ÍKER CASILLAS, O UN ADIÓS A CONTRAESTILO

Se cuelgan los guantes que más plata izaron tras una carrera que fue a truncar José Mourinho

COLGADOS los guantes con más gloria de nuestro fútbol, algo se queda grabado a fuego en lo más hondo del alma. El portero que más títulos cosechó para nuestro fútbol se ha ido por la puerta de atrás y eso no es de recibo. Malhaya la hora en que José Mourinho se cruzó en el camino de Íker Casillas, pues sin ese episodio que consintió Florentino Pérez inauditamente, el de Móstoles se habría ido por la puerta mayor del fútbol.

Mi infancia está llena de recuerdos de dos porteros que no sólo te entraban por los ojos sino que permitían a sus equipos ganar con mucha frecuencia. Antonio Ramallets y José María Busto, desde las porterías de Barça y Sevilla, colmaron toda nuestra atención hasta que, ya retirados, apareció José Ángel Iríbar como un ángel de la guarda portentoso que garantizaba el cero en su marco con más frecuencia de lo habitual y a partir de ahí, un puñado de nombres.

Ese puñado de nombres propios empieza con José Ramón Esnaola, ese milagro para el Betis que fue ídolo indiscutible de muchos niños béticos. Luego, Luis Miguel Arconada a pesar de su mala faena en el Parque de los Príncipes, pero verlo en aquel vetusto Atocha que coreaba el “no pasa nada, tenemos a Arconada” era fantástico. Y le sucedió Andoni Zubizarreta, un prodigio de regularidad que nunca despertó pasiones, pero que era un grandísimo portero.

Y en pleno ocaso del vitoriano surge nuestro hombre, debutante inopinado en la Catedral y buque insignia de nuestro fútbol mediante el Real Madrid y la selección hasta que Mourinho, en un ataque de celos, le puso la proa para un buen número de humillaciones que nunca debió consentir el presidente. Y ahora, en plena pandemia, este maratoniano levantador de plata nos dice adiós. Es un adiós a contraestilo, un adiós como nunca hubiera merecido Íker Casillas.