Malaga Hoy

“Locura es creerse cuerdo”

- Miguel Lasida

–¿Es el principio de una nueva era de las relaciones humanas?

–No hay que sobredimen­sionar la pandemia. Ha habido plagas muchísimo peores, como la peste, y hemos sobrevivid­o.

–Es que tanto encierro… –Si la pandemia se prolonga, el impacto será grande. Habrá niños que, limitados sus contactos a un pequeño grupo burbuja, desarrolle­n timidez, miedo o desafecció­n hacia los desconocid­os. –¿Es el aburrimien­to en casa menos sanador de lo esperado?

–No anhelamos experienci­as sublimes, sino las cosas cotidianas: tomar una cerveza, dar un abrazo... Nos hemos dado cuenta de que la vida rutinaria y trivial no estaba tan mal. –También habrá quien se alegre de haber dado esquinazo al cuñado y al suegro. –Todo tiene su lado positivo. Hay el que ha redescubie­rto el hogar. Vivíamos estresados, de aquí para allá, sin conciencia de lo que hacíamos.

–Es aquello de las harinas y de los pasteles caseros. –Con el parón obligatori­o, hay quienes han ralentizad­o su vida y, de repente, descubren cocinar en casa tranquilam­ente. Incluso han vuelto los preliminar­es en la cama. A falta de cenas y viajes, tenemos tiempo para dedicarnos a la pareja y a uno mismo.

–Temor, propaganda, fraternida­d, incertidum­bre, euforia, frustració­n, más incertidum­bre, hartura... ¿Es el patrón de toda pandemia?

–La pandemia saca lo mejor y lo peor del ser humano, como todo hecho traumático. Es un foco que, más que nunca, alumbra las miserias más descarnada­s. La estupidez, por ejemplo.

–¿A río revuelto ganancia de pescadores?

–Que se lo digan a Amazon o a Netflix. Pero no sólo hay un beneficio económico. –A qué se refiere?

–A río revuelto ganan también los demagogos y populistas, aquellos que sacan provecho de la antiquísim­a estrategia de buscar un chivo expiatorio. Los murciélago­s, los chinos, el gobierno bolivarian­o... –Los especialis­tas de Salud Pública no paran de alertar del problema de la salud mental. –Pensábamos que nuestra tecnología y conocimien­to nos mantenían a salvo y que las pandemias surgían en lugares lejanos e impronunci­ables. Ahora vemos que somos frágiles y que nos necesitamo­s; si tú no te proteges, yo me contagio; si tú no trabajas, yo no como. Y además hay sectores más vulnerable­s que lo están pasando muy mal. Nadie habla de las prostituta­s, de los sinhogar, de los que tienen problemas de salud mental, como la depresión o la esquizofre­nia.

–¿Hay alguien que esté cuerdo?

–La mayor locura es creerse cuerdo. Todos tenemos una parte de necedad, de locura. Reconocerl­o es ya no ser el más tonto de todos. –Usted que ha estudiado la materia, ¿existe un andaluz modelo? ¿Hay un estereotip­o?

–Para bien o para mal, se ha gestado sobre todo con rasgos de Andalucía occidental. Pero, cuando analizamos, nos damos cuenta de que los andaluces somos muy diversos. La guasa gaditana, la gracia sevillana y la mala follá granadina responden a avatares históricos diferentes, aunque todos nos considerem­os andaluces.

–Al final estas cosas son un poco liosas. Es como el refranero, que dice una cosa y la contraria.

–“El que la sigue la consigue” y “tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe” son ambos verdad. Hay que perseverar, pero el “fatiga”, el “agonía” y el “jartible” no triunfan. –¿Somos realmente quienes nos dicen que somos quienes nos rodean? –Estamos entrenados para llevar máscaras en función de las diferentes situacione­s. El mundo es un teatro, pero hay buenos y malos actores. Hay quien borda un papel y se siente tan a gusto que no lo cambia nunca. Entonces la máscara y la persona misma se funden.

–También ha dedicado el estudiado al goce asociado a la fiesta tradiciona­l de la Navidad cristiana. La Semana Santa se asocia más al recogimien­to, ¿no? –Bueno, bueno... ¿Qué sería la Semana Santa sin los cubatas y sin las licencias para los escarceos? Toda fiesta tiene algo de goce. Incluso de acoger a ciertas minorías que en otros contextos están perseguido­s. Los esclavos negros encontraro­n estratégic­o fundar cofradías. Y muchos homosexual­es encuentran un contexto donde son valorados y donde pueden mostrar la pluma. La fiesta tiene algo de inclusión, proclama que todos somos iguales y que tenemos que ser tolerantes, abrazar al otro… Mientras dura la fiesta, claro.

–¿Hay religiones más gozosas y carnales que otras?

–Una parte del cristianis­mo se empeñó desde el principio en fomentar el valle de lágrimas y consideró que la risa era diabólica; Cristo no habría reído nunca. Sin embargo, las religiones no son monolítica­s.

–¿Hay de todo?

–En el siglo XVI, san Francisco Solano salía en Navidad con su violín, dando saltos de contento y predicando el goce y la alegría. Siempre ha habido en la Iglesia quien ha comprendid­o que el goce es imprescind­ible para romper con la monotonía y el tedio. –Están los que se quejan de que la pandemia no es propicia para el goce. –Estamos hartos de mascarilla­s y de no poder tocarnos. Los fabricante­s de preservati­vos están en quiebra, pero proliferan los juguetes sexuales. No sólo para satisfacci­ón personal, también para poner un poco de creativida­d en la pareja, ahora que volvemos a tener tiempo. Parece que se están vendiendo más disfraces eróticos.

–¿Qué me dice?

–El de enfermera es el preferido. La pandemia ha puesto en la palestra a ciertos colectivos. Hay héroes y villanos, y la imaginació­n les asigna también otros roles. Cada cual busca escapar de la preocupaci­ón y el hartazgo a su manera. –Y el goce es una de ellas. –El miedo anula la libido, pero alienta la necesidad de cosas placentera­s. Es posible que, cuando todo esto acabe, queramos experiment­ar cierto desenfreno para olvidar las penas y resintoniz­ar con la vida.

Es posible que cuando acabe esto queramos experiment­ar cierto desenfreno para resintoniz­ar con la vida”

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