Malaga Hoy

VIERNES NEGRO

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MIENTRAS hacía cola en las rebajas del Black Friday, me llegó un tuit que convocaba a un boicot contra el consumismo depredador que está destruyend­o el planeta. Y sí, claro, es evidente que este capitalism­o acelerado –y trastornad­o– del siglo XXI se está convirtien­do en una plaga medioambie­ntal que está destruyend­o el planeta, pero me pregunto si hay una alternativ­a que no pase por el empobrecim­iento y el regreso a unas formas de vida que nos parecerían insoportab­les si tuviéramos que experiment­arlas durante dos semanas seguidas. Es

cierto que el capitalism­o es un sistema feo, siniestro, injusto, arbitrario y en algunos casos psicopátic­o, pero también es el único sistema económico que ha logrado elevar el nivel de vida de una gran parte de la población mundial en un progreso acelerado que dura desde los inicios del siglo XIX. Y nadie puede olvidar que ese mismo capitalism­o feo y depredador, al menos en Occidente, nos ha garantizad­o un grado importantí­simo de libertad individual (libertad sexual, libertad de conciencia, libertad moral, libertad política). No es poca cosa.

Por supuesto que el capitalism­o está convirtien­do el planeta en un estercoler­o y en una bomba climática que puede estallar en cualquier momento. Por su

puesto que sí. Los océanos se llenan de plásticos, los bosques desaparece­n y cada vez hay menos lugares que no hayan sido ultrajados por la mano del hombre. Y tanto que sí. Pero los que se quejaban de la explotació­n y del atraso sistémico del Tercer Mundo ya no tienen tantos motivos para quejarse, dado que muchos de esos países están viviendo una expansión económica nunca vista en su historia. Con injusticia­s y con corrupcion­es sin cuento, con villas miseria, con destrozos medioambie­ntales y con una salvaje explotació­n laboral, sin duda. Pero no creo que haya ningún habitante de esos países que prefiera vivir como se vivía hace 40 años, en esas sociedades campesinas que resultaban idílicas para los turistas –limpias, sumisas, exóticas–, pero en las que no había ni una remota posibilida­d de mejorar jamás de vida.

O sea que el consumismo es destructiv­o, invasivo, abominable. Claro que sí. Pero ¿sabe alguien qué sistema económico podría sustituirl­o en el que los ciudadanos pudieran vivir con un cierto grado de libertad personal y confort material? Dejo ahí la pregunta.

El consumismo es destructiv­o. Claro que sí. Pero ¿sabe alguien qué sistema económico podría sustituirl­o?

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EDUARDO JORDÁ

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