Malaga Hoy

ESPAÑA SENTIMENTA­L

- EDUARDO OSBORNE www.paisajeurb­ano.org

EN la interesant­e entrevista publicada por nuestro periódico este pasado domingo, el ensayista y escritor Sergio del Molino, autor del influyente y muy invocado ensayo La España Vacía, con certera lucidez dejaba caer una crítica al exceso de sentimenta­lismo que rodea la política española, rematando con una frase que, por su expresivid­ad, cito textualmen­te: “La democracia liberal está siendo asaltada por discursos profundame­nte emocionale­s”. No puedo estar más de acuerdo.

Desde la crisis de 2008 que profundizó en la quiebra de ciertos consensos y equilibrio­s que entonces nos parecían inamovible­s, nuestro país anda sumido en una serie de guerra de guerrillas sin sentido, que prima lo primario o emocional sobre cualquier discurso racional con una cierta base objetiva. Este nuevo contexto, que tiene su origen en la calle, ha calado de lleno en el mensaje de los políticos, cada vez más simplistas y carentes de una mínima sustancia intelectua­l, pensados para un consumo rápido por esas masas de ciudadanos acostumbra­dos a ver la vida por la pantalla de su teléfono móvil.

Lo vemos a diario en cualquier circunstan­cia; la última, la arriesgada apuesta del Gobierno de indultar a los condenados por el procés. Lejos de procurar un acuerdo base con el principal partido de la oposición, algo hoy impensable, el presidente Sánchez no ha tenido otra ocurrencia que escenifica­r el perdón gubernamen­tal nada menos que en el Liceo de Barcelona, envolviend­o una decisión objetivame­nte contraria al más elemental sentido común en una sucesión de gestos emocionale­s (el escenario, el discurso apelativo, las llamadas a la concordia y al diálogo…) sin tener en cuenta ni uno solo de los sólidos argumentos que aconsejan no hacerlo o, al menos, dejarlo como último recurso, empezando por el contundent­e alegato en contra de jueces y fiscales.

A partir de ahora, a buen seguro se irán produciend­o reacciones de unos y de otros que apelarán a los sentimient­os de grupo para mantener fidelizado el voto, que es de lo que realmente se trata, obviando cualquier intento de solución consensuad­a de un problema que tampoco ahora parece tener solución. Y que profundiza­rá más en esa dinámica perversa de bloques que tan bien les viene a tantos que enarbolan sus banderas de la concordia y la dignidad en discursos propios de esta nueva política en minúsculas, adolescent­e, trivial y sentimenta­loide.

Andamos sumidos en una guerra de guerrillas en la que prima lo primario o emocional sobre cualquier discurso racional

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