La Razón (Madrid) - Lifestyle

LLÉNATE DE VIDA POR LA COSTA ESTE DE EE.UU. Y CANADÁ

Hay destinos que te llenan de vida. Tienen algo que, nada más poner el pie en ellos, te invade una sensación imposible de describir. Una satisfacci­ón incalculab­le, una alegría irracional, una ilusión infantil que se desborda.

- Por R. Rodríguez

EsEs lo que ocurre con la Costa Este de Estados Unidos y Canadá. Tiene algo que nos embauca nada más bajar del avión tras recorrer la mitad del mun-do mun-do entre las nubes. De algún modo, al pisar tierra firme, seguimos flotando en esa nube y no nos bajaremos hasta mucho tiempo después, cuando hayamos asimilado todo.

En esta ocasión huiremos de las caracterís­ticas imágenes de Miami y Hollywood y empezaremo­s esta vuelta americana por la joya de la corona: Washington DC. La capital de Estados Unidos bien podría considerar­se como la capital del mun-do. mun-do. Nada más poner un pie en el aeropuerto, ya se siente que todo en esta ciudad se mueve a otro ritmo. Y no es para menos.

En esta ciudad encontrare­mos el que segura-mente segura-mente sea uno de los edificios más trascenden­tales de nuestro mundo actual. No podemos saber muy bien qué ocurre tras las paredes de la Casa Blanca, pero sí sabemos que todo el planeta anda pendiente de él. Inaugurada en el año 1800, permanece como centro de residencia habitual y principal lugar de trabajo del presidente de los Estados Unidos.

Del jardín de la Casa Blanca salimos a la que segurament­e sea la milla verde más emotiva del mundo. El memorial de Lincoln y el monumento a Washington están separados por poco más de una milla de distancia pero acogen una cantidad de historia inconmensu­rable. El obelisco se en-cuentra en-cuentra justo después del memorial de la Segunda Guerra Mundial.

Si seguimos caminando dejando atrás el obe-lisco, obe-lisco, nos encontrare­mos con un agradable paseo flanqueado por los museos más importante­s de la ciudad: el Museo Nacional del Aire, el Museo Na-cional Na-cional de Historia Natural o la Galería Nacional de Arte son algunos de los más importante­s.

Ya al final de este paseo, se encuentra el órgano más importante de la política de Estados Unidos.

El Capitolio, un imponente edificio de estilo neoclásico, se impone de forma espectacul­ar acogiendo las dos cámaras del Congreso de los Estados Unidos.

Pero esta no será nuestra única parada en esta vuelta por la Costa Este. Subiendo por la costa hacia el norte, nos encontramo­s con Boston, una de las ciudades universita­rias más importante­s del mundo, con algunas tan reconocida­s como la de Harvard o el MIT, entre otras.

Entre estos edificios se localizan auténticas maravillas históricas como la Park Street Church, que fue el edificio más alto de Estados Unidos hasta 1846, el Monumento de Búnker Hill que hace referencia a una de las batallas más violentas entre británicos y patriotas o la Old State House, un edificio de increíble belleza rodeado de grandes grandes rascacielo­s.

Pero si lo que quieres es llenarte de vida y pasear como uno más de la ciudad, tenemos el plan perfecto para ti: pide mesa en alguno de sus múltiples restaurant­es y disfruta de una buena mariscada mariscada fresca con cerveza artesanal de la ciudad.

Y para terminar, una vez ya hemos recuperado la energía, un poco de deporte. Pero eso sí, sentados sentados y con calma, que en Boston son muy aficionado­s aficionado­s a apoyar a los equipos de la ciudad, ya sea en baseball con los Boston Red Sox, en baloncesto con los Boston Celtics o el fútbol americano con los New England Patriots.

Vayamos ahora hacia el interior, hacia el punto más famoso entre la frontera de Estados Unidos con Canadá: las cataratas del Niágara. Esto sí que es un punto en el que sentirás que te llenas de vida de un solo golpe.

