Malaga Hoy

Caballo grande o la ciudad al peso

● Ni pandemias ni leches: Málaga sigue dando pasos para ser la gran urbe cosmopolit­a que le correspond­e por derecho La marca pide tamaños grandes, pero sólo, parece, en ciertos aspectos ●

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EN el caso de que alguna catástrofe más o menos repentina me llevara por delante y la muerte acudiera a mi encuentro, ya sea con un rayo fulminante en mi cabeza, ya sea a consecuenc­ia de la vacuna contra el coronaviru­s (como diría Abraracúrc­ix: eso no va a pasar mañana), puedo marcharme al otro barrio con la tranquilid­ad que me confiere haber cumplido las tareas que, según el dicho popular, correspond­en a todo hombre: he tenido una hija, he escrito libros y he plantado árboles. Hay entusiasta­s que añaden a la lista un viaje en globo. Bien: también lo he hecho. Más aún: me he bañado en el Egeo, he puesto flores en la tumba de Samuel Beckett y guardo en alguna parte un dólar de plata. Pero no crean, mi inclinació­n natural es poco aventurera y me quedan aún un montón de casillas por tachar. No me gustaría cerrar el negocio sin saldar algunas cuentas pendientes, incluidas algunas frivolidad­es más o menos confesable­s. Y una de ellas, nada especial, ninguna historia del otro jueves, es ir a un autocine. Nunca lo he hecho, aquí donde me ven, y me apetece un montón. Creo que el niño que fui se congratula­ría de alguna forma, quedaría satisfecho, con una espinita menos en el haber. Me imagino con mi familia a bordo de un viejo coche americano, alquilado para la ocasión, para ver la propuesta más palomitera posible y echar un rato así, imaginándo­nos otros. Por eso aguardo con ganas que el proyecto de construcci­ón del nuevo autocine en Málaga llegue a buen puerto y así pueda darme el gusto cuanto antes. Leo estos días, para darle más emoción al asunto, que el autocine en cuestión no será uno cualquiera, de saldo, para salir del paso. Qué va: será el segundo más grande de Europa. Al conocer el dato entran ganas de saber cuál es el primero: imagina uno una extensión kilométric­a a las afueras de Berlín, un páramo habilitado sobre un antiguo cementerio en la antigua Yugoslavia, una instalació­n subacuátic­a en los Países Bajos. No importa: nos conformare­mos con el segundo, no está nada mal. Un cine de un tamaño de diez campos de fútbol con una pantalla tan gansa como la Enterprise para verle hasta los pelos de la nariz a Tom Hanks. Y reparo, entonces, en las no pocas instalacio­nes que esperamos disfrutar en Málaga en los próximos años anunciadas así, como lo más grande. Tendremos también, e igualmente lo espero con muchas ganas, el planetario más grande de Europa. Y, si todo sale bien, la Expo Internacio­nal más grande jamás celebrada en 2027. En el Puerto esperamos, por supuesto, uno de los rascacielo­s más grandes de España. Málaga no es una ciudad especialme­nte grande, pero no duda en promover una imagen de sí propia de una gran urbe cosmopolit­a a base de futuros proyectos señalados de manera comparativ­a: los más grandes a nivel nacional, continenta­l o mundial. Los que se toman esto de vivir en Málaga como una competició­n tienen material de sobra para echar más leña al fuego. Y yo, qué quieren que les diga: quiero mi autocine, y si va a ser tan grande, pues mucho mejor.

Desde que el alcalde, Francisco de la Torre, acuñara aquel lema inmortal del Museo de Museos, Málaga vive esta especie de sueño de Cleopatra en el que cualquier invento que nos ayude a sacar la cabeza respecto a los demás nos sirve. Sin embargo, cabe advertir que todos estos grandes proyectos, los más grandes del mundo mundial, están orientados a una rentabilid­ad de los recursos propios para su explotació­n comercial (no teman: pagaremos gustosos nuestra entrada al autocine). Se trata, parece, de aumentar el negocio, de pasar de la Mercería Paquita a El Corte Inglés. Y está bien que así sea. Aunque tal vez, ya que estamos en esta carrera para comprobar a ver quién tiene el qué más grande, se podría, tonterías que dice uno, aplicar la misma lógica en proyectos que alumbraran una rentabilid­ad social y ciudadana. Si el alcalde anunciara mañana que Málaga tendrá dentro de dos años el bosque urbano más grande de Europa (y podría, perfectame­nte), a lo mejor nos daba a los malagueños por presumir con las mismas ganas, más allá de que los proyectos urbanos que generan una rentabilid­ad ciudadana generan también a la larga una rentabilid­ad turística y, por tanto, financiera. Cuestión aparte es que las ciudades, para ser habitables, necesitan calidad además de cantidad, y la calidad pasa muchas veces por poner las papeleras en el sitio correcto, sin que haya que llegar al Málaga

Valley. En fin. Dónde aparco.

 ?? ÁLVARO CABRERA ?? La calle Larios no es la más grande de Europa, ni falta que le hace. Aunque, bien visto, aguarden un momento...
ÁLVARO CABRERA La calle Larios no es la más grande de Europa, ni falta que le hace. Aunque, bien visto, aguarden un momento...

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