¿SOLUCIÓN POLÍTICA?
CATALUÑA de nuevo, sí; como George Clooney en el anuncio las máquinas de café: Cataluña, what else? (¿Qué si no?). Una solución política no es posible. Una solución negociada, tampoco. Por una sencilla razón: no hay campo de negociación, acuerdo ni buena solución posible en un conflicto entre dos partes si una de ellas sólo quiere negociar el cuándo y cómo se le conceden –lo concedería la otra parte: el juego es de suma cero– dos reclamaciones: el referéndum de independencia y la proclamación de la República Catalana (pero no sólo un ratito, como hace dos años: un histórico teatro de soberana irresponsabilidad). Pudo haber negociado Rajoy un acuerdo fiscal –el silente corazón del asunto es económico–, y haber con ello diferido la reclamación guadianesca –según soplen los vientos del interés– de una parte de Cataluña, pero ya había entrado el gallego en fase paralizante. Por su parte, los tolerantes a la violeta de este país ha
blan de diálogo y solución política: como la rana ingenua que cruza al escorpión a la otra ribera, recuerden la fábula.
Salvo el indulto, tampoco hay posible solución política a las sentencias judiciales. En concreto, las condenas a los políticos que perpetraron en octubre de 2017 una asonada tan suavona como mortífera (y sin derecho) que ha metido odio y violencia –y es la razón principalísima del auge de Vox– en nuestras vidas, sobre todo las de los catalanes. También hay quien se sospecha que la sentencia reciente de los ERE ha sido tan contundente –todo lo que pidió la fiscalía– para hacer ver que todos moros o todos cristianos. Con diferencia de matiz: golfos de clan caciquil frente a golfos vestidos de gent de pau y “revolución sonriente”: otra hipocresía monumental. Resulta asombroso que en una región rica, proveedora histórica de bienes y servicios al resto del país en régimen de cuasi-monopolio, se corten e incendien las calles, se cerquen las comisarías como arapajoes alrededor de Custer en Little Big Horn, se revienten universidades, autopistas, aeropuertos y, en suma, la vida de propios… y de extraños, o sea, los no independentistas, arrinconados. Con la vida bien jodida.
(Mientras, la presidenta europea Von der Leyen: “El nacionalismo quiere destruir Europa: la ley española debe ser respetada. No es misión de la CE mediar entre un Gobierno nacional y uno regional”. Mientras, el PNV pide la Seguridad Social a cambio de su apoyo al Gobierno polícromo de Sánchez. El PNV, bajo la sombra de un nogal. Mientras, uh, Putin, el zar de los agitadores por el mundo: “A la UE le quedan diez años”.)