Con aproximada­mente 51 metros de altura y 2,6 millones de litros de agua cayendo cada segundo. segundo. A la hora de visitar las cataratas, es importante importante tener en cuenta en qué época del año vamos. Si queremos aprovechar la visita para subirnos al barco Maid of the Mist, debemos asegurarno­s de ir en verano. Si decidimos ir en invierno, es posible que obtengas unas vistas increíbles de las cataratas cubiertas de hielo.

Una vez aquí, salpicados por esta impresiona­nte impresiona­nte unión entre los dos países, cruzamos hasta Canadá. Nuestra primera parada será en su ciudad más poblada: Toronto. Por el papel que desempeña, desempeña, es interesant­e empezar a conocerla desde el Downtown, su centro comercial y de negocios, donde se alzan rascacielo­s y grandes edificios acristalad­os de estética moderna.

Continuand­o la visita, llegaremos hasta el Lago Ontario, donde podemos coger los barcos que nos lleven hasta las Toronto Islands. Son toda una fuente de paz y tranquilid­ad en la que encontrar refugio refugio frente a la agitación del centro de la ciudad.

Antes de marcharnos, es obligado tomar una vista panorámica de la ciudad desde la CN Tower. Tiene 553 metros de altitud, aunque solo podrás acceder hasta los 447 metros, donde se encuentra su enorme mirador.

Seguimos nuestro viaje y nos vamos hasta la capital, Ottawa. Empezaremo­s el día desayunand­o en Le Moulin de Provence, tal y como lo hizo el mismísimo Barack Obama. Un café caliente en la terraza y de ahí, directos a visitar la joya de la corona de la ciudad: el Parliament Hall.

La visita es gratuita y en varios idiomas, incluido el español. Una vez allí, quédate a ver el cambio de guardia que se realiza en el exterior, frente al parlamento, todos los días a las 10:00 ¡Es un auténtico espectácul­o!

Si nos entra el hambre, podemos seguir la visita por el Byward Market, un mercado que es visita obligada en el que podrás comprar souvenirs, souvenirs, ropa alternativ­a y de segunda mano, además de picar algo en sus puestos de comida rápida.

Si quieres hacerte pasar por un lugareño, tienes el canal Rideau para pasear, hacer running o ir en bici. Pero, si aunque estés a miles de kilómetros, te apetece sentirte un tanto parisino, aquí y en todas todas las ciudades canadiense­s, encontrará­s su particular particular Catedral de Notre Dame. Esta en concreto está datada en 1885 y es considerad­a monumento histórico nacional.

Todavía queda mucho Canadá por descubrir y por eso, avanzaremo­s en el camino hasta Montreal. Montreal. Una ciudad vibrante, alternativ­a y con una actividad cultural impresiona­nte.

Partiendo desde la Plaza de Armas, puedes ir a relajarte hasta el puerto de Montreal, más conocido conocido como Old Port. Es uno de los más turísticos y concurrido­s, pero merece la pena dejarse caer por allí. Son casi dos kilómetros de ocio que discurren entre el casco histórico y el río San Lorenzo.

Para terminar, esperaremo­s hasta el invierno (suerte que allí dura cinco meses y podemos disfrutarl­o disfrutarl­o por más tiempo) para visitar un Quebec muy especial: Quebec nevado. Algunos lo llaman la capital de la nieve y es que allí, el invierno es más que una simple estación. La nieve se convierte en el aliado perfecto para transforma­r la naturaleza en todo un campo de juegos.

Puedes visitar el Hôtel de Glace, que está completame­nte completame­nte hecho de hielo, deslizarte por la nieve o probar uno de los spas nórdicos de la región. Así podrás entrar un poquito en calor antes de volver a coger el avión de vuelta a casa repleto de vida.

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Cataratas del Niágara
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Memorial de Lincoln
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Parliament Hall de Ottawa

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