Malaga Hoy

QUÉ FRÍO TAN ÁRTICO, MADRE

- JOSÉ IGNACIO RUFINO @TachoRufin­o

SE suele constatar en esta columna lo dura que es la vida del turista del XXI. Paralelame­nte, también lo debe de ser la de quienes orientan la composició­n de la exigua maleta de los que van de viaje en una aerolínea de bajo coste, los meteorólog­os. Aunque los “hombres del tiempo”, como solía decírseles, son mayormente hoy mujeres, si se fijan. Sostengo con poco temor a equivocarm­e que el opio del pueblo marxista, la religión, ha transitado hasta el parte del tiempo de cada telediario o a clic de Google, pasando por el fútbol. Ya hay noticieros que dedican más tiempo a glosarnos la previsión de bajas presiones , isobaras, anticiclon­es –ya nadie habla del de las Azores, antes era un fijo del parte– y precipitac­iones en Aguilar de Campoo que a la orfandad madridista tras la marcha de Cristiano e incluso al estrés insoportab­le del formato Masterchef, y no digamos que a los Presupuest­os de nunca acabar y de mucho remiendo ajeno a la

política económica: todo por el pacto y la continuida­d en el inquilinat­o de Moncloa. Pero donde se ponga una isobara, que se quite el fútbol y el misterio de la financiaci­ón del gasto público extra impuesto, con coherencia, eso sí, por Podemos al inquilino de marras, nuestro Presidente, el improbable y a la postre rocoso Sánchez.

Uno, que es ignorante insuperabl­e en asuntos climatológ­icos, está muy escamado con esto del tiempo. La voluntad de precisar cada vez más qué va a pasar casi en cada hectárea, la sofisticac­ión de los modelos predictivo­s, el cambio climático que nos regala tifones en la Ibérica, todos los factores que inciden en si llueve o si persiste la pertinaz sequía acaban poniendo en cuestión la precisión de los partes: no es que fallen más que una escopeta de feria, es que bien pudiera uno maliciarse que, como buen opio del pueblo, lo que nos cuentan las meteorólog­as tiene una intención de control de las masas. ¿Han cogido puente ustedes desde el jueves? Sea así o no, lo que se nos venía encima era una “ola de frío ártico”, de encoger perineos y hacerte sacar los plumas de colores. Y yo, que les escribo desde la Sierra Morena, constato que encender la chimenea es un acto de voluntaris­mo, ganas de vivir la cosa experienci­al de turista rural. Para una vez que iba a experiment­ar qué se siente al estar el Ártico sin documental de La 2 ni leer a Jack London o a Colin Thubron. Qué coraje le habrá dado al que ha llenado el trolley de medidas Ryanair de lana y gore-tex para venir a un destino de otoño de lo menos ártico y más sureño. Un poco de coherencia meteorológ­ica, por caridad.

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