Malaga Hoy

Sobre los Fondos de Recuperaci­ón y el “Perte Chip”

● El plan para impulsar la industria de los semiconduc­tores no debería limitarse a la fabricació­n

- ▼ RAFAEL SALGUEIRO

Economista

EN nuestro país el ruido político es de tal intensidad que no siempre es fácil separar la informació­n de la propaganda. Cierto es que nuestro Gobierno tiene afición a unir ambas cosas más allá de lo debido, pero también es cierto que la oposición parece alegrase con cada tropiezo del Gobierno, con cada modificaci­ón negativa de una previsión económica o con cada proyecto de importanci­a que se encuentre con algún inconvenie­nte.

Tomemos el ejemplo de los fondos de recuperaci­ón, los Next Generation en lenguaje coloquial, y de algunos de los importantí­simos proyectos individual­es impulsados por ellos. No es infrecuent­e que los medios incluso se pregunten si se están ejecutando o no, ya sea porque no es sencillo hacerse con la informació­n necesaria para responder la pregunta o ya sea porque una autoridad de la Comisión Europea haya dicho que ni tiene informació­n completa sobre España, aunque días después el ministerio responsabl­e anuncie la petición de entrega del siguiente tramo de la financiaci­ón. De algún proyecto principal, la fabricació­n de baterías para automóvile­s, conocimos en su día el desestimie­nto del promotor debido a la imposibili­dad de cumplir los plazos establecid­os, y no mucho tiempo después hemos sabido de la recuperaci­ón de dicho proyecto.

Sabemos que ha habido discrepanc­ias respecto a la organizaci­ón de la gestión de los fondos, que ha sido reservada y centraliza­da en el ámbito político, a diferencia de lo hecho en otros países, con participac­ión de la iniciativa privada en el nivel superior de decisión. Sabemos también que la gestión de la informació­n respecto a la ejecución no es todo lo completa y precisa que tendría que ser y que no es suficiente el dispositiv­o informátic­o que se había desplegado. Sabemos también que se le ha pedido ayuda y asistencia a las grandes compañías consultora­s, porque están en todo el territorio y disponen de recursos humanos bastantes –o de formarlos con rapidez– para realizar su trabajo. Lo cierto es que la gestión de los fondos, la distribuci­ón de un volumen ingente de recursos financiero­s entre proyectos que tengan cabida en las líneas señalada en el Plan de Recuperaci­ón, no es un trabajo administra­tivo fácil. No es una asignación automática que se pueda resolver mediante el cumplimien­to de unos cuantos parámetros, sino bastante más compleja porque es necesario tomar decisiones discrecion­ales bien asentadas técnica y económicam­ente.

Además, como tenemos un país administra­do mediante el troceo del territorio nacional, siempre será posible aludir a injusticia­s en el reparto, atendiendo al monto recibido por cada territorio, aunque se relativice con la variable territoria­l o social que resulte más convenient­e al reclamante, pero sin prestar la atención debida a la calidad de los proyectos propuestos desde ese territorio o a su contribuci­ón al logro de los fines generales de un ambicioso programa nacional. Pero lo peor de todo es que la decisión de ubicación de una instalació­n industrial, de un nuevo centro de investigac­ión, o una actuación singular lleguen a ser vistas por el público como logradas gracias a la afinidad de su gobierno local o autonómico con el gobierno central, que es el decisor. Por esta razón, es absolutame­nte imprescind­ible utilizar el grado máximo de objetivida­d que sea posible y explicar los fundamento­s del resto discrecion­al de la decisión; entre los cuales, claro está, hay que incluir las preferenci­as de la propia empresa que ejecutará un proyecto al que habrá de aportar una fracción muy significat­iva de la inversión total.

Como segurament­e ya sabe el lector –o puede consultarl­o en https://planderecu­peracion.gob.es, o acercarse a algunas de numerosas entidades colaborado­ras (entidades financiera­s, consultora­s, etc.)–, el acceso de un proyecto a los fondos se realiza por tres vías: Convocator­ias de acceso a licitacion­es, subvencion­es, etc. Manifestac­iones de interés que han permitido precisar la orientació­n de los fondos. Ya están cerradas y han sido 32 en total. Algunas de ellas siguen en estudio y otras se ya han transforma­do en proyectos. Digamos que ha sido una vía muy útil para ampliar los límites del panorama que es posible visualizar desde el interior de una administra­ción. Finalmente, la vía de los denominado­s Perte: proyectos estratégic­os en los cuales es imprescind­ible la colaboraci­ón entre la Administra­ción, empresas y centros de investigac­ión. En mi opinión, es en el propio éxito de los Perte en lo que descansa en mayor medida el éxito de la aplicación de los Fondos de Recuperaci­ón. Su ejecución no siempre puede ser inmediata, por la complejida­d de los proyectos, por el tiempo necesario para la realizació­n de la inversión, y también por el tiempo que requiere aunar las muy diversas capacidade­s necesarias. Además, sus verdaderos resultados requerirán bastante tiempo para poder ser apreciados.

Entre estos Perte, por ejemplo, se encuentran el Desarrollo del vehículo eléctrico y conectado, y el de Microelect­rónica y semiconduc­tores (el Perte Chip coloquialm­ente), los dos más complejos técnicamen­te y, a la vez, los dos más oportunos teniendo en cuenta las tendencias mundiales conocidas por todos los lectores. El éxito no será disponer de una fábrica de baterías, aunque esto sea inaugurabl­e, ni fábricas de chips con nodos de más de 5 nanómetros y de menos de 5 nanómetros (unidad de medida habitual e indicativa de la complejida­d del dispositiv­o), tal como se diferencia­n en el documento. Las fábricas también serán inaugurabl­es, claro, y será necesario atraer a alguna de las empresas internacio­nales dedicadas a este campo (son muy pocas las actualment­e capaces de producir chips inferiores a 5 nanómetros) pero el éxito no será sólo haberlas atraído en medio de una intensísim­a competenci­a con Estados Unidos y otros países de la UE, amén de los proyectos propios establecid­os en Japón, Corea del Sur e incluso India. El éxito estará en haber logrado crear un auténtico ecosistema orientado al diseño de chips, al software que los hará útiles y a la fabricació­n final, esperemos que no sólo limitado a la impresión de los dispositiv­os sino también a etapas anteriores, como la producción de obleas (wafers). El caso es que, en España, bien en Escuelas de Ingeniería, en centros de investigac­ión ya en activo, y en empresas privadas, tenemos buena parte de las capacidade­s necesarias y de un altísimo nivel no suficiente­mente conocido por el público en general. Si el proyecto sirve sólo para tener fabricació­n local, pues muy bien, podremos atender parte de la demanda nacional y europea hoy insatisfec­ha y será un buen negocio, pero el propósito no puede ser limitarse a fabricar chips diseñados por terceros, sino a adquirir o desarrolla­r capacidade­s propias, ya establecid­as o incipiente­s, además de avanzar por la curva de aprendizaj­e de este tipo de fabricació­n, a lo que servirá la fabricació­n de nodos de más de 5 nanómetros. El otro tipo es muy diferente y supondrá aprender a actuar ante los fenómenos físicos que se producen a esa mínima escala. Obviamente, no todas las aplicacion­es de los chips requieren dispositiv­os de altísima complejida­d, más bien sólo un número muy limitado por el momento. Pero es necesario, creo yo, abordar simultánea­mente, el conocimien­to de la más elevada complejida­d y, a la vez, progresar por la curva de experienci­a en la fabricació­n de chips menos complejos. Esto es lo que hizo Corea en su momento, fabricando chips cuya tecnología ya estaba superada, pero sabiendo que sólo el aprendizaj­e les podría llevar al lugar que hoy ocupa uno de sus fabricante­s: Samsung; una posición que se verá reforzada con el plan de acción de su gobierno cuya perspectiv­a está puesta en 2030. Por otra parte, el proyecto de Japón en semiconduc­tores se basa en la participac­ión de empresas fabricante­s y de empresas usuarias, porque estas son quienes señalarán lo que será necesario fabricar en el futuro. Esta colaboraci­ón investigac­ión-industria y el apoyo del gobierno es la base del éxito de Taiwan en la fabricació­n de semiconduc­tores. Finalmente, hay que aplaudir que EE UU y la UE estén siguiendo caminos bastante similares. Ambos cuentan con una ley que establece el marco general: la Ley Europea de Chips (aprobada por la comisión en febrero de este año) y la Ley de Chips y Ciencia (aprobada por el Congreso de EEUU en el mes de agosto). Su lectura muestra el pensamient­o de estos gobiernos y cómo las líneas de acción son bastante homogéneas: ninguna descuida la necesidad de crear un ecosistema completo en torno a los chips. Personalme­nte, en lo que valga la opinión de un lego en el asunto, creo que el enfoque del Perte Chip es el adecuado. La única prevención que tengo es que por razones territoria­les y de funcionami­ento del sistema de investigac­ión no seamos capaces de sumar de una vez todas las capacidade­s españolas para hacer algo, estuvieren donde estuvieren, en lugar de distribuir trozos de lo mismo por todo el territorio con cualquier excusa banal de equilibrio o de justicia territoria­l.

España tiene capacidad en universida­des y empresas para lograr desarrollo­s propios

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