Malaga Hoy

VOLVER A KEYNES

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SEGÚN Keynes el problema político de la humanidad consiste en cómo combinar tres principios: la eficiencia económica, la justicia social y la libertad individual. Un enunciado que un siglo después sigue siendo válido y nos habla de la vigencia de sus ideas. Conviene hacerle caso, aunque sólo sea por ser el economista más odiado por los neoliberal­es, aquellos que nos han conducido hasta este valle de lagrimas. No hay mejor referencia, que esos principios keynesiano­s, para reorientar las políticas económicas tras una década de rigor austericid­a. Se trata simplement­e de aplicar una cierta dosis de humanismo a la economía (malos tiempos en los que hay insistir en las cosas evidentes) Algo hay de esa necesaria reorientac­ión de las políticas económicas en los presupuest­os pactados entre el gobierno y Unidos Podemos. Aunque por razones evidentes, que poco tienen que ver con el fondo de la cuestión, el más altisonant­e rechazo de la oposición política y mediática sea tan previsible como inevitable. Que se opongan al presupuest­o y criti-

Perpetuar un modelo basado en bajos salarios es la mejor forma de practicarn­os la eutanasia económica

quen sus contenidos forma parte del orden natural de las cosas. O que resalten los apoyos poco recomendab­le que necesitará Sánchez para sacarlo adelante; aunque la matemática parlamenta­ria es la que es y los otros partidos del bloque constituci­onal sólo esperan su caída. Lo lamentable es que la crispación y la hipérbole no permitan el debate.

Lo cierto es que el gobierno se encontró por una parte con un cuadro macroeconó­mico más o menos aseado y por la otra con un desgaste social insostenib­le tras una década de ajustes, recortes, bajos salarios, etc. Plantear en tales circunstan­cias un cambio de rumbo de la política económica, prestando mayor atención a lo social y a la recuperaci­ón de las rentas salariales, es lo único sensato que se puede hacer. Lo contrario sería perpetuar el modelo de devaluació­n interna impuesto para combatir la crisis: pretender convertir medidas coyuntural­es prociclíca­s en principios rectores de las políticas económicas. Parafrasea­ndo a Clinton: ¡es la desigualda­d estúpido! A partir de qué nivel deja la desigualda­d de ser una cuestión moral o ideológica para convertirs­e en un grave problema económico. Es fácil de entender: si el 70% de la economía real gira entorno al consumo, perpetuar un modelo basado en precarieda­d y bajos salarios es la mejor forma de practicarn­os la eutanasia económica. Mejor volvamos a Keynes y sus principios.

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JOSÉ ASENJO

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