El Thyssen presenta un proyecto que sumerge en una vivencia sonovisual
● El objetivo de ‘Emblemas’ es propiciar una experiencia nueva a los usuarios del museo ● Podrá visitarse en la Sala Noble de forma gratuita hasta el próximo 9 de abril
El Museo Carmen Thyssen Málaga inauguró ayer el proyecto Emblemas que sumerge al usuario en una experiencia sonovisual única a partir de una selección de obras de la Colección permanente y que podrá visitarse en la Sala Noble de forma gratuita hasta el próximo 9 de abril.
A la inauguración acudieron el alcalde de la ciudad y vicepresidente de la Fundación Palacio Villalón, Francisco de la Torre; la directora general de Cultura del Ayuntamiento, Susana Martín; el responsable territorial de la Fundación “la Caixa” en Andalucía, Murcia Ceuta y Melilla, Juan Carlos Barroso; la responsable de “Caixabank” de Acción Social DT de Andalucía Oriental y Murcia, Yolanda Solero; la directora Artística del Museo Carmen Thyssen Málaga, Lourdes Moreno; y los artistas del colectivo Transdisciplina A/V creadores de las piezas expuestas.
El proyecto se desarrolla en el año en el que la Fundación “la Caixa” se ha convertido en entidad colaboradora de la Colección permanente del Museo tras años de estrecha relación y vínculo.
El objetivo de Emblemas es propiciar una experiencia nueva a los usuarios del Museo. Partiendo de las obras Santa Marina de Zurbarán, La Buenaventura de Julio Romero de Torres, El patio de la casa de Sorolla de Sorolla y Julia de Ramón Casas, se han diseñado otras tantas piezas artísticas que reinterpretan sus contenidos a través del sonido, la música y el tratamiento de la imagen.
Las cuatro piezas proyectadas proponen un viaje al interior simbólico de las obras originales, en cuyo envés, se ocultan relatos implícitos y una materialidad latente que pulsa por ser revelada.
Todas ellas, trenzadas por los lenguajes de la música, las texturas sonoras y la imagen digital, descubren sus tensiones y distensiones en un movimiento f luido que nos traslada de la representación artística a los mundos posibles sugeridos en la mente del espectador, explicaron.
Entre la amplia producción pictórica de Ramón Casas tienen un especial protagonismo los retratos de tipos femeninos, que constituyeron la esencia misma de su actividad como cartelista, y que, por tanto, fueron también vistos a través de los pinceles del artista con una intención esencialmente sensual y decorativa.
No obstante, la obra Julia puede ser interpretada más allá del motivo decorativo. Con los brazos en jarras y esa actitud desafiante en la mirada que nos interpela directamente, Julia es también un rostro de rostros, los de todas las mujeres en su enorme diversidad, con sus voces, sus personalidades singulares, sus ocupaciones, sus vidas públicas y privadas, con lo que sabemos y, sobre todo, lo que no sabemos de ellas.
Por su parte, la historia de Santa Marina, recogida durante la Edad Media en varios libros dedicados a las vidas de santos, nos narra la leyenda de una niña que, para ser ingresada en un monasterio de monjes junto a su padre, ha de fingir que es un hombre a lo largo de toda su vida.
Acusada de violar a una mujer y dejarla embarazada, es expulsada del monasterio viviendo en la más absoluta pobreza y pasando todo tipo de calamidades. Ante su estado cada vez más enfermizo, los monjes deciden recogerla de nuevo haciéndole trabajar en las labores más viles. A su muerte, se descubre que el monje Marino, es en realidad una mujer, injustamente culpada de un delito que no había cometido.
Su festividad se celebra el 18 de julio y sus atributos más frecuentes son un horno encendido, instrumento de su martirio, o tres manantiales, que, según la tradición, brotaron en la tierra al caer su cabeza tras ser decapitada.
En 1909 Sorolla invirtió la mayor parte del dinero ganado en su exposición de Nueva York en la construcción de una casa diseñada por él mismo. En especial, se empeñó en el diseño del jardín circundante, siguiendo las costumbres valenciana y sevillana. La pintura El patio de la casa de
Sorolla mantiene un equilibrio entre la solidez de los objetos, el brillo de la luz y el coloreado ambiente en el que se sumergen. La vibrante imagen da tal sensación de movimiento dentro de la composición que el espectador registra mejor el efecto de la luz sobre los objetos que su propia solidez física.
Por otro lado, en la obra La buenaventura, Julio Romero de Torres evidencia lo trágico del amor romántico. Una mujer en primer plano muestra su tristeza por un desamor sufrido, un estado de melancolía que contrasta con la misteriosa sonrisa de la echadora de cartas.
En segundo plano, una escena que, en un salto temporal cinematográfico, nos muestra la imagen del trágico abandono, en una Córdoba inventada pero reconocible que se compone como escenario mágico justo antes del anochecer. “La buenaventura” es una puesta en escena cuya dramaturgia se revela en los detalles: las manos de la mujer abandonada, la carta que augura el futuro, los personajes en segundo plano, el Cristo de los Faroles como testigo mudo del drama.
‘Emblemas’ es una apuesta del museo por la creación de nuevos contenidos