REGIFTING O EL ARTE DE RERREGALAR
Atención. Ese regalo de Reyes que iba envuelto entre oropeles y lazos y a ti no te convenció demasiado o aquello que compraste para un regalo de compromiso oficinil puede volverse en tu contra si alguien (o tú) decide volver a regalarlo.
QueQue te plantó sin darte explicaciones desapareciendo completamente de tu vida (de tus redes, obvio) después de noches chateando como locas? Chiqui, te ha hecho ‘ghosting’. ¿Que te da likes todo el rato como si no hubiera un mañana pero luego es incapaz de contestar un mensaje claro y directo o cogerte las llamadas? Amor, eso es ‘orbiting’. ¿Que siempre te pone excusas, que no te dice nunca que no, pero marea la perdiz que da gusto y, vale contesta, pero tarde o mal? Mmmm… ‘curving’. ¿Que te dejó más tirada que a una colilla y “nunca mais” pero resulta que ve todas tus stories, publicaciones o whatever tooooodo el rato? Te ‘stalkea’, cariño. Ahora, que estas Navidades pasadas te regaló un perfume con olor a nardo y patchuli con una tarjetita que decía “Te quiero, abuela”, tú no te has librado, bonita. ‘Regifting’. ¿Cómo? ‘Re-gift-ing’. Exacto, un nuevo término acuñado en Estados Unidos donde ya tiene incluso un Día Nacional, como el de la Madre o el Oso Polar y que, aquí, en España se ha convertido en un negocio que mueve millones de euros. Y sí, consiste en eso, en rerregalar eso que iba envuelto entre oropeles y lazos y a ti te pareció un auténtico horror, no te valía o simplemente pffff. No, no es una ordinariez. Si lo piensas, puede ser hasta ecofriendly.
Acabáramos, te estarás diciendo to yourself… Pues no, estás muy equivocada. Dándole la vuelta a esta sociedad consumista, contaminante, devoradora y cada vez más paupérrima, el ‘regifting’ puede ser una opción casi mágica. Y tú, sin saberlo, ¿no? Porque, confiésalo, tú también has contribuido sin querer a la mejora del medioambiente en aquella ocasión que te genera tanto sentimiento de culpa recordarlo, ¿verdad? Porque dime tú que nunca has recibido unos calcetines, un reloj, un disco, un libro y, después de agradecérselo a la persona que te lo regaló con la misma devoción que una geisha, te preguntaste a ti mismo mayestáticamente, claro, ¿qué hago yo ahora con esta birria? 1) y 2) ¿De verdad que se pensaba que este espanto me iba a gustar? Pero sin entrar en más valoraciones éticas, te dijiste también a ti mismo: “Mira, estoy convencido de que a mi padre, para San José, este “espanto” le viene divino y así, chica, me ahorro unas pelas”. Eeeeeso es ‘regifting’. En stricto sensu sería el acto de tomar un regalo que ha sido recibido y dárselo a alguien, normalmente en forma de un nuevo regalo sin que esta persona sepa nada del regalo original. Lo que viene siendo rerreglar.
En nuestra educación judeocristiana puede ser moralmente reprobable… O simplemente, de mala educación. O cruel. Porque los regalos se hacen con la mejor de las intenciones y es de bien nacidos ser agradecidos… Vale, pero hay veces que, oye, hay regalos y regalos. Y algunos casi podrían calificarse de insultos, al menos, al buen gusto. “Quien bien te quiere te hará llorar” decía otro refrán, ¿no? Pues ya está bien. Basta ya de resignaciones y lloros que no conducen a nada salvo a la frustración y a la culpa. Máxime, cuando existen incluso apps especializadas en el ‘regifting’ que te lo ponen fácil fácil. Tan malo no será, ¿no? Pero no nos adelantemos. Luego iremos a eso.
Volviendo al marrón de un regalo que, como poco, mmm no necesitas. ¿Quién te dice a ti que eso que tú, tú… no ves, no puede ser un regalo ideal para otra persona? Ahí te he visto. Lo rerregalas y, efectivamente, reciclas el objeto regalándoselo a otro ser querido que podrá necesitarlo, valorarlo y aprovecharlo mucho mejor que tú, ¡oh, ingrato! Y, de paso, ahorras un gasto en otro regalo y superas la cuesta de enero que, oye, es muy empinada. Y si eres una cabeza loca o una persona con miles de ocupaciones, labores, ideas, obligaciones… ese regalo que está en tu casa muerto de la risa, que solo ocupa espacio y coge polvo, puede salvarte de un aprieto o de un compromiso. Eso es. Porque olvidaste pasarte por Zara y coger cualquier m* para tu amiga Pili que celebra su cumple precisamente en 30 minutos.
