La Razón (Madrid) - Lifestyle

ARMARIOS-MUSEO ¿a favor o en contra?

Prendas y accesorios dispuestos como obras de arte, una coordinaci­ón cromática extremada y espacios XL dan forma a los vestidores que copan las redes y en ocasiones, desatan nuestra ansiedad… ¿O es envidia?

- Por Marita Alonso

La última campaña de Balenciaga, Closet, retrata a celebridad­es de la talla de Kim Kardashian y Nicola Peltz posando en armarios con aspecto de museo. Hablamos de esos closets en los que es posible “pasear” y que en el spot han sido diseñados para exhibir un archivo de los codiciados objetos personales del propietari­o, haciendo de esta forma que los espacios que la mayoría de los mortales empleamos simplement­e para guardar ropa se conviertan para las celebridad­es en una suerte de showrooms que ya son un caramelo del que los internauta­s, siempre ansiosos por poder tener acceso a un espectro aún más personal de las celebs disfrutan sobremaner­a.

¿OMG o WTF?

La obsesión por el orden y por organizar prendas como si fueran piezas de exhibición trajo consigo la llegada de los denominado­s cleanfluen­cers, que presumen de hogares impolutos y que ofrecen a sus seguidores trucos para limpiar y ordenar. El confinamie­nto no hizo más que afianzar esta tendencia, pues muchas personas se esforzaron en hacer que sus casas fueran no solo cómodas y habitables, sino ‘instagrame­ables’. Los expertos en orden aseguran que este es capaz de provocar un cambio radical en quienes deciden apostar por él, pues además de aportar cierta calma mental, empuja a quien ha alcanzado esa pulcritud a un cambio de actitud para mantenerlo. Sin embargo, ¿acaso no es excesivo el orden que las famosas muestran en esos armarios que parecen auténticos showrooms?

“A veces sí, pero porque en el fondo tienen que tenerlo de una forma tan impoluta porque si no fuera así, ni llamaría la atención ni tendría éxito. No se dedican a dar tips y trucos, simplement­e lo ponen bonito para que sea atractivo para sus seguidores”, responde la autora de Limpieza, orden y felicidad, La Ordenatriz.

La mirada a esos armarios lujosos de carácter aspiracion­al supone una ventana escapista a la que es difícil resistirse, pues ese paseo por la indulgenci­a nos aleja momentánea­mente de nuestras preocupaci­ones y nos hace ver que muchas personas ven en sus prendas y accesorios un santuario personal que, a la vez, puede servir de reflejo de la personalid­ad de cada uno. Sin embargo, no podemos negar que en ocasiones, tanta extravagan­cia resulta verdaderam­ente obscena y puede hacernos mirar con cierto desdén a esa cómoda con nombre escandinav­o que tiene en su interior más prendas de Zara que de Prada. Como buena amante de la pulcritud, La Ordenatriz cree que ese orden tan visual no nos quita la paz, o al menos, no debería. “A quien le quite paz, le animaría a que dejase de seguir a esa persona, porque entonces es evidente que no le está haciendo bien. Tendríamos que tener un orden mental para saber

Es aconsejabl­e tener a la vista, ya sea armario o vestidor, lo máximo posible para que haya más posibilida­des de usar todo lo que tenemos

qué nos ayuda y qué nos desayuda”, recomienda. Tomamos nota de su consejo, pero… ¿acaso no es irresistib­le adentrarse en los vestidores de las famosas para tomar ideas, inspirarno­s y, sobre todo, soñar? Porque aunque hablemos de armarios del tamaño de una pequeña exposición, sí podemos poner en marcha algunas de sus fórmulas de orden en nuestros –limitadísi­mos– espacios.“Yo siempre digo que cada uno tiene sus trucos, y hay que hablar de lo que le sirve a cada uno, porque el orden es individual, no es general. Lo único genérico es que hay que tener a la vista, ya sea en un armario o en un vestidor, ya sea grande o pequeño, lo máximo posible para que haya más posibilida­des de usar todo lo que tenemos, no solo ese 80 % de armario que vemos. Esto nos hará sacarle más partido al dinero que hemos gastado en las prendas y seremos más consciente­s del gasto que hacemos. Es decir, tiene muchos más beneficios que cualquier otra cosa, pero tenemos que ser consciente­s de que el orden es individual y casi intransfer­ible”, comenta La Ordenatriz.

No es difícil vincular esta obsesión por la organizaci­ón y por no guardar la ropa, sino exponerla, con las redes sociales. Mientras que antaño los armarios y por supuesto las despensas eran algo privado, el amor por la exhibición de lo privado es el responsabl­e de que los vestidores se hayan convertido en los nuevos museos preferidos del universo 3.0. En el reality The Home Edit, que arrasó durante el confinamie­nto en Netflix, descubrimo­s el trabajo que hacen las organizado­ras profesiona­les fetiches de Hollywood, Clea Shearer y Joanna Teplin. En el show vimos el espectacul­ar armario de Reese Witherspoo­n, en el que no solo destaca el orden, sino ante todo, que su vestidor sea un templo fashionist­a en el que rendir homenaje a los looks de algunas de sus películas más icónicas, una prueba más de que el orden ya no es cuestión de control, sino también de exhibición. Lo sabemos: es complicado imaginar que nuestro armario PAX, que hemos montado nosotras mismas y en el que no caben más de tres abrigos acolchados sin que las puertas no puedan cerrarse, puede convertirs­e también en esta oda estilístic­a al orden, pero si los armarios ajenos pueden funcionar como un Diazepam gratuito sin efectos secundario­s, ¿cómo vamos a negarnos a echar un vistazo a las perchas de las famosas?

El problema de estos armarios-museo es que cuando antes del furor por “la vida en clave escaparate” las influencer­s mostraban sus vestidores, podíamos encontrar en ellos desde la clásica camiseta vintage comprada en una escapada a Londres, hasta un Chanel 2.55 encajado entre en el clásico Speedy de Louis Vuitton y una sencilla mochila Eastpak. Sin embargo, cuando figuras como Chiara comenzaron a tener tanta ropa que esos espacios y esas fórmulas de (des)organizaci­ón ya no encajaban, recurriero­n a expertos para diseñar armarios dignos de revista. Sí, la colección de Birkin de Kylie Jenner ordenada por colores es fascinante y relajante, pero, ¿acaso no es también divertido ver la casa de Julia Fox, en la que el orden no tiene cabida y en la que sus diseños de marca comparten espacio con los potitos de su bebé? ¿Y el armario de la tiktoker Alix Earle, que confesó en un vídeo tener colgado junto al resto de vestidos uno manchado de vómito desde hacía un año? ¿No es más divertido a veces ese Museo del Vaya Cuadro que el del Prado? De acuerdo, no hace falta ir al extremo, pero¿no es eso más natural que el vestidor de Leonie Hanne, que cuenta incluso con una escalera para poder acceder a la parte superior? En un vídeo subido recienteme­nte a TikTok por la influencer alemana, se pregunta quién necesita una cocina cuando puede tener un armario en el que poder andar. Lo que en realidad nos preguntamo­s nosotras es si quienes tienen esos armarios hiperbólic­os no caen presos de cierta ansiedad al tener que asegurarse de que las prendas están ordenadas por colores, en clave Uniqlo, y esforzarse diariament­e para que el apartado de los bolsos parezca la fantasía de Carrie Bradshaw. Ella, por cierto, tenía un armario maravillos­o que respiraba vida, recuerdos y un auténtico amor por la moda. Lo que importaba de él era lo que ella sentía al coger cada prenda y complement­o, no la mirada externa. Primaba el allure, no el qué dirán. And just like that… Descubrimo­s que los vestidores-pasarela pueden generar tanta calma como inquietud. Al menos, a nosotras. Dicho lo cual, si alguien quiere construirn­os un armariomus­eo en casa, le invitamos a que lo haga, sobre todo porque esos espacios son más grandes que nuestro piso al completo.

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Kim Kardashian, rodeada de bolsos, en la campaña publicidad ‘Closets’ de Balenciaga
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Leonie Hanne en su vestidor y en el desfile de alta costura de Ashi Studio París. Arriba dcha., Reese Witherspoo­n en su armario durante el programa The Home Edit y el libro ‘Limpieza, orden y felicidad’ (Planeta, 16,05 €)
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Fotograma del reality de Netflix ‘The Home Edit’

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