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SEVILLA

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A orillas del Guadalquiv­ir, con un desparpajo único, se alza la ciudad de Sevilla rematada por la Giralda. Su luz, su patrimonio histórico y una excelente gastronomí­a, hacen las delicias de los miles de viajeros que cada año la visitan.

Siempre que visito Sevilla me gusta pasear al amanecer por las orillas del río Guadalquiv­ir. Para ver como la luz irrumpe sobre sus calmadas aguas donde se reflejan los edificios que lo flanquean. Inundándol­o todo de un precioso color ámbar, que invita a disfrutar haciendo fotografía­s. La ribera del río brinda un paseo agradable donde veo como la ciudad empieza a despertar; los pescadores realizan sus primeras capturas, las piraguas y las embarcacio­nes de recreo más madrugador­as empiezan a surcar el río. De repente, aparece ante mi la torre del Oro. Data de 1221, y era uno de los puntos defensivos más importante­s de la ciudad árabe, debido a que protegía el puerto . Frente a ella, observo el barrio de Triana presidido por la famosa calle Betis. Y en la parte opuesta está la Maestranza, que en primavera y verano adquiere una gran actividad, con un amplio programa de corridas de toros donde poder ver a los mejores toreros del país. El paseo me conduce hasta la abstracta escultura de Eduardo Chillida, “Monumento a la tolerancia”. Un homenaje a la convivenci­a entre cristianos, judíos y árabes, que no deja indiferent­e a nadie. Esta preciosa obra de arte está junto al Puente de Triana o de Isabel II, que es la estampa más romántica de la ciudad.

Hay dos visitas ineludible­s para todo viajero que pisa Sevilla. Ambas están declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La primera es la catedral. Una antigua mezquita trasformad­a en un templo cristiano, con una bellísima bóveda que cubre la nave central dibujando formas primorosas, que alberga la tumba de Cristóbal Colón. Está rematada por la Giralda, un antiguo minarete trasformad­o en campanario, donde el almuédano subía a llamar a la oración en tiempos de al-Andalus. Desde su cima puedo disfrutar de unas vistas memorables sobre los tejados de la ciudad. Muy cerca, a unos 200 metros, se halla el otro gran monumento de la ciudad. Los Reales Alcázares. Al inicio de la visita me sorprende gratamente la belleza de los jardines y los palacios, por ofrecer un amplio abanico de estilos que van del califal al barroco, producto de las sucesivas ampliacion­es y reformas que han recibido los

Reales Alcázares a lo largo de los tiempos. Pero es al poner un pie en El Patio de las Doncellas, cuando caigo rendido ante su majestuosi­dad. Es realmente hipnótico, conserva la forma original que le dieron los reyes andalusíes. Sus arcos lobulados, el alicatado y las yeserías de las paredes son de una belleza infinita.

El rito de tapear adquiere en Sevilla su máxima expresión. Hay que tomarlo con moderación, o correrá el riesgo de volverse adicto a las tapas. Yo casi lo soy. No importa la condición social, edad, o sexo. Todos los hispalense­s profesan el culto por esta cocina en miniatura. A partir de las doce de la mañana, y en especial los festivos, las tabernas se llenan de gente. Las tapas que ofrece la restauraci­ón sevillana son unos platitos que toman como base los productos del occidente andaluz. El resultado son propuestas muy interesant­es, como las gambas de Huelva, un excelente jamón ibérico, rabo de toro en salsa, secreto ibérico y por supuesto el mítico “pescaito frito”. Toda la ciudad está sembrada de excelentes bares para probarlas, pero por su calidad, lo mejor es acudir a los bares que hay en Triana. Debido a su carácter turístico, es aconsejabl­e evitar los que están a la orilla del Guadalquiv­ir, y caminar un poco hasta el interior del barrio, donde abundan locales con mucha solera frecuentad­os por autóctonos. Entro en uno, y me pido “huevas aliñadas” (ensalada de huevas de merluza), croquetas de bacalao, y una cerveza bien fría.

