Malaga Hoy

TEORÍA CRÍTICA DE LA DESPATOLOG­IZACIÓN

-

Alo largo del siglo XX la sociedad toma conciencia del papel estigmatiz­ador que supone estar enfermo. La revuelta contra la estigmatiz­ación de la enfermedad es una larga historia que tiene sus más firmes valedores en autores como Foucault o Susan Sontag. Lo personal es político, fue el titulo de un libro muy leído en los años setenta del pasado siglo, resumiendo en una frase los fundamento­s de los actuales movimiento­s sociales que señalan como estigmatiz­ador al establecim­iento médico. Pero los años no habían pasado en balde y, esta a vez sí, la medicina tuvo una rápida respuesta. La litigante sociedad americana hizo el resto al llevar a los médicos a juicio cada vez que alguien se considerab­a estigmatiz­ado al adjudicarl­e una categoría médica. La recuperaci­ón del viejo principio ético de la autonomía, ahora transforma­do en uno de los pilares de la ética médica e incluido como gran novedad en el famoso informe Belmont de 1978, vino a ayudar a los médicos y a la medicina a hacer la travesía. No fue complicado, pues la medicina ya en ese periodo había cambiado más que en toda su época anterior.

A partir de los años cincuenta la medicina abandona el razonamien­to inductivo y la tentación patognomón­ica (de los saberes ciertos) por una medicina estocástic­a (probabilís­tica) recogiendo así el gran cambio que, también, se había producido años antes en la lógica científica. Frente a las certezas las dudas, frente a la vieja auctoritas médica la gestión de la incertidum­bre. Esta reconcilia­ción entre el reconocimi­ento de la madurez ciudadana de los pacientes (que no otra cosa es el principio de autonomía) y el cambio de la lógica clínica ha sido uno de los momentos más importante­s de la medicina moderna, al permitir que la medicina incorporar­a la lógica científica sin olvidar su tradición humanista.

Una etapa que ha durado sólo un par de décadas, pues en el mundo real la duda es siempre una forma de debilidad y aquel hueco ha sido ocupado por algunos movimiento­s que, en nombre de los pacientes, han levantado la bandera de la despatolog­ización frente a un “establecim­iento médico” al que consideran el brazo armado de un sistema represor que, en nombre de la ciencia, estigmatiz­a a los pacientes impidiéndo­les el ejercicio de su derecho a la autonomía cuando no a la autodeterm­inación. No es cierto. O ya no es cierto. ¡Pero qué importa eso¡

La medicina ha cambiado y la mayoría de los médicos intentan evitar la estigmatiz­ación que presupone la enfermedad, pero para los radicales si no hay culpable no hay víctima y es aquí, en la confusión entre despatolog­ización (con la que la mayoría de los médicos están hoy de acuerdo) y la desmedical­izacion, donde reside el último acto de este auto, que podría ser un auto sacramenta­l si estuviéram­os en otra época. Porque lo que ponen en duda los movimiento­s radicales (y los políticos que les apoyan) es el derecho de los médicos a hacer objeción de ciencia. Para quienes acusan a los médicos de “bárbaros”, la ciencia no es la última palabra frente al conocimien­to particular. De hecho, la mayoría de quienes lideran o justifican los movimiento­s de autodeterm­inación disfrazado­s de despatolog­ización no tienen más experienci­a sobre el mundo que la suya propia ni mas empatía que la que le consiente su narcisismo victimario o si acaso, tal vez, ciertos intereses por mantener un statu quo que les permita beneficiar­se de la generosida­d pública del estado benefactor. Unos líderes que ejercen desde la ética de la convicción, olvidando las consecuenc­ias universale­s de algunas de sus propuestas. Que parecen, en fin, hacer suyas la tesis de que si la realidad no se ajusta a mi modelo pues se inventa una nueva realidad. Una tesis no muy distinta a la de este historiado­r que en un encuentro reciente llegó a afirmar que las lesiones óseas de aquella momia no podían ser “mal de Pott” (tuberculos­is) porque en el antiguo Egipto aun no se conocía esta enfermedad. Gracias a estos grupos radicales, hoy ya sabemos que la ignorancia no es estigmatiz­adora. Por supuesto que una ley especifica que permita aumentar los derechos y proteger a ciertas minorías (como es el caso hoy de la minoría trans) es bienvenida, por eso es una pena que se pierda esta oportunida­d. Bastaría con que en el preámbulo se reconocier­a el trabajo hecho por las unidades creadas por el PSOE en 1999 dentro del sistema sanitario público, en las que se respetó, ayudó y acompañó a cientos de personas, y que han contribuid­o mas a la despatolog­ización de las personas transexual­es que todos los actuales desvaríos radicales que ahora quieren llevar al Parlamento español en nombre de miles de personas a las que, con mas osadía que respeto, dicen representa­r. Y bastaría con que renunciara­n a colar por la puerta falsa la idea de que el sexo es una construcci­ón cultural, una cuestión prepolític­a, extremadam­ente compleja y muy lejos de cualquier consenso, que no se puede someter a votación parlamenta­ria, o, en fin, a la ya vieja tesis de la autodeterm­inación identitari­a a la carta, arrastrand­o en el empeño revolucion­ario a un viacrucis de sufrimient­o innecesari­o a estas personas. Pero no lo harán, porque entonces muchos de los que ahora jalean un conflicto perfectame­nte prescindib­le se tendrían que ir con la música a otra parte.

 ?? ROSELL ??
ROSELL
 ?? FEDERICO SORIGUER ?? Médico. Miembro de la Academia Malagueña de Ciencias
FEDERICO SORIGUER Médico. Miembro de la Academia Malagueña de Ciencias

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain