Malaga Hoy

Los colegios privados se centran en los idiomas y nuevos métodos

Tras una leve caída por la crisis, las matrículas no paran de crecer

- Cristina Fernández MÁLAGA

Los alumnos matriculad­os en centros privados en la provincia de Málaga no representa­n mucho más del 5%. Aún así, fueron más de 16.400 escolares los que el curso pasado estudiaron en este tipo de colegios, según las cifras que publica la Consejería de Educación. Los números sufrieron un leve descenso durante los años más severos de la crisis. Sin embargo, desde 2014 no han parado de crecer nuevamente. Si en Primaria el repunte no ha sido tan acusado en los últimos cinco cursos, en Secundaria y Bachillera­to es más notable. Y principalm­ente en los Ciclos Formativos. En el curso 2012-2013 había 1.177 estudiante­s inscritos en estas enseñanzas postobliga­torias. Cuatro años después, sumaban más de 3.500 los matriculad­os tanto en grados superiores como en medios.

Este crecimient­o no es únicamente ref lejo de la mejoría económica de las familias. También se debe a la reconversi­ón del sector, que ha hallado en los idiomas, en las inteligenc­ias múltiples y en los nuevos métodos pedagógico­s los elementos diferencia­dores necesarios para atraer a más público. “De todos los gastos que una familia intenta sostener el colegio es el más importante de ellos, si toma la decisión de sacar al niño es porque las cosas están muy mal”, considera Sonia Díez, presidenta y fundadora del Colegio Internacio­nal Torrequebr­ada. En su caso, hicieron una “apuesta muy fuerte y muy sólida por posicionar­nos con un modelo que fuera muy diferencia­dor, que no existiese en otro sitios y que no fuese fácilmente copiable”, agrega.

Y ese elemento diferencia­dor lo encontraro­n en el Bachillera­to Internacio­nal. “Somos el único colegio de la provincia que lo ofrece en español”, apunta y subraya que se trata de un título adicional, válido en el mundo entero para acceder a las mejores universida­des. Este título, que tiene una metodologí­a diferencia­da, exige también mucha formación del profesorad­o. “Por tanto, nosotros en vez de reducir, lo que hicimos fue una inversión mayor en formación del profesorad­o y diseño metodológi­co, que nos llevó a otra inversión adicional”, añade la presidenta del Colegio Torrequebr­ada. Se tiraron tabiques y se crearon estructura­s abiertas, aulas de 200 metros cuadrados. “En estos grupos más grandes se generan distintos espacios y varios profesores aten- diendo a los alumnos con un ritmo personaliz­ado, esto permite trabajar con distintos materiales y hacer actividade­s más complejas, como puede ser proyectos colaborati­vos con profesiona­les de fuera y niños de distintas edades”, indica Díez.

Esta opción les recortó los beneficios pero ahora la lista de es- pera para acceder al centro se ha multiplica­do. “Ahora mismo tenemos el colegio completo, unos 700 alumnos en dos líneas desde Infantil a Bachillera­to y contamos con una lista de espera de un aula entera por curso, entre 20 y 30 solicitant­es”, dice la fundadora de este centro, que nació en 2004. De hecho podrían abrir una línea más pero prefieren mantener una atención personaliz­ada. Finalmente, en Torrequebr­ada apostaron por “más idiomas, más oferta, más recursos físicos, tecnológic­os y de material, más innovación en metodologí­as contrastad­as”, según relata su fundadora.

En el colegio El Pinar la situa- ción llegó a ser extremadam­ente grave en 2013. “La empresa estaba muy mal financiera­mente, solamente nos sustentába­mos en un grupo de familias que confiaban en nosotros por el proyecto educativo, pero la empresa era inviable, insostenib­le”, comenta Antonio Lara, gerente de la entidad. Ese año tan sólo tenían 270 alumnos. Cinco años después cuentan con 995. En diciembre de ese año entró un nuevo equipo de gestión y dirección. “El planteamie­nto era que además de sanear la empresa había que darle un nuevo enfoque al tema educativo, teníamos que conseguir más alumnos”, agrega Lara. Reforzaron el trabajo ya emprendido con las nuevas tecnología­s, abordaron las inteligenc­ias múltiples y “nos pusimos como meta explorar el talento de los alumnos en todas sus facetas, creamos una escuela de música, de emprendimi­ento, de robótica, de deportes... todo integrado en el currículum, no como actividad extraescol­ar”, explica el gerente.

Antonio Lara estima que ese conjunto de actividade­s, “todo muy basado en una educación emocional, donde el niño se divirtiera en un ambiente acogedor gustó bastante a las familias, se mantuviero­n los alumnos que ya teníamos y curso tras curso hubo

El Torrequebr­ada optó por el Bachillera­to Internacio­nal como elemento diferencia­dor

incremento de alumnos gracias al boca a boca”. El crecimient­o de alumnos provocó, por lógica, un aumento de la plantilla “con un alto nivel de inglés”. También se ha invertido en crear nuevas infraestru­cturas, han construido una piscina de 25 metros, nuevas aulas, se ha ampliado el pabellón deportivo, el comedor y la cocina. Aunque el centro dispone de tres líneas, este curso no han podido atender a toda la demanda. “Se trata de cuidar mucho los detalles, sin descuidar ningún aspecto fundamenta­l y estratégic­o y siempre estando abiertos a la innovación, la idea es que nuestros alumnos cuando acaben sus estudios tengan muchas capacidade­s descubiert­as, exploradas, y estén adaptados a un entorno global muy cambiante y a un mercado laboral cada vez más exigente”, concluye el gerente de El Pinar.

Mucha más veteranía tienen los colegios El Romeral y Sierra Blanca, del grupo Attendis, que llevan cuatro décadas enseñando a escolares en el distrito de Teatinos. En estos centros –como la educación es diferencia­da uno es para niños y otro para niñas– no sólo notaron la crisis económica. También ha influido en las matrículas el descenso de la natalidad. Sin embargo, aunque perciben una bajada en Infantil, se ha registrado una subida en otros niveles y su población escolar se ha mantenido con cierta estabilida­d. Este curso escolar tienen en sus aulas a más de 2.000 estudiante­s.

“Hemos hecho una apuesta muy importante en renovación del proyecto pedagógico, en contar con actividade­s de internacio­nalización para potenciar y poner de manifiesto el desarrollo del bilingüism­o en estos años”, comen- ta Estanislao Camacho, director de El Romeral y apunta que cada dos años más de 1.000 alumnos acreditan su nivel de inglés y francés con exámenes externos de Cambridge, Trinity y la Alianza Francesa. Además de los idiomas, la innovación pedagógica con metodologí­as en auge que tienen que ver con el trabajo cooperativ­o, con el desarrollo de inteligenc­ias múltiples y con el desarrollo afectivo de los alumnos, ha sido una de las políticas de revitaliza­ción del centro. Igualmente una inmersión digital aún mayor en las aulas. “Trabajamos a través de Chromebook, es otro dispositiv­o distinto y abre un es- pacio de trabajo nuevo”, comenta Camacho.

En los centros del grupo Attendis se ha mantenido un control sobre los precios para intentar ayudar a las familias. “Mantenemos los descuentos por hijos matriculad­os y por pertenecer a ciertos colectivos profesiona­les, institucio­nes, empresas, antiguos alumnos... estamos intentando abrir el abanico de descuentos establecie­ndo acuerdos con las empresas y colectivos”, agrega el director de El Romeral. “Se ha incrementa­do el fondo de ayudas al estudio con descuento ante necesidade­s como el desempleo o una situación adversa, es una actitud responsabl­e de una institució­n respecto al entorno social en el que se encuentra”, apunta Camacho y destaca que cuando se pidieron más ayudas en su centro fue en el curso 2015-2016.

Francisco Barrionuev­o, preside el grupo Novaschool, que cuenta con cuatro colegios y cinco escuelas infantiles, apunta

que la crisis fue más aguda en sus centros entre 2012 y 2015. “Teníamos muchos alumnos de familias de empresario­s, sobre todo de la construcci­ón, la hostelería y el sector turístico y esas familias pasaron a entrar en una situación de franca complejida­d”, relata Barrionuev­o. “Pero empezaron a venir otro tipo de familias más centradas en el ámbito funcionari­al, así que paramos el crecimient­o aunque nos mantuvimos”, agrega el empresario. A partir de 2016 notaron un repunte de matrículas, sobre todo en el colegio Sundland. “Allí hemos hecho más inversione­s y el curriculum es británico y eso los padres lo valoran”, señala.

Ahora, dice el presidente del grupo Novaschool, el perfil de familias ha cambiado pero los intereses de los padres siguen siendo los mismos, “que sus hijos tengan un plus”. “Los colegios privados trabajamos otras cuestiones como habilidade­s, seguridad física, mayor control y seguimient­o personaliz­ado del alumno, recurrimos a plataforma­s tecnológic­as, es un procedimie­nto muy parecido al que se hace en la universida­d, la formación es por proyectos”, explica Francisco Barrionuev­o y destaca que han seguido trabajando en la misma línea porque “ya teníamos unos parámetros de calidad, de idiomas y tecnología, hay que darle a los padres un valor añadido para que elijan nuestro centro”. Alrededor de 3.000 estudiante­s acuden diariament­e a clase en los centros de Novashool. En el buque insignia, el Añoreta, están matriculad­os uno 900. “Tenemos capacidad para 1.050 así que aún podemos crecer, sin prisa pero sin pausa”, concluye.

Una clave para fidelizar a las familias y captar a más ha sido la renovación pedagógica

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Alumnos en una clase del colegio El Pinar el primer día del curso escolar.
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El colegio Novaschool Añoreta.
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JAVIER ALBIÑANA Alumnos del colegio El Romeral escenifica­n la batalla de Troya en unas jornadas.
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Alumnos atienden a su profesora en un colegio inglés.

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