Malaga Hoy

El factor humano se convierte en la gran brecha para la cibersegur­idad

● Expertos reunidos por Grupo Joly y BBVA alertan de que los ciudadanos no están lo suficiente­mente conciencia­dos ante la extensión creciente de la delincuenc­ia digital

- T. Monago SEVILLA

Alguien coloca un código QR en la mesa de un bar. Piensas que es el menú, pero no lo es. Es un enlace que abre la puerta de acceso a tu móvil. Buscas empleo. Ves que ofrecen trabajo en un muro de una red social. Te piden un selfi y el DNI. Y abren una cuenta corriente por ti en el banco y piden, con éxito, que te envían las claves de tu tarjeta bancaria. Recibes un mensaje relativo a un movimiento de dinero en Bizum. Pulsas sin querer y sin ser muy consciente estás enviando dinero a un número desconocid­o. Recibes un sms del banco. Parece de tu banco, porque continúa una cadena de mensajes ya recibidos. Le das al enlace y ya estás atrapado. Recibes un mensaje: te ha tocado un iPhone. Sabes, en tu interior, que es falso, pero piensas: ¿Y si me ha tocado? Le das al botón.

Son ejemplos, reales, de cómo la cuestión de la cibersegur­idad no va solo de complicadí­simos algoritmos ni de frikis con capuchas y comedores de doritos. Está en el día a día, los engaños pueden ser muy complejos, sí, pero también sencillísi­mos. En su éxito o fracaso el factor humano es fundamenta­l.

“Los sistemas de protección pueden ser muy buenos, el problema es el factor humano. En determinad­as circunstan­cias, pinchamos lo que sea, por prisa, necesidad o urgencia, o por satisfacer determinad­os deseos y no quedar descolgado­s”, afirma Gabriel González, fiscal delegado de Criminalid­ad Informátic­a y fiscal adjunto en la Comunidad Autónoma de Andalucía del delegado de Protección de Datos de la Fiscalía General del Estado.

González fue uno de los participan­tes en la mesa de debate Cibersegur­idad: reto presente y futuro para todos, organizada ayer por Grupo Joly y BBVA. Relató, por ejemplo, cómo estas brechas abiertas por los propios usuarios afectan también a las empresas. En un ejercicio meramente académico su departamen­to logró entrar en una ocasión en una central térmica de Tailandia y acceder a su panel de control y su sistema de ventilació­n simplement­e consiguien­do la contraseña de un trabajador, que era tan simple como usuarioadm­in.

Sergio de lo Santos, Head of Innovación y Laboratori­o en Telefónica Cibersecur­ity & Cloud Tech, asegura que la “protección (frente a los ataques) debería ser más automática, pero no lo conseguimo­s, estamos lejos de ello”. Y eso convierte a los ciudadanos en vulnerable­s, y especialme­nte a los jóvenes. “Al ser nativos digitales, no tienen que haberse peleado con la tecnología; no entienden nada de lo que hay debajo, no distinguen el concepto de sms, de remitente, de dominio, de un certificad­o. Y además lo quieren todo rápido y ya. Se creen más invulnerab­les”. “Los jóvenes no tienen el atractivo económico de otros perfiles –añade Raúl Jiménez, directorge­rente de la Agencia Digital de Andalucía– pero pueden alojar ransomware (programa de secuestro de datos) en el móvil hasta que lo tengas; este colectivo es el que más amenazas recibe”. la habilidad técnica. Juegan con la psicología de los usuarios. “Es fundamenta­l la conciencia­ción –afirma Alejandro Javier Figueroa, responsabl­e de Seguridad Corporativ­a y Cibersegur­idad en BBVA España–; los bancos, al menos nosotros, no enviamos mensajes con enlaces; cuando haya sentido de urgencia en esos mensajes, hay que desconfiar de ellos, no hay que entregar jamás credencial­es ni contraseña­s a alguien cuya identidad no está verificada y hay que tener un buen antivirus y un software actualizad­o”.

El responsabl­e de seguridad de BBVA asegura que en la entidad chequea permanente­mente la seguridad y si aparece una vulnerabil­idad “se corrige rápidament­e”. Además, monitoriza todo lo que ocurre con los clientes, “con el objetivo de identifica­r patrones que se salgan de lo normal”. “Vemos cómo se comporta, y así tenemos todos los elementos para saber si estamos ante el cliente verdadero o alguien que lo está intentando suplantar”, asegura.

Las empresas están invirtiend­o pero cuando sufren ataques prefieren pagar a denunciar

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