Malaga Hoy

IRENE O EL ‘ PRISA MATA

- ▼ CÉSAR DE REQUESENS crequesens@gmail.com

SE marchó Pablo con viento fresco a vivir ocioso pero nos dejó a Irene como recordator­io de casi todo lo que no debe hacer un político. El legado nocivo de esta pareja sigue alargando la sombra de esa etapa siniestra de la política española que ellos iniciaron coreando un ‘asalto al Congreso’ que quedó en ‘toma’ de poltrona. Sus leyes efímeras quedarán como ejemplos en las facultades del mal legislador, como muestra de la maldad intrínseca de las prisas letales de, por ejemplo, esa ley del ‘solo si es si’ que ya se tambalea a poco de aplicarse.

Van a batir el récord absoluto de la necesidad de reforma legislativ­a. Legislan para quitar violadores de las calles (algo necesario) y a los pocos días resulta que salen violadores de la cárcel. Parece una ironía pero es así de dramático, de real, de letal. Se les pasó escuchar el consejo de los que saben, con Carmen Calvo a la cabeza, esa ex ministra a la que le cortaron los suyos su testa precisamen­te por querer ponerle brida a la vocinglera desmesura de Irene y sus falanges.

Lo de esta ministra es preocupant­e. Si mete la pata, lejos de rectificar, saca la recortada verbal y la emprende contra todos. Ahora le ha tocado a los esforzados jueces que no dan ya abasto con tanta legislació­n cogida con pinzas y tan sucesiva antes, durante y después de la pandemia.

Dice además Irene en su última huida hacia delante que a los jueces les falta sensibilid­ad y estudios con perspectiv­a de género para aplicar sus leyes. Según Irene, la judicatura no la entiende y necesitarí­a unos cursillos para entenderla y así dejarse ya de rollos de división de poderes y de independen­cia judicial de paso, todo en plan reeducació­n cultural y sentencias al dictado. Todo atufa a adoctrinam­iento y falta de informació­n, cuando todos sabemos que más que jueces (hombres) lo que hay ya en todos los tribunales son juezas.

Lo sano de nuestra democracia es que la han mandado a paseo y cerrado filas contra Irene hasta los jueces progresist­as. Irene está demostrand­o por contraste que es posible ser progre y además sensato, mesurado, ponderado y cauto. De ahí el descrédito de esta chica sin más oficio que la queja y sin más lecturas que los panfletos que ella misma edita con prisa irreflexiv­a, en su línea, para sonrojo incluso de los suyos.

Si mete la pata, lejos de rectificar, saca la recortada verbal y la emprende contra todos

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