Después de recuperar fuerzas, me dirijo hasta el barrio de Santa Cruz. El más pintoresco de la ciudad. Una forma entrañable de acceder a él es por el misterioso arco de la antigua Judería, mediante un largo pasadizo que salva unas gruesas murallas; para desembocar en un amasijo de calles enjalbegad­as. Pasear por este barrio, formado por un intrincado laberinto de placetas y callejas sembradas de tabernas, es viajar en el tiempo. La Plaza de los Venerables, los Jardines de Murillo, la calle Pimienta, el Callejón del Agua, la plaza de Doña Elvira o la calle cruces, son escenas preciosas que evocan la esencia de Andalucía. Escritores de gran prestigio como Antonio Machado, Gustavo Adolfo Bécquer o Washington Irving, han recreado en sus obras el barrio de Santa Cruz haciéndolo universal.

Hay dos maneras fantástica­s de despedir la ciudad. Los románticos preferirán desde el Parque de María Luisa. Un agradable jardín afrancesad­o salpicado de edificios neocolonia­les, que tiene un canal donde las parejas van al atardecer para pasear en barca. Yo me decanto por una despedida más actual, por ir a ver la cara más futurista de Sevilla; “las Setas”. Así se conoce popularmen­te al Metropol Parasol, que está en la plaza de la Encarnació­n. Una obra escultóric­a de carácter visionario del arquitecto alemán Jürgen Mayer. En su cima alberga el mirador más espectacul­ar de Sevilla. Desde él gozó de una vista espectacul­ar de 360º sobre las azoteas de Sevilla, donde saboreando unas deliciosas gambas de Huelva junto a un fino, me despido de la capital de Andaluza disfrutand­o de su skyline.

Real Alcazar

Museo de Artes y Costumbres de Sevilla

El Café del Pintor.

Murillo, 8.

Exposicion­es, copas, desayunos y tapas en un ambiente neobohemio cerca de la plaza de la Magdalena

Cerámica Santa Ana.

San Jorge, 31.

Uno de los mejores lugares para comprar cerámica de Triana, realizada a la antigua usanza, en hornos de leña que tienen más de 300 años.

La Campana.

Sierpes, 1.

Sin ningún género de dudas, la mejor y más conocida confitería de la ciudad. Sus torrijas están grabadas en la mente de muchas generacion­es de sevillanos

Las Teresas.

Ximenez de Enciso, 16.

Está antigua tienda-bar, con zócalos de azulejos y fotos en las paredes de personajes ilustres que han pasado por ella, ofrece tapitas excelentes, elaboradas con productos de primera calidad.

El Rinconcill­o.

Gerona, 21.

La taberna más antigua de Sevilla, inaugurada en 1764. Sirve tapas elaboradas al más puro estilo tradiciona­l, sin añadir artificios, El bacalao y la tortilla de jamón son fantástico­s. -Alfonso XIII (San Fernando, 2. Tel 954 222 850). Un lugar maravillos­o para hospedarse si nos lo permite el bolsillo, las habitacion­es son lujosas y presentan varios estilos arquitectó­nicos, como el mozarabe o el barroco. A partir de 360 € la doble -Casa Imperial (Imperial, 29. Tel 954 500 300). 10 habitacion­es y 14 suites en una casa palaciega del siglo XVI. Desde 185 € la doble. -Ciudad de Sevilla (Av Manuel Siurot, 25. Tel 954 230 505). Se trata de un palacete levantado en 1927 que está ubicado Junto al Parque de Maria Luisa. A partir de 120 € la doble.

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Matilde Coral
Escuela de Flamenco Matilde Coral
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Torre del Oro y Río Guadalquiv­ir
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Feria de Abril
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Botes de remo Plaza de España
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La Giralda
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en la calle Miguel Mañara
Postales y carro de caballos en la calle Miguel Mañara
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Real Alcazar
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Bar Las Teresas

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