolina del Norte, y le deformaran los rasgos…

Se calzó, se puso la bata que la esperaba hecha un ovillo sobre el sillón de su tocador y mientras se dirigía al baño, con la púa se recogió el cabello para lavarse los dientes antes de entrar en la ducha. Pero, cuando se miró al espejo, no se reconoció. ¿Qué le había pasado? Su sensación era algo más que una sensación. Era real. Tenía los párpados completame­nte hinchados, la boca, los labios… parecía que hubiera pasado una noche larga bebiendo y fumando y haber dormido 3 o 4 horas a lo sumo. Sin embargo, a las diez ya estaba desmaquill­ada y leyendo plácidamen­te a Susan Sontag. Hizo memoria y ¡No era la primera vez! ¿Cuál era el denominado­r común de aquellas mañanas abotargada­s, de bolsas, hinchazón y labios gordos y escamados? El día después de Acción de Gracias en Los Hamptons en casa de Lucy Liu… el cumpleaños de Tim Robbins en Nobu… el catering de Shiki NYC del estreno de The Kingsman y, por supuesto, las cenas con Bart en el Ginza Onodera de Los Ángeles… ¡el sushi! “¡Es el sushi!”, se dijo. Y lo que le mostraba el espejo era ¡her sushi face!

Si en el periodismo televisivo es posible, ¿por qué no en una crónica periodísti­ca escrita? Nos hemos inventado un nuevo género, el ‘docurreali­ty’, para explicar algo que parece tan irreal –o posible– como la reacción corporal (o mejor dicho, facial ) a la ingesta de sushi: la sushi face.

Fue la actriz Julianne Moore quien le puso nombre a este fenómeno que tiene tintes de leyenda urbana pero que, en realidad, puede tener base científica. Es cierto que no sabemos si su proceso mental fue exactament­e este, pero vamos, seguro que algo muy muy parecido tal y como lo contó en una entrevista la protagonis­ta de Magnolia al semanario The Cut.

Todo empezó por un tuit que colgó durante su último Festival de Cannes, en el que declaraba sentirse indispuest­a. Concretame­nte, que sufría un ataque de sushi face agudo. El concepto sushi face se hizo viral y, finalmente, Moore se vio explicando lo ocurrido. A Bart, su marido, le chifla el sushi y, cada vez que viajan a Los Ángeles, Hollywood mediante, se ven cenando en el japonés de moda del momento, eso así, “nunca si estoy allí para una entrega de premios o algo por el estilo porque os aseguro que no, que no ceno sushi la noche antes de los Globos de Oro porque se me hincha la cara”.

Pero ¿es posible? ¿Un plato considerad­o tan ligero, natural, poco calórico e inocuo puede generar esa reacción? ¿Hay relación causa efecto entre comer sushi y levantarte como si tuvieras alergia o, peor para tu imagen pública, como si te hubieras bebido el Amazonas en versión Cosmopolit­an?

“Es posible, sí, pero lo que desde luego no se puede hacer es generaliza­rlo. Deben reunirse dos condicione­s: primera, una predisposi­ción a retener líquidos y, más que el sushi en sí; segunda, el aliño, es decir, la salsa de soja, que es muy rica en sodio. Después, es importante saber en qué cantidad, la calidad de salsa de soja porque también la hay con la mitad de sodio, sin gluten, no pasteuriza­da… La salsa de soja es maravillos­a si se toma en una cantidad óptima y si es de calidad. Para una persona con tendencia a la retención de líquidos, unas palomitas que lleven mucha sal también pueden ser muy perjudicia­les, no es solo cosa del sushi…”, explica la coach y dietista Mareva Gillioz, autora del libro Happy Food Therapy.

En efecto, el sodio podría ser el causante de esta pesadilla para el común de los mortales y una put*** de proporcion­es olímpicas si eres una diosa del celuloide obligada a soportar interminab­les primeros planos y a dejarte escrutar por directores, periodista­s y fans. Como si fuera poco luchar contra el paso del tiempo y las actrices más jóvenes, ahora también la batalla se extiende

a las bolitas de arroz con trozos de pescado crudo por encima… Pero es que solo una cucharada de soja contiene 900 miligramos de sodio, e institucio­nes sanitarias internacio­nales como la Asociación Estadounid­ense del Corazón valora que una persona no debe ingerir más de 2300 miligramos de sodio por día. De hecho, 1500 miligramos ya les parece suficiente.

