Nata Moreno
YA NO HAY GURÚ QUE ME ANIME
ElEl club de las cinco de la mañana. La regla de los noventa minutos sin tecnología. Los ayunos intermitentes. El protocolo de los dos masajes. La dieta libre de gluten. En el tráfico podcast. Dos litros de agua. El Dream Team. Los sesenta minutos de videos inspiradores. La expansión del alma con la vibración de cuencos. Los cinco activos del genio. La fuerza de voluntad. La energía física. El talento. El tiempo. Y el GPS de la paz. Los lugares y las cosas que debes perseguir. La fórmula del veinte, veinte, veinte. Y a pesar de todas las teorías que ya conocemos que nos deberían llevar a la paz de espíritu, miras a tu alrededor y te sientes desalmado, y todo tu cuerpo te pide unas vacaciones en silencio y un río fresco en los Pirineos donde poder meter la cabeza en el agua del deshielo y al sacarla saber que todo ha sido un mal sueño. Y me prometí a mí misma que no escribiría sobre mi anhelo del viejo mundo. Que no me quejaría ni un segundo de los cambios que hemos sufrido en los últimos tiempos. Pero es que estamos todos ya sin energía. Y uno no sabe nada de nada y camina como un pato al que han girado muchas veces sobre su propio eje como jugando a la gallina ciega. Y recitamos cifras y nos tenemos que creer todo lo que nos dicen que cambia dependiendo del medio y de la hora. No sabemos si hacer el pino puente o tomar agua escarchada, o si los antígenos o mejor un PCR, o si con anticuerpos mejor evita una tercera vacuna o ni se te ocurra
no ponértela. Y los niños ahora de golpe son el
foco de contagio. Y si hay una variante nueva en Grecia que es una mezcla del delta y el ómicron que te deja zombie. Pero aquí he estado
encerrada para evitar contagios cuando yo lo único que quería era abrazar a mis abuelos de
casi cien años y llevarles caramelos de violetitas de Madrid, como todas las Navidades, para
verlos reír. Y ver a mis sobrinos que en estos dos años se están haciendo señores que no me conocen. Y charlar con mi padre y mi madre el tiempo que me quede junto a ellos. Y después de eso me puedes colar las que quieras y hacerme currar desde las cinco de la mañana y además sonriente y tocando el cuenco tibetano y doblando el esternón, pero en este momento no me valen los libros de autoayuda, los ánimos de los gurús, ni el mañana saldrá el sol, porque, honestamente, estamos ya todos hasta el gorro y lo único que necesitamos es un poquito de calma y de claridad.
Uno ya no
sabe nada y
camina como
un pato al que
han girado
muchas veces
sobre su eje