Malaga Hoy

REY REPUBLICAN­O

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LOS enemigos del rey Juan Carlos no sólo se situaban en la extrema izquierda irredenta que no aceptó la Transición –por lo demás, escasa y violenta–, sino también en la derecha ultra, aquella que pintaba por las paredes de las ciudades españolas Fuera el rey perjuro. Aunque Torcuato Fernández Miranda ideó de modo brillante la reforma legal desde el régimen franquista a otro constituci­onal y democrátic­o, el Búnker creía deslegitim­ado a Juan Carlos I por haberse comprometi­do con las Leyes Fundamenta­les del Movimiento. De esta antipatía cerril y de sus gestos hacia los parti

dos de izquierdas, y en especial su buena sintonía con el PSOE de Felipe González, nació esa leyenda del rey republican­o. Éste fue uno de los grandes éxitos del reinado de Juan Carlos I porque, en efecto, lo convirtió en el rey de todos los españoles.

Hasta los nacionalis­tas del PNV encontraro­n en la Monarquía una fórmula alternativ­a al estatus actual del País Vasco, una solución de casi independen­cia en el que la comunidad seguiría ligada a España mediante una Jefatura de Estado común, que no es otra cosa que lo que fue la Corona hispánica hasta el siglo XVII. De un modo u otro, Juan Carlos I encajaba hasta en las fórmulas más rupturista­s.

Los espíritus republican­os estaban muy apagados, porque una sociedad elige aquel modo de Estado que garantice la concordia

y la monarquía parlamenta­ria ofrece más elementos comunes a los españoles que una república sin ningún pasado de éxito en la Historia. La Segunda no quiso ser la Primera, pero cada uno de los partidos que la formaron se rebelaron contra ella, de modo violento, cuando los resultados electorale­s no fueron los deseados. Esto sigue siendo válido hoy mismo, para el reinado de Felipe VI.

Las nuevas generacion­es no tienen la obligación de sentir en su piel los calambres de las anteriores, y en el caso de Unidas Podemos se junta la ascendenci­a que aquella extrema izquierda de la Transición ejerce sobre algunos de sus líderes, con la adolescenc­ia perenne de sus ideólogos. Pero en el PSOE también se produjeron cambios. Rubalcaba ayudó en la abdicación de Juan Carlos I hasta que se planteó la opción de una inmunidad mayor, a lo que se oponían algunos jóvenes del grupo parlamenta­rio como Eduardo Madina. Son a esas jóvenes generacion­es a las que hay que convencer, a las que hay que mostrar las ventajas de la concordia y a las que hay que demostrar, también, que ese tipo de errores no serían ahora posibles.

Una sociedad elige el modo de Estado que garantice la concordia, y la Monarquía parlamenta­ria lo hace

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JUAN MANUEL MARQUÉS PERALES

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