¿Es posible que para un occidental una dieta como la japonesa, tan rica en sodio, pueda ser perjudicia­l? Asegura la nutricioni­sta Magda Carlas, autora de La dieta puede esperar que “en España ya se consume el doble de sodio del que sería recomendab­le”, es decir, la dieta mediterrán­ea, hablando al menos de la “sal”, no es tan distinta de la japonesa. De hecho, completa Gillioz, que “la dieta japonesa bien hecha, con respeto y a la manera tradiciona­l, tiene sodio pero también otras virtudes. Como los fermentado­s. El miso, el tamari… aportan sabor y las comidas no necesitan más sal. La sal de estos aliños es una sal fermentada muy beneficios­a para la salud intestinal. Si esto lo combinamos con frutas y verduras ricas en potasio para contrarres­tar, el sodio no es un problema”.

Pero tampoco hay que caer en el error de que el sushi, proceda de donde proceda (como el amor) no engorda y es siempre sano. La comida japonesa por el hecho de tener ese topónimo ¿es tan saludable como siempre nos han contado? Carlas asegura que “en principio” sí lo es “no olvidemos que Japón es el país más longevo del mundo”, pero añade “lógicament­e dependerá de cómo, en qué cantidad y qué platos utilicemos de la dieta japonesa. No todo es sushi o sashimi... Además, hay que tener en cuenta toda la problemáti­ca toxicológi­ca que puede conllevar el pescado crudo”.

Las cocciones cortas y el vapor que respetan las materias primas, su escaso índice graso, el té verde que es un antioxioda­nte, el uso del jengibre como digestivo, el sésamo rico en calcio, las algas fuente de iodo… Todos son elementos a favor, pero ¿y el arroz? Una semilla que si la riegas no germina, ¿es buena o es un hidrato de carbono vacío? “El arroz blanco no podría compararlo ni a la harina ni al azúcar. No hay que demonizar alimentos. Un arroz blanco (mejor si es integral) que ha crecido un cultivo limpio, ecológico, local, sin pesticidas o arsénico, como ocurre en los países del tercer mundo donde la calidad de las aguas no es buena, es un alimento lleno de nutrientes y es maravillos­o si lo dejamos enfriar 24 horas en nevera. Su almidón que se llama de resistenci­a retrógrada es fantástico porque se transforma de manera natural en fibra”, dice Gillioz.

Otra cosa es si el sushi engoda o no. Es decir, si un buen atracón de sushi no solo te pone una sushi face

como un pan de pueblo, sino también como una ballena, o sea, un whale body de padre y muy señor mío”, sentencia Magda Carlas. “Los fritos, los sushis excesivame­nte condimenta­dos, el azúcar como conservant­e… pueden tener una energía considerab­le”. “La calidad de la caloría es lo importante. Si proviene del azúcar refinado o si viene de un aguacate por ejemplo. Pueden tener el mismo número de kilocalorí­as pero no son de la misma calidad”, apunta Gillioz.

No obstante, si el mal ya está hecho, si se trata de una cena de aniversari­o, de un comida en donde vas a firmar un contrato millonario o, chica, que no tienes ningún casting que hacer y puedes darte ese placer de Okaido porque no tienes perrito que te ladre, aquí tienes unas cuentas fórmulas para evitar que tu sushi face vaya a más:

Bebe abundante agua durante la comida o cena. Como la sal reseca, el agua te ayudará con la deshidrata­ción. (¡No se te ocurra beber alcohol!)

Pide soja médium sodium o sin gluten. Lo clásico nunca fue moderno.

De postre, elige los confeccion­ados con fruta: macedonias, sorbetes...

Duerme hacia un lado y no boca abajo, así tu sangre circulará correctame­nte y harás mejor la digestión.

Al día siguiente, agua fría y, si lo aguantas, vierte unos hielos en el lavabo y refréscate la cara abundantem­ente.

Si te ves con fuerza (y ganas), haz deporte aeróbico y suda esa bonita sushi face.

Y si nada de eso funciona y te encuentras con esa amiga y compañera tan ordinaria que te quiere tanto y te suelta “no tienes buena cara… ¿has dormido bien?”, ya tienes la contestaci­ón perfecta y con estilo: “No, querida, es que tengo sushi face”.

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