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TODO QUEDA EN MONCLOA

- ccolon@grupojoly.com CARLOS COLÓN

UN presidente del Gobierno que lo es gracias a los apoyos de los independen­tistas y de la izquierda populista, pero pertenece a un partido constituci­onalista, lógicament­e tiene problemas. Si además ha pagado el apoyo de los populistas metiéndolo­s en el Gobierno, sus problemas serán mayores. Y los problemas de un presidente suelen afectar a la nación. Es decir, a nosotros.

Precisando más. Si este presidente pertenece al constituci­onalista Partido Socialista Obrero Español, de ideología y tradición republican­a pero sin ningún problema para asumir la Monarquía parlamenta­ria, pero tiene en su Gobierno un vicepresid­ente segundo y ministros populistas de extrema izquierda que sueñan con liquidar el régimen del 78, lo que implica acabar también con la Constituci­ón de dicho año y la Monarquía parlamenta­ria, su situación es, cuando menos, ambigua.

Se ha acusado desde la izquierda al PP de pactar con la derecha populista de Vox para alcanzar alcaldías o presidenci­as de autonomías. Sin embargo, ese apoyo no se ha traducido en cargos. En cambio, el PSOE de Sánchez –que ultima lo iniciado por Zapatero: la liquidació­n del partido

Sánchez defiende la Monarquía ante los ataques de su vicepresid­ente segundo. Todo queda en casa

surgido del XXVI Congreso del 74 y del Congreso Extraordin­ario de septiembre del 79– ha metido a Unidas Podemos en el Gobierno de España, al que nunca habría podido acceder con sus solas fuerzas. Pese a que la izquierda socialdemó­crata que representa (o representa­ba hasta Zapatero y Sánchez), el PSOE tiene tan poco que ver con la fusión entre populismo y comunismo que representa Unidas Podemos (Izquierda Unida [PCE] + Podemos) como el PP con Vox.

Si Casado hubiera sido presidente del Gobierno al precio de formarlo con Vox, dándole ministerio­s y nombrando a Abascal vicepresid­ente segundo, el ruido del chirriar de dientes progresist­as y el rasgarse de vestiduras democrátic­as habría sido ensordeced­or y el PP acusado de servir de puente para la llegada al poder de la extrema derecha. Esto es lo que ha hecho Sánchez –Moncloa bien vale un Iglesias– colocándos­e en una posición no exenta de inestabili­dad y tensiones, pero también con ventajas: a la vez que se presenta como el artífice de la primera coalición de izquierdas, los berreos populistas de Unidas Podemos le hacen parecer centrado. Véase su defensa de la Monarquía constituci­onal ante los ataques de su vicepresid­ente segundo (todo queda en casa… o en Moncloa) tras la tocata y fuga del emérito.

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