EL SILENCIO ATRONADOR DE BLANCA PORTILLO
La actriz encara 2022 con una nominación al Goya como mejor actriz por su papel en ‘Maixabel’, un reconocimiento que agradece con humildad mientras sigue trabajando las tablas del teatro junto a Juan Mayorga en el montaje ‘Silencio’.
HayHay silencios compartidos. Los hay musicales, cómplices, rotos y también incómodos. Y todos son, a veces, necesarios. Sobre ellos y su importancia, reflexiona estos días Blanca Portillo en el escenario. La razón es el montaje del dramaturgo Juan Mayorga, que lleva precisamente por título Silencio. Esa palabra fue la gran protagonista de su discurso de entrada en la RAE. Y ese bien necesario es también la excusa que nos lleva a charlar con Blanca Portillo y repasar una trayectoria, la suya, tan prolífica como coherente que, en unos días, sabremos si se ve reconocida con un Goya a la mejor actriz protagonista por su trabajo en Maixabel, una de las películas que más ha dado que hablar en los últimos meses.
Comencemos hablando de ‘Silencio’. La obra está estos días sobre las tablas del teatro Español de Madrid y está basada en las palabras de Mayorga al entrar en la RAE. Resulta paradójico que un académico se
centre en el silencio en ese discurso. Es interesante. Evidentemente, para hablar de ello necesitas palabras y que además estén bien escritas para que los de la academia no se arrepientan (risas). Pero él escribió una verdadera maravilla. El silencio en el teatro es importantísimo, pero lo es tanto también en nuestras vidas… Y aquí hay todo un recorrido a lo largo de la historia del teatro, y del tiempo, sobre la presencia del silencio. Es una verdadera joya.
Reflexionan sobre el silencio en una época en la que da la impresión de que hay más
ruido que nunca. Yo también tengo esa sensación. Como que estamos llenando la vida de ruido y de palabras porque nos da un poco de susto mirar para dentro… o guardar silencio para escuchar al otro. Esto también se dice en el monólogo. Vivimos atravesados por el ruido constante y creciente y a mí eso me da un cierto miedo, porque se elimina el espacio de la reflexión. No sé por qué tenemos tantas ganas de hablar, y de hablar tan alto, además.
¿Buscas esos ratos de silencio? Yo vivo sola y tengo una casa insonorizada. Desconecto hasta los relojes para no escuchar nada. Para mí es un placer llegar a casa después de la función, agotada, cerrar la puerta y quedarme en silencio. Las mañanas que estoy en casa estoy en absoluto silencio. Y lo necesito. Por eso puedo decir tantas palabras encima del escenario porque luego tengo tiempos de silencio. Si no, sería muy difícil.
Además del teatro, estas semanas te has enfrentado al que puede ser el personaje más atípico de tu carrera, encarnar al año
2021 en el resumen de RTVE. Era extraño, sí (se ríe), pero cuando tú analizas un personaje piensas en su historia, en lo que le ha pasado, en sus relaciones… y el año también puedes analizarlo como si fuese un personaje. Lo hermoso es que Carlos del Amor llegó con un guion absolutamente maravilloso y que era difícil que no te emocionara. Es un personaje extraño, pero era muy bonito de hacer. Y lo disfruté muchísimo.
Ese repaso al año nos dejaba, por suerte, con la vista centrada en la esperanza. ¿Dónde están puestas las de Blanca Portillo
para estos meses? En ese texto se hablaba de superpoder de la empatía. Yo sueño con un mundo más empático, donde la gente no se enfrente, sino que se ponga en el lugar del otro. Tenemos muy pocas ganas de hacer eso. Vivimos muy ensimismados y a veces el de enfrente está pasando por algo y no lo vemos. Nos pasa muy desapercibido el dolor ajeno, los problemas ajenos… Así que, la empatía. Esa es la esperanza que nos vendría bien a todos, ¿no? Hablemos de algo que ha hecho mucho ruido: la película ‘Maixabel’. Tanto que te ha valido una nominación al Goya. Decías hace un tiempo que no te importaba tanto si se lo daban o no. ¿Has cambiado de opinión?
No creas, sigo pensando lo mismo. Además, tengo el convencimiento absoluto de que no me lo van a dar, por lo tanto, estoy muy tranquila y feliz pensando que estamos ahí entre los cuatro mejores trabajos del año, que eso ya es una barbaridad. Maixabel no ha hecho más que darme alegrías y momentos preciosos. Y Maixabel, la real, me llama cada dos por tres, soy su amiga, y es maravilloso. ¿Qué más puedo pedir?
