Con la Ley de Educación
Con la Ley de Educación se está jugando un juego en el que saldrán perdiendo las libertades y los derechos de los padres y de quienes pretendan erigir centros educativos mientras, con una pérfida ley de educación, se sientan las bases para desarmar intelectualmente a los futuros votantes. El fin primordial de todo partido político es la consecución del poder, objetivo plausible, siempre y cuando se haga por medios legítimos. Llegar al poder exige el paso previo por las urnas, pero se puede estar prostituyendo la posibilidad de discernimiento de los ciudadanos a la hora de ejercer el voto. Walter Kronkite, eminente periodista norteamericano, decía que “la preservación de nuestras libertades, depende de que la nuestra sea una ciudadanía ilustrada” y añadía: “es probable que quienes obtienen la mayor parte de su información en ciertos medios, no estén consiguiendo la suficiente (información) para ejercer su derecho al voto en un sistema democrático”. La conclusión es evidente, anterior al ejercicio del voto puede haber una información, sesgada, manipulada o insuficiente, que prive al ciudadano de elementos de juicio imprescindibles, porque “los demagogos y los dictadores, hacen presa sobre los poco o mal informados”. A nadie se le escapa que, en esa situación, la enseñanza, la instrucción y la cultura, son armas fundamentales para conseguir ciertos resultados. Decía Thomas Jefferson que “la nación que aspira a ser ignorante y libre, aspira a lo que no puede ser y nunca será”. Está en juego algo mucho más trascendental que los artículos de una Constitución que puede ser cambiada e incluso derogada. Están en juego la democracia y la libertad. Jesús Martínez Madrid (correo electrónico)