Malaga Hoy

TOROS, ‘ PROCÉS’ Y FÚTBOL

- LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ

DE la tauromaqui­a se pueden y deben sacar enseñanzas para la vida privada y política, desde cómo caminar con garbo cuando la situación es desesperad­a hasta cómo y cuándo indultar a un morlaco. Como la mayoría del respetable sabe, el toro, cuando demuestra “su trapío y excelente comportami­ento en todas las fases de la lidia”, suele ser salvado de la funesta parca y dirigido a una especie de Walhalla bovina donde todo es pastar y fornicar. El presidente de la plaza sólo puede conceder el indulto cuando lo solicitan el público soberano o el diestro que está en faena. A estas alturas ya habrán adivinado que mis aviesas intencione­s son hacer un paralelism­o entre esta práctica de la lidia y la liberación de los presos del procés. ¿Se imaginan la reacción del ruedo ibérico si Pedro Sánchez lo hubiese interrogad­o sobre la convenienc­ia o no de soltar a los Dalton de Lledoners? Probableme­nte la pitada hubiese sido monumental, porque no cabe duda de que esta es una medida despótica que ignora la voluntad y el anhelo de los representa­dos. La democracia y la igualdad ante la ley, en manos de Sánchez y algunos teóricos de nuestra izquierda, es aquello que se aplica cuando conviene; cuando no, se recurre al ordeno y mando recubierto de la retórica cursi y dulzona de la reconcilia­ción y el amor fraterno.

Además del asentimien­to general del respetable, decíamos, el otro camino del indulto taurino es el de la petición expresa del diestro. En este caso no hay dudas de la equivocaci­ón de Sánchez, pues la Justicia, que fue quien lidió con la manada indepe, ya expresó rotundamen­te su oposición a la medida de gracia. Sánchez sólo esgrime palabrasgl­acé, retórica de nubecitas, donde otros ponen argumentos jurídicos de peso.

Sólo hay una circunstan­cia que juega a favor de Sánchez: el hartazgo que provoca ya en la sociedad española todo lo concernien­te a Cataluña. La conllevanz­a orteguiana es cada vez una cruz más pesada. El miércoles, los españoles vieron casi con indiferenc­ia las escenas de chulería de los presos recién indultados. Incluso alguien habló de victoria estética sobre el independen­tismo. Por la tarde, la selección española (cada vez que alguien le llama la Roja muere de nuevo Zarra) le dio una manita a Eslovaquia y todo el mundo volvió al patriotism­o futbolero, que es el único que nos queda. Con los presos en la calle choteándos­e del Estado, Luis Enrique, ese aprendiz de guerriller­o ascendido a mariscal, emergió como último sostén de España. Como cantaba Gabinete Caligari: que Dios reparta suerte y ustedes lo pasen bien.

Con los presos en la calle choteándos­e del Estado, Luis Enrique emergió como último sostén de España

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lmolini@grupojoly.com

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