LA ENDÉMICA CRISPACIÓN DE LA POLÍTICA ESPAÑOLA
LOS españoles volvemos a asistir a un recrudecimiento de la crispación política. El pasado miércoles fuimos testigos de cómo el líder del principal partido de la oposición, Pablo Casado, acusaba al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de ser “partícipe y responsable del golpe de Estado que se está perpetrando en España” por parte de los independentistas catalanes. Fueron palabras gruesas y no ajustadas a la realidad, pero dichas en el fragor del debate parlamentario, donde tantos excesos (y no sólo en España) se cometen. Por su parte, el jefe del Ejecutivo reaccionó de una manera inaudita. La Moncloa emitió un comunicado en el que anunciaba que el que se supone presidente de todos los españoles “da por rotas las relaciones” con el líder de los populares. Hasta el momento, nadie sabe exactamente el verdadero significado y trascendencia de dicho comunicado. Es evidente que las palabras de Casado supusieron una censurable falta de respeto al Ejecutivo (el propio político popular las quiso matizar luego), pero el tono solemne y dramático de La Moncloa también está fuera de lugar. Como suelen decir los futbolistas: todo debería haberse quedado en el campo de juego, es decir, en el Parlamento.
Hace tiempo que la crispación es un mal endémico de la política española. Si ahora asistimos a un recrudecimiento de la misma se debe, principalmente, a la cercanía de un gran ciclo electoral en el que, en muy poco tiempo, se van a celebrar elecciones autonómicas –las primeras en Andalucía–, municipales y europeas. Coincide este ciclo, además, con un momento en el que está cambiando drásticamente el mapa político español. La quiebra del bipartidismo ha supuesto una fragmentación tanto de la derecha como de la izquierda, lo que aumenta la tensión a la que están sometidos los líderes políticos, cada vez más obligados a competir en unos mercados de votos altamente volátiles. En las palabras gruesas, en las declaraciones excesivamente escoradas a la derecha o a la izquierda, hay más de guiño a la propia feligresía, de luchas intestinas en los grandes bloques políticos, que de intento de convencer a los votantes indecisos o de centro, un espacio político que prácticamente ha desaparecido. Los políticos españoles deberían comprender que estamos ante una nueva realidad política en la que será necesaria una especial capacidad para el pacto y el acuerdo. En esta nueva era, la crispación puede ser un serio impedimento para alcanzar y mantener el poder.
Detrás del repunte de la crispación política se esconde el nerviosismo de los líderes ante la inminencia de un gran ciclo electoral