El coronavirus lejos de casa
● Malagueños que por elección o necesidad abandonaron el país cuentan cómo viven la pandemia y la situación en sus destinos
En portugués, hay una palabra que no tiene traducción directa al castellano y que hace referencia a un sentimiento cercano a la melancolía, al anhelo provocado por la distancia temporal o espacial a algo querido y que, de una forma u otra, se quiere resolver. Una mezcla de esta saudade, de preocupación constante, es lo que sienten muchas personas que por elección o necesidad salieron un día de Málaga. Ahora, lejos de casa, viven esta crisis entre mensajes y llamadas que se han multiplicado, con la doble carga de desasosiego que lanza a sus espaldas no estar cerca de los suyos y la propia situación del lugar donde ahora residen.
“El hecho de levantarte cada día y leer noticias tan desesperantes sobre tu país, sobre el lugar donde está tu gente, te genera tal nivel de ansiedad que ni en las peores pesadillas habría imaginado”, cuenta desde Londres Daniel. Él salió de Málaga hace seis años como muchos otros para buscar una oportunidad que aquí le negaban. Apenas balbuceaba algunas palabras en inglés y ahora trabaja en una conocida universidad. Daniel reconoce que hace ya unas semanas, cuando comenzó todo, se planteó volver a casa. “En momentos tan críticos solo quieres estar con los tuyos”, asegura. Pero decidió quedarse: “Estás aquí por decisiones que tomaste en el pasado; por un motivo u otro te toca afrontar todo esto como el mayor de los retos, quedarte con mantener el contacto, mantener la calma y apoyar a los tuyos en todo lo que puedas”. Además, no pasa por alto que coger un vuelo y regresar ahora a Málaga “pondría en riesgos muchas vidas”. “Sería egoísta por mi parte”, asevera.
Desde Alemania, su hermana tiene una sensación distinta: “Aquí afrontaron la pandemia con rapidez”, cuenta María del Mar. Este país, a pesar del número de contagiados (cerca de 33.000), presenta uno de los índices de letalidad más bajos (149 fallecimientos) y es que, tal y como destaca esta joven malagueña, en una primera fase, optaron por ampliar el número de test a la población para reducir la posibilidad de contagios. Según el Instituto Robert Koch, el centro responsable del control de enfermedades, en el país se realizan 160.000 test a la semana. Además, la situación “se vive con muchísima menos ansiedad” que en España. Daniel y María del Mar comparten conversaciones a diario con su familia y una misma sensación: la inquietud por lo que pueda pasar. “Es una mezcla de nerviosismo, miedo, intranquilidad... El no saber cuándo van a poder controlar esta situación ni cuándo volveré a ver a mi familia. Solo espero que, sea cuando sea, volvamos a estar todos juntos”, explica ella.
A Jorge la situación le sorprendió adaptándose a un nuevo entorno. A finales de enero aceptó un Servicio de Voluntariado Europeo en Hungría para pasar los próximos diez meses trabajando en un pequeño municipio pero antes de que sus iniciativas comenzaran a cuajar llegó el coronavirus. Su programa está parcialmente paralizado y ahora mata el tiempo entre libros y alguna clase de español para jóvenes que puede dar por videoconferencia. Su día a día pasa por informarse “lo máximo posible” de lo que pasa en España y en el país en el que ahora reside y aunque en un momento se planteó volver, pensó que aunque regresara no podría hacer nada y decidió quedarse. Como tantos otros, intenta mitigar la preocupación con un contacto continuo con su familia.
Fernando lleva más de cuatro años trabajando en Japón, donde hay confirmados 1.905 casos y 43 muertes. Con la experiencia de ese tiempo, constata que una de las diferencias relevantes entre ambas sociedades que han podido inf luir en la propagación del virus es la cultural. En el país nipón, cuenta este malagueño, la idea del contacto no existe y sin embargo sí que está muy extendido el uso diario de mascarillas. “Desgraciadamente, la imagen que se tiene aquí de España es poco seria; se ve una situación absolutamente descontrolada”, explica. La idea más extendida es que el Gobierno no tomó las suficientes medidas y que, además, la población acepta la cuarentena pero no la hacen”. Japón han contado con unas semanas de adelanto respecto a España y según Fernando, supo actuar con mayor antelación. Desde su punto de vista, “hasta que no se tome muy en serio la cosa no va a cambiar”.
Javier, desde Noruega, también ve la situación de España grave. “Se ve más desbordada que aquí”, comenta. Con 2.779 casos y 12 muertes, este malagueño matiza las comparaciones porque, a pesar de que no ve diferencia en cuanto a la gestión de sendos Gobiernos, la incidencia es distinta. “A nivel geográfico y de población son completamente diferentes, las mismas medidas en dos países pueden dar resultados opuestos”, matiza. Allí, el territorio es muy extenso en comparación con el número de población y, como en el caso de Japón, hay grandes diferencias culturales. “Los escandinavos son fríos, hay menos contacto físico en las relaciones y el espacio entre ellos es algo muy natural. Quizá esto ayude a la propagación”, explica. La mayor preocupación de este malagueño es su padre que, como muchos otros amigos, trabajan en el sector turístico y hostelero. “La mayoría está perdiendo su trabajo; a nivel económico la situación da miedo”, asegura. Mantiene contacto constante con su familia y amigos y cree que la población