‘Maixabel’ había supuesto un antes y un después en tu vida. ¿Cómo te ha cambiado este
papel? Una de las cosas que más me conmueven a mí de Maixabel como persona es que es una mujer que ha llegado a profundas convicciones después de mucho tiempo de reflexión. Y esas convicciones son generadoras de bienestar a su alrededor. Ideológicamente, respeta muchísimo las opiniones de los demás, y no juzga. Y eso me parece una lección tan importante… Nos pasamos la vida emitiendo juicios sobre los demás, y ella no lo hace. Ella puede no estar de acuerdo con algo, pero nunca emite juicios. No se cree en posesión de ninguna verdad, cree que todo el mundo comete errores y tiene derecho a una segunda oportunidad si es consciente de haberse equivocado y del daño que ha causado. Y consigue hacerlo con quien le ha producido el dolor más grande que se puede imaginar. Hablábamos antes de escuchar al otro y de la empatía, y Maixabel es una lección viviente de eso.
En la película se tocan temas como el arrepentimiento, la reparación, el perdón… Bueno, ella no habla del perdón. Eso es muy curioso. Ella nunca menciona esa palabra. Y de hecho dice que la tenemos demasiado manida, y es verdad que pedimos perdón por todo. Además, ella asegura que tiene que ver con algo muy personal. El perdón es algo que se hace entre dos personas, y punto. Ella habla de la posibilidad de recrear, de reconstruirse, de las segundas oportunidades… Y a mí eso, social y humanamente, me parece mucho más interesante. ¿De qué sirve que tú perdones a alguien? Lo importante es que tú digas: “Vale, te equivocaste, cometiste el peor de los errores. En tu mano está empezar a ser de otra manera a partir de ahora”. Normalmente decimos que la gente no cambia, que uno es como es… Pues, con perdón, ¡es una mierda si no podemos cambiar! A mí cada vez que me dicen “no cambies nunca”, pienso que quiero seguir cambiando. Quiero seguir creciendo y siendo consciente de lo que hago mal e intentar hacerlo mejor. Con Luis Tosar, tu ‘partenaire’ en ‘Maixabel’, la relación ha sido excelente, pero has reconocido que te imponía muchísimo rodar con él.
¡Me daba terror! Y se lo dije a él. Si me llegan a decir que iba a trabajar con Al Pacino, hubiera dicho: “¡Uy, qué emoción!”. Con él, dije: “¡Qué miedo!”. La admiración que le tenía, y que le sigo teniendo, es una cosa rayana en la demencia. Los ojos de Luis Tosar son como un pozo sin fondo. No sabes qué te vas a encontrar ahí. Hay tal hondura detrás de esa mirada que siempre que le veo en pantalla me perturba muchísimo. Era algo como de no voy a poder hablar. Y, sin embargo, fue uno de los encuentros más bonitos que he tenido nunca. Además de un compañero maravilloso. El impacto era tal que pediste no encontraros hasta grabar la escena en la que vuestros
personajes se ven cara a cara. En la película los dos personajes hacen un camino paralelo hasta que finalmente se encuentran. Y ya que no nos conocíamos y que a mí me imponía tanto trabajar con él, le propuse a Icíar Bollaín la posibilidad de no encontrarnos. Eso supuso una serie de problemas a producción porque uno se tenía que esconder para que el otro saliera. Ensayamos aparte. Es un poco como en los encuentros restaurativos, que se trabajaba así. Las dos partes trabajaban por separado con un mediador y luego se encontraban. Yo llegué con unos nervios, una angustia, y por otro lado, con unas ganas… y es uno de los momentos más maravillosos que he vivido jamás. Nadie tiene por qué saber lo que pasó ese día, pero hay algo en la forma de mirarnos, de estar en esa secuencia que yo creo que trasciende. Hablando de trascender, vas a dar el salto
a la dirección con dos cortometrajes. Sí. Pero eso requiere tiempo, porque es como entrar en un mundo nuevo. Y para eso soy muy cuidadosa. No me puedo permitir hacerlo de cualquier manera. Tendré que esperar como poco hasta el año que viene, pero sí, quiero empezar por hacer un par de cortos que tengo en mente. Ahora, al cabo de los años, que he ido aprendiendo un poquito, me gusta la idea de ponerme al otro lado.
Todos nos podemos equivocar y todos nos podemos reconstruir, y eso es precioso