Nata Moreno
PARA QUIEN LO PUEDA PAGAR
SalesSales por una puerta titulada “Entrada de artistas”. Estás agotada pero con dulzura y no diferencias bien entre los límites de tu piel y las entrañas del personaje que te habitó antes de pillar el ascensor y quitarte la peluca. Ahí dentro has viajado alto y claro y ahora debes aterrizar. A tu lado, en torno a un cenicero, algunos técnicos revisan las pilas de sus linternas, comparan cintas métricas y se ajustan las katiuskas; en círculo, unos bailarines de cuello largo miran el futuro en las líneas de sus manos mientras comen almendras y practican el cou-de-pied contra el bordillo y un segurata me recuerda la murga de la mascarilla y me ofrece albóndigas de túper sonriendo con los ojos. Todos parecen habitar planetas lejanos con asteroides brillantes, pero disimulan y se hacen los normales para que no se note que son habitantes de un teatro. Yo me pregunto por qué, por qué nos gusta tanto desaparecer en el oscuro de un mutis, en la música, en la luz o en la palabra, y ser otro para otros aunque sea por un rato. Me pregunto por qué. Un barrendero nos baja a la tierra leyendo un periódico abandonado en las escaleras: “Richard Branson viaja a la puerta del espacio con su propia nave haciendo realidad su sueño de infancia y acercándose a su objetivo de facilitar el turismo espacial a quien lo pueda pagar”. Todos paramos, callamos y medimos en nosotros esa última frase, “A quien lo pueda pagar”. Y entonces encuentro la respuesta. Ya sé, ya sé porque. No desaparecemos, solo vamos a la luna, al lago de los cisnes, al castillo de Hamlet o al corazón de Madame Butterfly y de paso nos llevamos de la mano a los que quieran volar alto aunque ninguno, ni ellos ni nosotros, lo podamos pagar.
Será, será por eso que pronto se encenderán las luces y viviré en el alma de otra mujer paseando por las tablas de un escenario, porque al final, todos tenemos sueños de infancia y si no los podemos pagar, nos inventamos la forma para poder rozar nuestro “espacio” con la punta de los dedos.
“Todos tenemos sueños y si no los podemos pagar, nos inventamos la forma para poder rozar nuestro ‘espacio’ con la punta de los dedos”