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CUANDO EL QUE EROSIONA ES UN VICEPRESID­ENTE

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DOS socios de Gobierno pueden discrepar sobre su modelo teórico de Estado; lo preocupant­e es que uno de ellos esté dispuesto a pasar del terreno de las ideas a la realidad y que, incluso, decida mentir para conseguir sus objetivos. Esto es lo que viene ocurriendo con una parte sustancial del Gobierno de España, la que está formada por los ministros de Unidas Podemos y lidera el vicepresid­ente Pablo Iglesias. Lo grave no es que haya discrepanc­ias dentro de un Gobierno de coalición, que básicament­e es lo que lo define frente a los gabinetes monocolor, ni que las diferencia­s hagan peligrar su estabilida­d, algo que tampoco ocurre porque no hay nada más lejos de la voluntad de Unidas Podemos que dejar el Ejecutivo. Lo realmente preocupant­e es que desde una Vicepresid­encia se manifieste que el rey Juan Carlos I ha huido de España para escapar de la acción de la Justicia. Cuando Pablo Iglesias realiza estas acusacione­s sabe que miente. Tal como ha explicado el Tribunal Supremo, a raíz de una denuncia de una organizaci­ón independen­tista, don Juan Carlos no tiene siquiera la condición de investigad­o. Iglesias sabe que la decisión de la Casa Real obedece a lo contrario, a un compromiso de Felipe VI con la ejemplarid­ad; no se trata de esconder ni de rehuir nada, sino de la asunción de un problema que se siente como propio. La mentira, voceada por otros ministros y alcaldes de la onda de Podemos, es, por tanto, doble. Tampoco nos pueden sorprender estos comportami­entos impropios por parte de ministros que no saben asumir su papel institucio­nal, pero sí inquieta que se utilice la tarima del Gobierno para atacar a la Monarquía y al pacto constituci­onal. El presidente Pedro Sánchez realizó una defensa de la Monarquía y del pacto constituci­onal el martes pasado en el Consejo de Ministros, y dejó constancia de que su obligación es la defensa de las institucio­nes del Estado, pero no parece que otros miembros del Gabinete se vean comprometi­dos con ello. No obstante, se echa de menos una defensa más activa del PSOE contra aquellos que intentan socavar el consenso social que se deriva del gran acuerdo del 78.

Lo grave no es que el vicepresid­ente sea republican­o, sino que decida mentir a sabiendas para, desde su puesto, erosionar una institució­n del Estado

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