¿Y eso de llamar ‘regifting’ y darle este nuevo valor a algo que durante años pensábamos que era algo un poquito cutre tal vez? Pues tiene hasta día propio. El Regifting Day. O sea, que está institucionalizado, vamos. Y tiene su origen en los regalos que se hacían unos a otros los oficinistas americanos por el día de Acción de Gracias. Regalos siempre pensados y hechos para salir del paso, obviamente. Pero que en un ejemplo de sinceridad de telefilme de sobremesa, estos señores oficinistas decidieron quitarse las caretas y exponer el tema del rollo “oye, qué horror todo, siempre se regala superinoportunamente… ¿Por qué en vez de tirar todo esto, lo volvemos a regalar a las personas que sí los quieran o les den buen uso?”. Dicho y hecho. Y esta acción llena de compasión por los regalos y amor por el reciclaje y el medioambiente empezó a popularizarse (en parte gracias a un episodio de Seinfeld, El creador de etiquetas) y el gobernador de Colorado, Bill Ritter, que la hizo oficial en 2008. Hoy por hoy, el 18 de diciembre se conmemora el Día Nacional del Regifting en Estados Unidos. Desde entonces, la secre se va a casa con su tapetito para la tele; el jefe con su pistolita; el CEO con su liguero y así…
Ahora, una cosa es el ‘regifting’ y otra muy distinta, ser una hortera. Es decir, muy bien que hagas ‘regifting’. Fabuloso, pero no confundas sinceridad con desfachatez gratuita. Sí, cariño, hay unas reglas básicas que cumplir porque no todo vale en el ‘regifting’. Y esto es un chascarrillo ‘intranos’ (entre los chicos de la prensa, me refiero). Durante años –los de las vacas gordas–, las marcas enviaban a los periodistas habituales de su sector regalos de todo tipo. Desde piezas de sus colecciones exclusivas y personalizadas a obsequios precisamente adquiridos a terceros para esas acciones de prensa concretas a unos precios X diferentes del PVP. Pues bien, no eran pocos los periodistas que hacían negocio chanchulleando. Es decir, devolviendo el neceser de Neumáticos Manoli muy bien adquirido en Prada por el importe real de ese neceser. Aha. Hoy, las marcas –con las vacas flacas– si regalan, ejem, lo hacen marcando que son gifts de prensa. Como los testers de los perfumes. Y eso, ya, no se devuelve.
Regresando al común de los mortales. Para hacer ‘regifting’ como Dios manda, tienes que tener en cuenta lo siguiente.
1. No pases el marrón. Si a ti no te gustó el regalo que te hicieron, es posible que a quien quieras regalárselo tampoco le guste. Luego te cuento qué hacer en este caso.
2. ¡Quita la etiqueta de regalo! No es necesario que tenga color sepia y se vea que el regalo se compró cuando aún no estaba ni asfaltada la calle Leganitos.
3. No regales los regalos personalizados. Un plato decorativo en el que se lee “Con cariño, Pepa” y tú te llamas José María y la obsequiada, Amparo. No way.
4. No hagas ‘regifting’ con lo que tengas por casa. No se te ocurra regalar a tu prima el peluche que tenías colocado encima de la cama.
5. Evita el ‘regifting’ dentro del mismo círculo de amigos. Si Mari Carmen y Ezequiel estuvieron en el bautizo de tu hijo Leo, please, no les regales el buzo color verde manzana que te dio tu suegra porque resulta que tu suegra es también la madre de Mari Carmen. Se va a enterar.
6. Piensa bien con quién haces el ‘regifting’, no vaya a ser que le rerregales a Maridolo el mp3 que te regaló ella en 2008.
7. Exacto, tampoco rerregales cosas viejas por muy bien envueltas que estén. 8. Rerregala ok, pero rerreenvuelve.
Y voy con los dineritos. Es decir, con sacar un rendimiento económico al ‘regifting’. Perdón si soy demasiado claro. Démosle una vuelta. ¿Qué pasa con ese regalo tan tremendamente espantoso que nadie, nadieeee, en su sano juicio, al menos que tú conozcas, lo querría y/o necesitara? Chica, siempre hay un roto para un descosido. Como las medias naranjas o ese ser que es exactamente igual que tú en otro lugar remoto de la Tierra. Es decir, un menda que pagaría por comprártelo. De hecho, un estudio de Milanuncios revela que cuatro de cada diez españoles han vendido un regalo en el mercado de segunda mano y apps especializadas en el recycling.
Y cuando alguien vende, otro compra. Según el Christmas Report de 2020, tres de cada diez españoles también compran sus regalos de Navidad en el mercado de segunda mano. A ojo de buen cubero, el 26 %, y es obvio por qué: es más barato. Plataformas como ebay reconocen que hay quien pone a la venta/subasta regalos que ni siquiera han quitado el lazo, incluyendo así un nuevo aliciente para el comprador. Algo rollo ‘bugchasing’ (pero sin componente sexual…), es decir, juegas a la ruleta rusa de pujar por algo que ni siquiera sabes qué es. Un estudio de 2016 llevado a cabo por el gigante de las subastas decía que ya entonces se gastaron 2000 millones de euros en regalos de Navidad no deseados, lo que equivale a casi 57 euros por persona. Solo el 27 de diciembre, los españoles vendieron aproximadamente dos millones de esos regalos horribilis.
Y eso que, durante años, la opción preferida era la de devolver o cambiar el regalo. Ni ‘regifting’ ni nada. Cola en la caja de devoluciones de dos horas y media al canto con tu ticket regalo para que luego te digan que, después de dos coladas en tu lavadora y secadora, no solo no se ve la impresión, sino que tu plazo para el reembolso “cari, ha caducado. El siguienteeee”. De ahí que, en España, donde según un estudio de Deloitte sobre el consumo navideño se gasta una media de 238 euros en regalos (los segundos en Europa solo por detrás de los británicos que se gastan cien euritos más), cada vez haya más personitas que engrosan las listas de usuarios de Vinted, ebay, Vibbo, Wallapop… Y las cifras son concluyentes. Hoy por hoy se obtiene una media de 118 euros al revender los regalos navideños no deseados por Internet. Si te gastas 238 euros y con lo que a ti te regalan, te embolsas 118, al final, ni tan mal. Ratilla y/o pesetera, pero más potentada.
Así que, chiqui, si no rerregalas es porque no quieres. O porque todo te viene bien (ojo, manga ancha, chica) o porque tienes unos familiares, amigos y conocidos que te conocen mejor que la palma de su mano. Algo así como yo con la planta de menaje y hogar de El Corte Inglés.
Cuando alguien vende, otro compra. Tres de cada diez españoles también compran sus regalos de Navidad en el mercado de segunda mano. Y el porqué es obvio: es más barato